'Sálvame' no quiere a los gordos
Desde hace ya diez años Sálvame (y Telecinco) ha sacado pecho por el mensaje que el programa lanza con la elección de sus presentadores: no hace falta tener una figura envidiable ni cumplir con los cánones de belleza tradicionales para conseguir una oportunidad en televisión. Incluso una de sus presentadoras, Carlota Corredera —que pasó de dirigir a ponerse frente a la cámara—, ha confesado alguna vez que nunca pensó que le darían la oportunidad de presentar: la periodista perdió en 2017, cuando ya llevaba tiempo en pantalla, más de 60 kilos. Sin embargo, lo que está ocurriendo estos últimos días en el programa de Telecinco no puede ser más contradictorio con este historial, y el tono gamberro del espacio de La Fábrica de la Tele no lo justifica.
La delicadeza de los colaboradores para hablar sobre terceras personas siempre ha brillado por su ausencia y ha sido una de las claves del programa, que se ha escudado a veces en la travesura... La crueldad garantiza que el show esté servido. Sin embargo, han llevado lo que han denominado como neorreality al extremo de la inconsciencia con varias colaboradoras. Ellos son la prueba de la doble moral del programa, en el que respetan a los jefes que han hablado abiertamente de cómo les ha afectado el sobrepeso —como Jorge Javier Vázquez o Carlota Corredera— y en el que entienden perfectamente los retoques estéticos a los que el 90% se somete, pero no se muerden la lengua para hacer sangre con otros compañeros y su físico:
1. A por Carmen Borrego. El día anterior a la boda de Belén Esteban, el programa llamó al estilista Erik Putzbach para que valorara quién podría ser el colaborador mejor y peor vestido del evento, y para ello elaboró un ranking. Poner nota era obligatorio, pero los comentarios desdeñosos sobre el físico eran necesariamente prescindibles. Según el hombre con más cirugías de España (Putzbach), Borrego iría fatal a la boda porque “aunque la mona se vista de seda, mona se queda”. “Con ese cuerpo no puede lucir nada”, aseguró.
2. Terelu Campos no se libra. Para hablar de Terelu el estilista también se refirió a “lo apretada que va siempre” y a “cómo marca lorza”. Mientras todos los compañeros reían la gracia de las bestialidades que estaba diciendo en directo, solo Carlota Corredera salió “en defensa de todos los cuerpos”. Como si tener un físico u otro necesitara justificación.
3. Las Campos, en conjunto. Las hijas de María Teresa Campos ya estarán curadas de espanto. En el mes de marzo, Terelu se prestó a seguir las sesiones de coaching de Cristina Soria y dejó claro lo insegura que se sentía con su físico entre lágrimas: ”¿Quién me va a querer a mí así?”. Pese a ello, días después el programa emitió de nuevo llamadas de los espectadores en los que se metían con su aspecto y con el de su hermana. “Carmen Borrego es feísima” o “vaya cacho dientes tiene” son algunas de las cosas que tuvo que escuchar.
4. Anabel Pantoja, la otra colaboradora “acostumbrada a este tipo de comentarios”. El 15 de mayo el programa puso entre la espada y la pared a Anabel Pantoja. La sobrina de Isabel Pantoja se está sometiendo a un reto para perder el peso que ha recuperado tras la operación del anillo gástrico. Las llamadas de los espectadores que Sálvame emitió dirigidas a la influencer no podían ser más humillantes y ninguno de sus compañeros dijo nada en su defensa. Esa no ha sido la única vez que han juzgado a la prima de Kiko Rivera por su peso: “Todos los veranos me pasa lo mismo”. Las explicaciones de cómo le está afectando la ansiedad no hicieron que se suavizaran los insultos ni lograron la empatía de nadie en plató.
5. Kiko Rivera. No es colaborador, pero su primo ha sido otro de los blancos fáciles en ese sentido. Kiko Hernández siempre ha encontrado en el peso del DJ —antes de que pasara por el quirófano para ponerse una banda gástrica— un argumento para atacarlo. Como si fuese más o menos gañán en función de lo que marque la báscula.
6. Sin estar presente —aunque que lo estuviera nunca ha coartado a nadie—, Chelo García Cortés es la otra víctima de estos juegos de niños. La periodista se encuentra en Honduras, participando en Supervivientes y, con la pérdida de peso, se le ha descolgado la piel. En lugar de comentar sus aciertos y errores en el concurso, a algunos compañeros les ha llamado más la atención este aspecto y han hecho comparaciones desagradables.
Estos pseudochistes han convertido a Sálvame en una clase de colegio, dividido en el grupito de los guays y en el de los blancos fáciles. Unos arrancan risotadas a costa de los otros sin ser conscientes de lo que están ayudando a normalizar.
Eso sí, luego el programa paga a Cristina Soria para que haga sesiones de coaching con los colaboradores porque están para el arrastre psicológico. Muy coherente todo. Será lo que dice Jorge Javier Vázquez... Que Sálvame es “como leer a Galdós” (aunque que lo que “sucede sea verdad”, como dijo, es para echarse a temblar). Luego, con unas lágrimas y una música triste, la paz está firmada.