Qué esperar de 'Motomami', el nuevo disco de Rosalía
Es mucho más que "te quiero 'ride' como a mi 'bike".
“Cuando el caballo entra a Troya, tú te confías y ardió”. Esta frase de Saoko describe Motomami de Rosalía a la perfección. O, más bien, la estrategia que ha seguido la catalana, que aunque ha dado un giro de 180 grados desde El Mal Querer, ha lanzado los singles más llamativos y polémicos poniendo el foco en este trabajo, con halagos y críticas a partes iguales. Para los que han escuchado solo Hentai, Saoko, La Fama y Chicken Teriyaki, el disco es todo un descubrimiento y poco tiene que ver con lo que mostraba.
No es un álbum latino ni un álbum de flamenco. Ni un disco para salir de fiesta ni de desamor, sino que es todo eso a la vez. Un álbum en el que Rosalía reflexiona sobre la fama y se siente libre para mezclar todo lo aprendido y lo que ha estado experimentando, sin tapujos y sin límites.
Antes del lanzamiento, algunos habían criticado la falta de profundidad de sus letras, especialmente en el caso de Hentai, mientras que otros han aplaudido la valentía de alejarse de géneros como el flamenco o el trap para acercarse al reguetón o la bachata. Pero con unas escuchas al disco, muchas de estas críticas rectificarán o se modificarán.
El primer single de El Mal Querer (2018) fue un Malamente que se metió hasta la médula de sus seguidores y consiguió cosechar otros tantos. La Fama, el primer avance de Motomami, pasó sin pena ni gloria entre los seguidores ya que un mes antes C. Tangana había contrapragramado con Ateo, una bachata acompañada por polémica religiosa incluida. Y contra un revuelo que involucró incluso al deán de la catedral de Toledo, no había estrella estadounidense que pudiera luchar contra eso.
Pero eso no hace justicia a Motomami, al igual que el resto de lanzamientos. Se trata de un disco con muchas más capas, que se entrecruzan estratégicamente para aumentar las ganas de salir de fiesta y las de emocionarse. Una de cal y otra de arena durante los 46 minutos que dura el trabajo.
Lo que aparentemente dejó claro Rosalía con sus adelantos es que si El Mal Querer era marca España —su actuación estelar en los Goya, sus referencias lorquianas, sus samples y sus versiones de Morente— Motomami es marca Estados Unidos, más concretamente Miami —la promoción la ha hecho con Jimmy Fallon y en Saturday Night Live, las referencias de las letras son a Kim Kardashian, drag queens del ball neoyorkino, Harlem y Nueva York, y los samples son del reguetón de los 2000 de Wisin y Yandel y las versiones de Justo Betancourt—.
Este giro, que está muy marcado en el trabajo pese a que mantiene el cante flamenco en varios tracks, no es casual y está intrínsecamente relacionado con esa fama de la que hablaba el primer single. La fama que le dio El Mal Querer le cambió su vida, la de una cantante que venía prácticamente del público indie que la seguía con Los Ángeles. Ese es el eje central de su trabajo: cómo la fama la ha cambiado y lo perverso de la industria musical.
Tras dar el salto de la mano de Sony Music Rosalía firmó con Sony EEUU, concretamente con el sello Columbia Records. Como indica Jorge Carrión, autor de Lo viral (Galaxia Gutenberg) y coordinador de La Rosalía. Ensayos sobre el buen querer (Errata Naturae), “ahora la producción es internacional”. “Tiene acceso a todo tipo de recursos. Ya no hay límites técnicos o de presupuesto para su ambición creativa”, explica.
Las frases promocionales del disco y el decálogo para ser una motomami, con las que ha llenado las redes sociales y las marquesinas de las principales capitales, también sintetizan a la perfección la esencia del disco. Y, por supuesto, su gran cisma con El Mal Querer.
“Esto no es El Mal Querer, es el Mal Desear”, se leía en una de ellas perteneciente a la canción G3 NI5. Claramente, el deseo es un pilar fundamental del disco como se ven en temas como Hentai, con el que libera la sexualidad que ya estaba presente en otros temas como Di Mi Nombre, pero de manera más explícita.
También se ve en G3 NI5 de forma más romántica en la que incluye al final un fragmento en catalán de un familiar que habla de encomendarse a Dios en los momentos difíciles y de mantener a la familia, los otros dos ejes en los que se apoya la Santísima Trinidad de Motomami: fama, Dios y familia.
Tal y como señaló en una entrevista con El País, “motomami es una energía, una forma de sentirse”. A su vez, este concepto —que es el nombre de la empresa fundada por su familia y que le gestiona los royalties— está dividido en dos partes. “El álbum se divide en Moto, la parte más agresiva, y en Mami, que está más conectada con la naturaleza. Te puede dejar rebotando contra las paredes o destrozado por las lágrimas dependiendo de la canción”, contó en una entrevista con la revista I-D.
Según se mostraba en el tracklist, la parte ‘moto’ incluía todos los adelantos hasta Hentai, que ha mostrado la parte más ‘mami’. Para Carrión, esta es su “canción más valiente” también desde el ámbito urbano donde las referencias explícitas están limitadas prácticamente al terreno masculino.
“El porno siempre ha sido rodado desde el punto de vista masculino. Rosalía se atreve a escribir y componer porno musical desde su mirada de mujer. Como dice Isabel Navarro en su texto de La Rosalía. Ensayos sobre el buen querer, como sujeto empoderado y deseante. Porno en clave de anime japonés, con sus orgasmos sonoros. Puro desmadre”, indica.
La letra de Hentai no solo ha despertado críticas por explícita, también por su frase “me pone delante de todas esas putas” calificada como machista, después de que Rosalía fuera encumbrada como icono del empoderamiento.
Las mezclas de ‘moto’ y ‘mami’ se van superponiendo a lo largo de todo el disco, la dulzura de la voz de Rosalía que parece sacada de otra época se mezcla con ruidos metálicos —las motos solo están en Saoko—, sintetizadores y voces con autotune en tono infantil. Como interludio, Rosalía presenta el tema homónimo, Motomami, un alegato a la fama con un tono al más puro estilo Harlem y una base que recuerda a Ice Ice Baby de Vanilla Ice y que rompe bruscamente en el “motomami, motomami” violento que dejaba el primer teaser de su disco en redes sociales.
Las referencias japonesas como Hentai no son las únicas del disco, donde también se incluyen Chicken Teriyaki y Sakura, nombre de la flor del cerezo en la que habla de la brevedad de la fama como lo haría una tonadillera con su bata de cola en un falso directo casi a capella, solo acompañada por un piano en el que la gente la jalea como metáfora del estrellato: “Flor de Sakura, ser una popstar nunca te dura”.
El introducir sus filias personales encaja con que lo defina como el disco más personal, ya que su gusto por el anime y la moda japonesa lo ha mostrado en más de una ocasión tanto en sus vestidos como en sus uñas e incluso ha pedido a sus seguidores que le recomendaran películas de este género que no hubiera visto. Un gusto que comparte con su hermana, Pilar Vila Tobella, que participa en la autoría de Hentai.
La parte autobiográfica que se presumía de El Mal Querer, basado en la ruptura y el desamor, ha girado las tornas también en Motomami, donde la parte personal vira exactamente sobre eso, sobre su vida en Estados Unidos, la fama, el éxito, los billetes. “Una tienda de billete’ la más dura que le mete” o “Es mala amante la fama y no va a quererte de verdad” son buena muestra de ello.
“Esencialmente, Rosalía parece ser la misma. El nuevo disco es tan radical o más que El Mal Querer”, explica Carrión. “En sus letras se observan varios conflictos internos. Entre su origen local y su nueva condición global. Entre su vida de clase media del pasado y su vida de rica en el presente. Entre las músicas de su juventud y las que ha descubierto en su primera vida adulta. Esos conflictos, desde mi punto de vista, le resultan nutritivos, fértiles, porque los convierte en arte”, añade.
Para los agoreros que presumían que ya no iba a hacer más flamenco como hizo en El Mal Querer se incluye, además de los mencionados y una peculiar forma de cantar que se repite en varios temas como Diablo o CUUUUuuuuuute, el tema Bulerías, “extraordinario” para Carrión.
Esta canción, en cuya composición participa el trapero Kaidy Kain y el reputado cantaor Chiqui de la Línea, es uno de los guiños que se esperaban a la esencia de la cantante que se defiende en los versos diciendo eso de: “Soy igual de cantaora con el chándal de Versace que vestía de bailaora”. Los cambios no acaban con lo que es en esencia Rosalía.
“Está claro que es muy consciente de sus orígenes y que los sigue trabajando musicalmente. Y expandiendo”, señala Carrión. La experimentación la deja también clara en temas como Bizcochito en el que la distorsión y el ritmo machacón con un tarareo dulce llega a un punto que se confunde el tema con una sintonía de anime o de un videojuego.
También en Diablo, donde una base de reguetón antiguo y una voz distorsionada se funde con un cante coplero en el que también habla de la fama y de esa esencia que tanta gente critica que ha perdido. “Yo mi libertad nunca la pierdo ni por el dinero”, canta.
Otro as bajo la manga era Delirio de grandeza, una versión del bolero de 1968 de Justo Betancourt, que ella lleva a su propio terreno y que a muchos recordará a lo que ha estado haciendo en su último trabajo, Calambre, Nathy Peluso.
En algunos temas, como en Saoko, Rosalía ha dado un paso más y se ha ganado el aplauso de la crítica al introducir un sample de jazz, un género que por ahora no había tocado. Del mismo modo, esta canción con ritmos sincopados y a destiempo, pese a las reticencias iniciales, ha sido uno de sus mejores lanzamientos. El corte de la canción cuando rompe y sin estribillo deja al oyente a los 2:18 minutos con ganas de más.
La sombra de su expareja C. Tangana la acompañaba en el segundo trabajo —aunque muchos verán en el tema más pop del trabajo una pulla a El madrileño con Candy, donde deja claro que “no la ha olvidado”—, ahora es también en parte Rauw Alejandro, con quien confirmó recientemente su relación y a quien hay referencias claras en este trabajo.
La Rosalía gitana es ahora más latina, tanto en los términos que utiliza, ya no habla de acais como en Que no salga la luna, ya habla de chucky, la pámpara, balacera o saoko. En este giro latino juega un papel fundamental Rebeca León, su mánager y también la de artistas como J. Balvin y Juanes, nacida en Miami y de padres cubanos y que ha vivido con ella durante varios meses.
Unos conceptos que ya había empezado a experimentar en A Palé, donde empezó a cambiar tanto su estética como su estilo, y que ha ido ahondando con sus siguientes colaboraciones. Todas estadounidenses o latinas, especialmente el Linda de Tokischa, con el que se puede comparar en ciertos sonidos Chicken Teriyaki, una canción a su vez creada con un claro propósito: triunfar en TikTok, con coreografía incluida.
Tokischa también se cuela en Motomami con La combi Versace, la canción más nocturna y fiestera del disco, que aspira a ser un éxito por su acogida en redes apenas unos minutos tras su publicación. Sin embargo, poco tiene que ver con Linda, sino que mantiene un tempo más pausado, más de reguetón clásico y una letra con una enumeración de marcas y derroche que bien recuerda a Aute Cuture.
A diferencia de estas canciones más de raíz, en estos temas Rosalía no canta como en El Mal Querer —mucho menos en sus actuaciones en directo como la presentación de su disco de la mano de Red Bull, que poco tiene que ver con la de Saturday Night Live— su habla se parece más a la de artistas latinas como Nathy Peluso, Tokisha o Becky G más que a los artistas nacionales.
Con sarcasmo y sentido del humor, a todos esos que critican su habla y su cambio, Rosalía se define con un particular abecedario en Abcdefg, en el que muestra tanto sus gustos como sus variaciones, que van del reguetón al flamenco. Esto es lo que dice:
En el plano estético, Motomami también da la imagen de más personalidad que El Mal Querer, con una imagen casi canónica de Rosalía elevándose como una virgen. Lleno de borrones, como escrito a mano con boli, la cantante deja el tracklist, las canciones y las letras como si se tratara de unos apuntes del instituto. De ahí que haya dicho en la entrevista con Zane Lowe en Apple Music que es el disco más difícil y personal, de ahí los borrones.
”Este es el álbum más duro que he tenido que hacer, seguro. Tuve que pasar mucho tiempo escribiendo sola en casa, estando en una habitación sólo escribiendo, escribiendo, escribiendo, escribiendo. Mucho tiempo en el estudio sólo con David, insistiendo e insistiendo, tratando de encontrar los sonidos correctos, tratando de encontrar la producción correcta, el arreglo correcto. Sin esa determinación, sin esos días de 16 horas de trabajo, y sin la decisión de hacer este disco hace tres años, cuando decidí que lo iba a hacer, este álbum no existiría”, contó.
Estas marcas, así como el interior del disco, con un desplegable con ella desnuda cubierta por las letras de las canciones como escritas a mano hacen referencia a su gran inspiración para este trabajo: la cultura de los 2000 con sus revistas de adolescentes y el reguetón de esa época.
La portada muestra con una sola imagen las dos caras del disco: la parte dura (moto) con el caso con orejitas que se ha convertido ya en su seña de identidad y la fragilidad de la desnudez de la parte blanda (mami) con una pose que recuerda al Nacimiento de Venus de Boticelli. Además, esta ha sido la única imagen —excepto para La Fama— para promocionar todos sus singles, no como con su otro trabajo, donde cada uno tenía su propia estampa.
Otra referencia a su metamorfosis que se suma a la mariposa que forman las M de Motomami. Recordemos, como deja claro en Saoko, antes de las críticas: “Yo me transformo”.