Rosalía: folclore ‘millennial’ para propios y extraños
Rosalía es aquella veinteañera capaz de abarrotar un teatro de millennials para cantarles durante hora y media sobre la muerte, apenas eso. Lo hizo el pasado miércoles en el Circo Price de Madrid, con el cierre de la gira de su primer (y único) disco 'Los Ángeles'. Una obra que por alcance y forma se puede enmarcar en el fenómeno del mainstream, de la cultura de masas, y que en lo relativo al contenido se podría catalogar como folclore por las letras y como flamenco por la música. Una sinergia entre dos culturas tan lejanas de sí mismas, que merecía la pena acercarse a un concierto tan solo por presenciar la respuesta de un público con semejante mestizaje social, cultural y generacional.
Y es que Rosalía ha abierto de par en par las ventanas del flamenco, haciendo que gente que nunca habría mostrado interés por una copla, se asome de lleno a este mundo y acabe repitiendo con sus labios, absortos por los golpes de la guitarra, los versos de un poeta místico del s.XVI, como es San Juan de la Cruz. "Aunque es de noche", poema del renacentista español adaptado por otro revolucionario del flamenco, Enrique Morente, y hoy cantado por Rosalía encabeza la lista de virales semanales de Spotify junto a Justin Timberlake y Artic Monkeys, casi nada. La obra de Rosalía es exactamente esto, una de las vueltas de tuerca más interesantes que se han dado en nuestra cultura popular desde hace tiempo.
Cantiñas, tarantas, coplas... la joven artista catalana versiona estilos y canciones de otra época y las adapta a su caudal y timbre de voz, que poco tienen que ver con el flamenco más ortodoxo. Más insólita aún es la guitarra que le acompaña, interpretada por Raúl Refree, productor del disco y descubridor de otra de las maravillosas voces femeninas de nuestra época, la de Silvia Peréz Cruz. Refree rasga la guitarra con el ímpetu de punki, logrando una cadencia que sumada a la vehemencia de Rosalía frente al micrófono y las oscuras letras de sus cantes, sumergen al oyente en un trance de paisajes ibéricos que roza lo alucinógeno.
Por otra parte, sería ingenuo no señalar que el éxito de Rosalía va acompañado de un cuidado ejercicio de marketing, como cualquier producto de masas en estos tiempos que corren. Su estética de instagram y sus colaboraciones con el rapero C Tangana, otro de los reyes del mainstream gracias a un estilo que oscila entre reggaeton y el trap, pueden dar fe de que Rosalía está en otra órbita que nada tiene que ver con los circuitos habituales del flamenco.
Por supuesto no pasa por el aro de muchos puristas debido a esto, tampoco de aquellos que desconfían de la industria musical y creen que la obra de la cantante catalana terminará por desvirtuarse a razón de la moda de turno (como pueden ser sus colaboraciones con el trap).
Con este debate en pleno apogeo en las redes tras la última edición de Operación Triunfo, sobre cómo si un fenómeno de masas (profundamente neoliberal) puede a la vez servir de voz al pueblo, es necesario apuntillar ciertos aspectos. No hemos de confundir cultura de masas (de arriba a abajo) con cultura popular (desde abajo), sin embargo, en la trayectoria de Rosalía estos dos conceptos se funden, creando algo inédito en el panorama musical moderno. El acervo popular de nuestro país ha gozado de pocas oportunidades en la listas de éxitos de la industria.
Tan palpable es la colisión de mundos, que uno de los halagos más reconocidos que le han echado a Rosalía desde el mundo del flamenco fue aquel que le dijo el guitarrista Pepe Habichuela: "Cantas como una vieja". En directo, la cantante es capaz de someter al público con esa presencia y voz absolutamente matriarcales, para después dar las gracias tímidamente con una voz de tierna niñez, acompañado de un puberto "oh my god" al ver la pasión de la gente devolviendole las gracias. El concierto nos dejó ese tipo de detalles, como acabar la versión de una copla tan negra como "La hija de Juan Simón" de Antonio Molina, y girarse a chocar el puño con Raúl Refree, como si estuvieran en la escena de una 'Buddy movie'.
Ante tal puesta en escena era de esperar que la liturgia social que la acompañase fuese igual de inusitada. Aunque la mayoría de los asistentes eran jóvenes madrileños, también había señores mayores, modernos de Malasaña, asiduos al flamenco y un atento Pedro Almodóvar. Mucha gente distinta que desde luego compartían una cosa, estar fuera de su ecosistema. Hubo tantos "oles" a destiempo como "que te calles coño" en consecuencia.
Sin duda una noche, de superluna azul de sangre por cierto, que también hubiese disfrutado Federico García Lorca, poeta capaz de cantarle un día a los rascacielos de Nueva York y al siguiente a los arrabales de la Andalucía rural. Hace 90 años de aquellos días en los que Lorca y la generación del 27 consiguieron llevar la pasión por la cultura popular al frenesí de la modernidad. Una expresión transgresora y ancestral de las vísceras de un país, que hoy parece recoger Rosalía, esa chica con uñas de gel que llena teatros de juventud con antiguos cantes al viejo enigma de la muerte.
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