Roque Narvaja: "Santa Lucía' me cambió la vida"
Además de un icono musical de los ochenta, la canción abrió una nueva etapa en la larga carrera de Miguel Ríos. A su autor le permitió abrirse camino en España, a donde había llegado huyendo la dictadura argentina.
“En serio, no me acuerdo bien del momento en que compuse esa canción”. Durante varias semanas he tenido que hacer varias gestiones a través de las redes sociales para dar con Roque Narvaja (Córdoba, Argentina, 1951). Al final, he conseguido hablar con él desde un rincón de Argentina donde se dispone actuar porque, aunque se toma su tiempo antes de editar un nuevo disco, no ha perdido el contacto con un público que, dentro y fuera de su país, le sigue desde hace medio siglo.
“Debí escribirla hacia el 79, en la casa en la que vivía en Madrid, por Arturo Soria, pero no me pidas más detalles. En esa época componía con mucha rapidez. Por ejemplo, Yo quería ser mayor me llevó sólo veinte o treinta minutos. Quizás con esta tardé un poco más”.
Narvaja había llegado a Madrid dos antes. Todavía recuerda la fecha: “24 de abril de 1977”. Salió de Argentina en cuanto pudo porque intuía que su nombre estaba en la lista negra de los sicarios de la Junta Militar. A finales de los sesenta, su grupo, La Joven Guardia, se había convertido en uno de los ídolos de la juventud. Todo el mundo cantaba El extraño de pelo largo, que en España tuvo una curiosa versión a cargo de Cristina y Los Stop. Sin saberlo, en la conciencia de Roque, hijo de un militante peronista, se estaba larvando, en aquél momento, el compromiso político.
“La joven guardia tuvo tres años de mucho éxito. Luego decido que estoy harto de los hits. Uno llega a enfermarse de cantar lo mismo toda la vida, te puede hacer mucho daño. Vivía como un rey con mis padres que se las habían ingeniado para que no me fuese por ahí. No me faltaba de nada. Me puse a escribir otro tipo de canciones con la impronta de la protesta influido por los amigos, por el tiempo que me tocó vivir, por el mayo francés que aquí llegó tarde, por las revueltas políticas, por los gobiernos militares. Los periodos democráticos estaban siempre vigilados y duraban muy poco… Un montón de gente que leía libros empezó a cansarse. Influenciado por ellos empecé a componer. En ese momento trabajaba con Litto Nebbia, éramos muy amigos, sobrevivíamos en una ciudad sitiada, muy diferente a lo que es hoy Buenos Aires. Él me llevó al sello Trova para que presentara Octubre. En esa época me interesaba mucho Paul Simon. Después hice Primavera para un valle de lágrimas, luego Chimango, ya con la CBS. Todo el mundo decía entonces: ’Yo te voy a hacer famoso, pero los discos había que grabarlos cada vez en un sello diferente”.
La situación social y política se complica en Argentina. El regreso de Perón en 1973 provoca un sentimiento de desengaño entre muchos de sus seguidores. Narvaja empieza a militar en la Juventud Trabajadora Peronista, una fracción de izquierda del peronismo.
“Todos teníamos unas confusiones políticas tremendas. Mi padre me decía: ‘No existe el peronismo de izquierdas, hijo. Además, ten cuidado con Perón, que es un cabrón. Os va a usar y a tirar a la basura’. Cuando me quise dar cuenta de que llevaba razón, ya era tarde para muchas cosas. Aquello no terminó bien. Todo ya es historia. Aquel espíritu revolucionario que teníamos, nuestra utopía, fracasó. El mundo nos cambió a nosotros, como dice Paul McCartney. A mí también. Eso no quiere decir que me haya olvidado de la injusticia. Lo que sucede es que me siento impotente para cambiarla. Todavía hablo y canto con la esperanza de que mañana alguien recuerde que en este mundo tan tecnológico hubo personas que quisieron que la gente tuviera un corazón en el pecho”.
El 24 de marzo de 1976 una Junta Militar instaura el denominado Proceso de Reorganización Nacional, un eufemismo para encubrir una dictadura que mata y tortura. Durante más de un año, Narvaja y su familia se sienten vigilados. Al fin, toman la decisión de huir a España, donde el artista tenía sus raíces. Los Narvaja descienden de un pueblo de La Rioja alavesa. La familia de la madre procede de Cantabria. Nada más salir, unos individuos se presentan en la sede de la disquera argentina donde había estado grabando para buscarle. Probablemente, habría sido un desaparecido más. En Madrid, deben empezar de cero. Una nueva discográfica, Trova, se arriesga a publicarle un álbum e incluso lo presenta en el Festival de Benidorm con escaso éxito. La esposa de Roque busca a una paisana de Junín, Vilma Ledesma, que hasta pocos meses antes ha sido la representante del gran compositor Waldo de los Ríos. Vilma y su marido, el actor Héctor Sturman, se apiadan de una familia que padecen las estrecheces del exilio.
“Vilma me conseguía galas en La Mancha. Un día me dice: ‘Carlos Narea, el hijo de Myriam von Schrebler, se ha venido a España y está trabajando en la discográfica Polygram. Ve a verlo’. Le llevé la cinta del disco que estaba grabando cuando tuve que marcharme de Argentina, pero no pareció muy interesado. A los días, me llamó a través de Vilma porque le gustaba el material y quería que lo trabajara con Ricardo Miralles. Ahí apareció Santa Lucía, una canción que desde un poco antes tocaba en mis presentaciones con una pequeña banda que había formado junto a Horacio Icasto para actuar en colegios mayores.
–Quiero esa canción para Miguel Ríos –me dijo Carlos cuando la escuchó.
–¿Y por qué no la grabas conmigo, cabrón?
–Porque debes esperar…–respondió”.
Narea no fue el único que se interesó por la composición. A Víctor Manuel, que ayudaba mucho a los Narvaja e, incluso, había intentado que la CBS fichara a Roque, le gustó para Ana Belén.
“Fue una situación muy engorrosa porque no dejaba de pensar que le decía que no a una gente que había sido muy buena conmigo. Al final, le respondí que quería cantarla yo. Víctor lo comprendió. Luego, se la di a Miguel pero ellos no se enfadaron. ‘Quizás si la hubiera cantado Ana, el impacto no habría sido el mismo’, me comentó con toda humildad una vez Víctor. ¿Quién sabe? El éxito es siempre una foto del momento. Depende de quién cante, de cómo cante, del arreglo… Nunca sabemos por qué una canción pega y otra no. Ni lo sabemos ni lo sabremos jamás. Ese es el misterio que a gente como a mí nos impulsa a escribir”.
En Polygram, sin embargo, apostaron por Nueva ola para arrancar la promoción del álbum de Miguel Ríos. Les parecía más pegadiza para el verano. Roque Narvaja cree que cambiaron de idea cuando Rafael Revert, que en aquél momento era el director de El gran musical, uno de los programas musicales estrellas de la Cadena SER, les sacó del error. En pocas semanas, Santa Lucía se convertía en un éxito no solo en España sino en varios países europeos. Inesperadamente, la popularidad de la canción puso también el foco sobre su autor, que se encontró con una oferta de la discográfica Movieplay para grabar con el mismo equipo que había trabajado con el rockero granadino. Así nació, Un amante de cartón, su segundo disco en España. Esta vez el éxito parecía asegurado.
“La letra de Menta y limón, el primer sencillo, la escribimos la noche antes de entrar en el estudio en casa de Tato Gómez. Nos faltaba una exclamación para el estribillo. Ahí me acordé del Limón y menta, un pub de Moncloa al que solíamos ir en Madrid. ‘¡Es genial!’, dijo Carlos, que se dedicó a lo mío con muchísima entrega. Toda la banda estaba viviendo una experiencia religiosa muy particular con la virgen de Schoenstatt, en Alemania. A mí la religión me daba urticaria, a pesar de haber pasado por un colegio de curas. Un pensador de izquierdas como yo no podía sentirse atraído por lo que hubiera ocurrido con una virgen. Sin embargo, toda la gente de Carlos tuvo mucha paciencia conmigo. Yo había sido una estrella, un adolescente famoso y eso no le hace bien a nadie. Seguía teniendo impulsos de divismo que nadie comprendía, pero al trabajar con Carlos aprendí a obedecer, a callarme la boca. El trabajo que hicimos fue maravilloso. Sí, desde Santa Lucía todos empezamos a jugar en primera”.
Tras Balance provisional, el siguiente elepé, Roque firma un contrato con la multinacional EMI, que acaba de comprar la mítica Hispavox y se halla en expansión en España. Sin Narea, vuelve a Alemania para registrar Al día siguiente, donde combina la preocupación por el ecologismo, la defensa del pacifismo en plena era Reagan, el dolor del reencuentro tras la dictadura militar en la bellísima ¿Por qué no han venido los compañeros? y una trepidante Dominó, que le devuelve a la lista de los más vendidos. La relación con la discográfica se enturbia en El resto de mi vida, al que Josep María Bardagí da un toque excesivamente ochentero y llega a la ruptura con el tercer disco, Nacido en el tercer mundo, que graba en Argentina.
Desde finales de los ochenta, los Narvaja viven de nuevo en su país aunque de vez en cuando vuelven a España, la tierra que los acogió y a la que están muy agradecidos. Dentro de pocas semanas, el artista, que además es piloto e instructor de vuelo, volverá a Madrid para renovar su DNI.
“Hubo gente que dijo en España que yo me había subido al potro, que me había aprovechado de Santa Lucía para ser cantante. Perdone usted, yo he cantado probablemente muy mal, pero lo he hecho toda la vida. Lo que ocurre es que no se sabe porque vengo de Argentina, donde tuve una carrera que abandoné porque corría peligro mi vida. Si logré el éxito en España, no fue solo porque yo lo hice bien sino por la mucha gente que me ayudó. Eso no lo voy a olvidar nunca”.
Un minuto antes de colgar, le insisto
–Pero Santa Lucía, ¿cómo nació?
–De verdad, no me acuerdo. Quizás la letra me la sugirió una historia que escuché en mi propia casa. Siempre había mucha gente. Alguien habló de un conocido que acababa de empezar una relación con otra persona por carta porque le daba miedo conocerse. Estaban enamorados, pero les asustaba el momento de verse. Cambié la carta por el teléfono, aunque la idea central seguía siendo la misma: dos seres que se quieren, que se gustan pero que les aterra encontrarse. Quizás el relato, la forma en la que lo conté, pudo dar lugar a otras interpretaciones, pero la historia es así. No lo sé, creo que cuarenta años después la canción y la historia siguen teniendo mucha potencia. No, no han envejecido. Fíjate: Miguel Ríos no ha podido dejar de cantarla.