Resiliencia, emprendimiento y frustración para salir de la zona de confort
¿Alguien se ha preguntado por qué las palabras que más se escuchan últimamente son "resiliencia", "emprendedor" y la expresión "salir de tu zona de confort"? Cualquiera podría pensar que hemos pasado una crisis económica y que, a la vez, estamos asumiendo un nuevo rol en la sociedad y, cómo no, en el mundo educativo.
Hace unas semanas escuchaba a Juan Luís Cano en su nuevo programa. Hablaba con un joven periodista y fotógrafo que trabaja en hostelería para subvencionarse los proyectos en los que se embarca. Mientras lo oía no podía evitar acordarme de una de las canciones de El último de la fila que dice: "Trabajo duro, tajo que amarga. En estos días, melancolía."
Eso mismo debe pensar ese joven que hablaba por la radio así como el resto de su generación. A pesar de estar considerada como una de las mejores preparadas de nuestro país se ven forzados a trabajar en ámbitos que no corresponden a sus titulaciones, a mal cobrar, o a irse al extranjero en búsqueda de mejores ofertas.
A veces recuerdo a promociones lejanas, que, antes de la crisis, soñaban con conseguir sus metas. ¿Qué habrá sido de ellos?
Otras veces, mientras estoy en clase, miro a los chicos allí sentados hora tras hora y me pregunto hasta qué punto serán conocedores de la realidad laboral que les espera. ¿Están preparados para sentir de cerca la frustración?
Probablemente muchos de ellos desconozcan el significado de la palabra, y es que sus ganas de aprender decaen al mismo ritmo que el panorama intelectual y crítico en nuestra sociedad. Rodeados de pantallas y tecnología, creen saberlo todo y confían en un bienestar pasajero que no exige esfuerzos. Sus referentes digitales (influencers, youtubers) y televisivos (tertulianos, participantes en ciertos programas) les transmiten la idea de que la fama y el dinero se obtienen de manera rápida y cómoda. Los adultos sabemos que no es así, pero nuestros avisos no les sirven.
Una vez más, familia y escuela deben ir de la mano. Juntos debemos transmitirles que la vida no es todo lo que aparece en sus pantallas, que se necesita esfuerzo, tenacidad y resiliencia para seguir adelante día a día enfrentándose a los obstáculos.
Desde las aulas, los docentes tenemos mucho camino por recorrer. Deberíamos orientarlos para que sus visitas a la red sean fructíferas. Desde la competencia digital podemos enfocar una parte de las asignaturas y hacerles sabedores de normas sencillas, como que hay que contrastar la información al menos en tres fuentes para saber si lo que nos cuentan es verdad; o que hay que desconfiar de páginas que contienen faltas de ortografía o errores de redacción.
La red puede servir para enseñar y también para conseguir jóvenes críticos. No tenemos la solución al problema laboral, pero sí disponemos de herramientas que pueden hacer ver a los chicos la realidad que les espera y puede dotarlos de conocimientos válidos para el tiempo digital que estamos viviendo.
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