Por qué la nueva norma de las mascarillas no gusta a médicos ni hosteleros
La queja general es que se afina poco. Unos piden regular mejor los espacios interiores y otros, que se avale científicamente si hay riesgo en playas o montes abiertos.
La ley que obliga a llevar mascarilla en todos los lugares públicos, incluso en los abiertos como la montaña o la playa, incluso cuando se pueda garantizar la distancia de un metro y medio respecto a otra persona, ha entrado en vigor este miércoles... y ya está en trámites de modificarse.
El Gobierno central y las comunidades autónomas, que este mediodía se han reunido en Valladolid, en el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, van a crear una mesa técnica para “interpretar” lo que hoy publica el BOE. La razón es que se ha quedado “obsoleto”, sostienen. Hay regiones, como Baleares, que reconocían que no eran partidarias de dar ese paso, pero “las leyes no permiten opiniones” y optaban por acatarlas; otras, como Galicia, recordaban que ellos ya endurecieron la norma en su margen de actuación, pero dejando un respiro en las playas, como excepción, y otras que decían que “no es momento de discusiones” sino de cumplir, como Euskadi.
La medida no estaba gustando demasiado en la hostelería y, menos aún, entre los sanitarios. A grandes rasgos, consideran que la vuelta de tuerca llega a destiempo, genera una confusión notable entre los ciudadanos, muy cansados, y se quejan de que no se explique bien lo que pasa con el uso de mascarillas en interiores como viviendas, donde se producen la mayoría de los contagios.
La norma no dice nada de usar el cubrebocas cuando se está con no convivientes, pero en domicilios, y también pasa de puntillas al hablar del ámbito laboral, donde indica que en espacios no abiertos al público sólo se requiere protección cuando no hay 1,5 metros de distancia entre trabajadores, cuando son ambientes viciados y cargados.
Por ejemplo, José Luis Jiménez, científico español que investiga en la Universidad de Colorado (EEUU), ha publicado un hilo en Twiter en el que explica que, a su juicio, “España da un paso adelante y dos atrás”. Considera que la mascarilla en espacios interiores debería ser obligatoria siempre que no se esté con personas convivientes, haya o no distancia de seguridad mínima y ventilación, porque hay evidencias de que en estos espacios los aerosoles (el aire que exhalamos al respirar, toser o hablar y que es clave en la transmisión de la enfermedad, por encima de superficies, como se decía inicialmente) contagian incluso cumpliendo con las separaciones legales.
De hecho, esta semana, más de cien científicos han reclamado cambiar la prevención del coronavirus en España y centrarse en el contagio por inhalación. Todos han mandado al Ejecutivo una carta con recomendaciones esenciales. Las mascarillas, señalan, constituyen una de las herramientas de prevención más eficaces, tanto para la población general como para trabajadores más expuestos. Es necesaria, sin embargo, una intervención decidida de la administración para aumentar su efectividad: información clara y concreta sobre la eficacia y recomendaciones de uso de las distintas mascarilla e identificación y retirada urgente del mercado de cubre bocas que no proporcionan una protección real (de rejilla, semitransparentes, con ajuste dudoso...) y, en general, aquellas que carezcan de certificación por un organismo nacional o europeo.
Estiman, además, que muchas mascarillas están reduciendo a la mitad su eficacia por ir mal ajustadas o incorrectamente colocadas. Y reclaman una campaña de información en ese sentido.
El doctor José Alcamí, coordinador del grupo de Análisis Científico de Coronavirus del Instituto Carlos III, ha afirmado en Onda Cero que esta nueva disposición “no tiene sentido”. En su opinión, “el uso de mascarillas en el exterior en ausencia de aglomeración de gente no me parece necesario. Sí debe llevarse cuando se está en una calle concurrida, pero no tiene sentido en paseos por el monte o en una playa si en ese momento no hay una aglomeración”.
La ley, tan exigente con el uso de la mascarilla al aire libre, deja lagunas en otros ámbitos. “Es un disparate. Parece que no han entendido nada, que no tienen en cuenta la transmisión del coronavirus por aerosoles. Está demostrado que en un local cerrado con personas hablando el covid se transmite un 70% aunque haya distancias de seguridad e incluso en la habitación de al lado se transmite un 25%. Veo absurda esta normativa y no la entiendo en absoluto. Creo que deberían empezar obligar a instalar medidores de CO2 en los locales cerrados y llevar mascarilla en interiores y no aportar más confusión con normas así”, señala.
Julio Armas, un médico de urgencias alicantino con enorme predicamento en redes sociales, indicaba, por su parte: “Si seguimos exigiendo mascarillas al aire libre, incluso para tomar el sol, y no valoramos y tenemos en cuenta la calidad del aire que respiramos en espacios cerrados (colegios, oficinas y centros sanitarios) y la transmisión por aerosoles nos van venir tsunamis en vez de olas”.
Margarita Cañizares, doctora especialista en Atención Primaria, se suma a esta necesidad de regular “bien” interiores y añade el factor de la llamada fatiga pandémica, el cansancio que genera la batalla contra el coronavirus. Se calcula que a mitad de los jóvenes españoles y una cuarta parte de los adultos, dice, sufren de esta consecuencia menos visible de la pandemia y que el hecho de “cortar por lo sano” también en espacios públicos “obliga a revisar si es o no contraindicado”.
El lamento de los hosteleros
A los empresarios de la hostelería y la restauración lo que más les molesta es la imposición de mascarillas en lugares como la playa. Hasta ahora, la norma estatal sólo imponía esta prenda al aire libre si no se podía garantizar una distancia de metro y medio. Les daba un respiro para que la gente fuera a la arena o al mar y, luego, a hacerles gasto a ellos.
Jose Luis Zoreda, vicepresidente de Exceltur, la patronal turística, explica que la norma es “restrictiva y contraproducente” y por ello reclama que se modifique o matice, al menos, que es lo que ahora se va a hacer. “En un momento en el que empieza a vislumbrarse la luz a final del túnel anunciar una reforma así, contraprudecente, no tiene ningún sentido. Habría que aplicar medidas proactivas, no restrictivas”, ha lamentado, recordando que antes de la pandemia el sector aportaba un 12% a la economía nacional.
A su entender, la prioridad del Gobierno debería ser avanzar todo lo posible en el proceso de vacunación, en lugar de dar pasos “que destruyan el turismo”, después de que “no sólo la Semana Santa, sino todo el primer semestre” se hayan perdido por los datos al alza. “Se trata de recuperar la confianza del sector turística, que ha sido fundamental para salir de crisis anteriores”, ha insistido. “Así no vamos a reactivar la economía”, denuncia. Y se abona a una frase acuñada con éxito ante lo que acaba de publicar el BOE y que hoy repiten las redes sociales: “Las playas van a parecer hospitales de campaña”.
La patronal canaria, Ashotel ha emitido también un comunicado en el que se pide “transparencia” y que las medidas extraordinarias que se impongan para prevenir la enfermedad “vayan acorde a los focos en los que se producen esos contagios”. Y recuerdan que los establecimientos no son focos masivos de contagio, “por las medidas que estos implementan”.
Fuentes de la Asociación Malagueña de Hosteleros señalan que la medida no responde a criterios sanitarios claros. “Hacer obligatorio ahora el uso de mascarillas en zonas de confluencia, con los pocos turistas que ya tenemos, que no tiene sentido. Por ahora nadie ha demostrado que se den más casos en estos espacios”, sostienen.
La norma, abundan, “es desincentivadora”, sobre todo de cara a los meses veraniegos -“lo de ahora ya es un desastre”-, puede complicar la esperada remontada de ingresos. “Tienen que explicar bien la medida y escuchar al sector, también. Si tiene justificación, todos la acataremos”, concluyen.