Razones para amar el teatro clásico español (a propósito del nombramiento de Lluís Homar como director de la CNTC)
El reciente nombramiento de Lluís Homar, magnífico actor, solvente director y gestor con experiencia (fundó el Teatre Lliure y lo llevó durante años), pero que reconoce no tener experiencia en el teatro clásico español (y en español), ha llevado a una cierta desconfianza entre algunos sectores del ámbito teatral áureo de la que se han hecho eco, entre muchos corrillos privados, artículos de José Luis Romo de Liz Perales, de Raúl Losánez. La UGT y varios medios (El Mundo, Cadena Ser, etc.) han pedido acceso a su proyecto, lo que secundan muchos otros, pues su designación podría haber ido en contra del código de buenas prácticas de la institución.
Desde aquí felicito al gran actor por su nombramiento, además, quisiera, con el mayor de los respetos, presentarle al flamante director de la CNTC ejemplos de las razones por las que muchos amamos el teatro clásico español. Estas lo distinguen de los también clásicos teatros inglés o francés (que él mismo mencionara en su presentación) y también de la commedia dell´arte italiana, la otra gran tradición nacional del momento.
Invitamos desde aquí al gran Lluís a que considere estas (y otras muchas) razones para amar el teatro del Siglo de Oro:
No pongo más porque, como profe, tengo carrete. Soy filólogo y he puesto razones histórico-literarias, pero podrían añadirse multitud de argumentos desde el punto de vista estrictamente teatral como la gran labor de los últimos directores de la CNTC—Helena Pimenta, Eduardo Vasco— en buscar nuevos sellos interpretativos y escenográficos que fueran mucho más allá del “teatro de vestuario clásico”, la creación de la Joven CNTC, la internacionalización ya presente, el interés que despierta directores extranjeros—se ve con un paseíto por Almagro este verano—, la maestría del verso de la escuela de Vicente Fuentes, la ampliación del canon de Nao d´amores, la energía y conexiones internacionales de Rakatá-Fundación Siglo de Oro, la importantísima ampliación de públicos de Ron Lalá, y muchas otras compañías de prestigio como Corsario, Atalaya, Noviembre y un larguísimo etcétera.
Como vemos, los datos del teatro clásico español, como producto de consumo cultural masivo, son impresionantes y se podría decir sin irse por las ramas que el teatro del Siglo de Oro es, sencillamente, la tradición teatral más importante de la temprana modernidad. Las razones por las que popularmente se identifica esta modernidad con Shakespeare son variadas (algunas las trata magistralmente Javier Huerta en “Una tradición interrumpida: Los antecedentes de un complejo”, Cuadernos De Teatro Clásico, 22, Madrid, Compañía Nacional de Teatro Clásico, pp. 26-31). No tengo ahora tiempo de desarrollarlas sin matar de aburrimiento al personal (lo haré en un futuro), pero créanme que no me dejo llevar por efluvios patrióticos, no soy precisamente de llevar pulseritas con la bandera. Sea como sea, estas, y muchas otras, son las razones que se pueden tener en cuenta a la hora de dirigir la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Invito desde aquí al gran Lluís a que las considere.