Raquel Sánchez Silva: "Me gustaría que la tele pública pudiera sacar pecho, dar calidad y no asustarse porque un dato sea bajo"
La presentadora de 'Lo Siguiente' (TVE) lanza su nuevo libro, 'El viento no espera'.
Una cara de la tele puede escribir un libro, "pero es el mercado el que le indica si debe continuar escribiendo o no". A Raquel Sánchez Silva el mercado le ha dado su aprobación. La periodista presenta El viento no espera (Planeta), una novela que inicialmente iban a ser dos libros y que acabó siendo uno solo, que se desarrolla en Tarifa.
Su nueva publicación, repleta de personajes femeninos, le ha servido a la extremeña para reflexionar, al menos entre líneas, sobre el periodismo de hoy en día, del que está desencantada: "Creía en ello como de niña creía en los Reyes Magos". Quizás por eso ha encontrado en el entretenimiento televisivo de Lo siguiente (TVE) —programa con el que no sustituye a Javier Cárdenas (Hora Punta), que quede claro— un oasis.
En el espacio que presenta en La 1 desde finales de octubre ha recuperado de alguna forma esa ilusión que había perdido con el periodismo actual, porque en él ha recobrado la inocencia del principio. Ahora hace entretenimiento público y quiere cumplir con la responsabilidad de dar calidad "sin asustarse porque el dato sea bajo".
Los absolutos le producen pánico, los mismos que nos han convertido en la "sociedad de la clasificación y el ranking" y que están pasando factura al humor, al periodismo y al entretenimiento. Por ejemplo a GH VIP(Telecinco). Aunque no está siguiendo el programa y no conoce la gravedad de los comentarios que se emiten, confía plenamente en el sentido de la justicia de Jorge Javier Vázquez, con el que ha trabajado en Supervivientes. Al final, todo lleva a lo mismo: "¿Es tanto lo que pasa, o es más el tsunami que se está generando?".
De todo ello ha hablado en una entrevista con El HuffPost días después de presentar su libro.
Otra novela de otra presentadora. ¿Esto es una etiqueta?
Es una etiqueta, es una fórmula comercial. Es muchas cosas. Lo importante no es cómo empieza sino cómo acaba. Puede ser un ejercicio que se convierte en algo más que puntual o que se convierte en solo una experiencia. Ninguna de las dos cosas me parece mala. Todos pueden enfrentarse a ese reto de escribir y el mercado ya te dice si debes continuar o no. Pero sí, es una etiqueta, igual que la literatura indie o los blogueros. Antes eran los periodistas de televisión y ahora son los influencers, por esta costumbre de etiquetarlo todo, que parece que es tendencia.
¿Los periodistas de televisión sois menos periodistas, estáis estigmatizados para escribir?
No. Tiene más que ver con cómo lo sientas tú que con lo que te diga la gente. No sé si a la fuerza o de forma natural, cada vez le doy más peso a lo que siento que a lo que piensan los demás. Sólo te tienes que preguntar con qué honestidad estás haciendo las cosas, con qué intenciones y que sean buenas. Si de esas dos preguntas sales victoriosa, si lo estás haciendo para que la gente sea más feliz, ya está. Todo lo que se pueda decir hay que escucharlo pero hay que saber hacerlo. Estamos escuchando demasiado y gran parte de ello no es del todo cierto. En la novela también aparece esa reflexión.
¿A qué te refieres?
En este libro hay una reflexión entre líneas acerca del periodismo actual. No llegué al periodismo por vocación, pero me enamoré del periodismo, habría sido corresponsal de guerra. De esa cosa del periodismo puro, de la verdad, de contar bien las cosas, de informar a los demás, yo creía en ello como de niña creía en los Reyes Magos. Con la misma fe. Con esa cosa de lo excelente, de lo que es superior: el derecho a la información, la libertad de expresión. Y de repente, en estos últimos años, ya sea por experiencias personales o como lectora, cada vez que abro la prensa veo cómo el periodismo se desmorona. Cómo a base de mordiscos gente que se dedica a ello le va restando credibilidad, pureza, poder, objetividad, verdad, y a mí me duele en el alma porque es como si me hubiesen roto un sueño profesional. Por eso leo la prensa y me entristezco, me leo un titular que no dice nada, que es una pregunta. En toda una portada en los titulares encuentro las palabras "polémica", "tragedia", "crisis", "conflicto" y creo que las redes sociales viven al calor de eso, pero no son las culpables, porque hay una diferencia: la red social no es profesional y no le puedes pedir a todo el mundo que sea prudente, que no sea agresivo (aunque puedas tomar medidas legales si es un delito), pero sí se lo debes exigir a un medio de comunicación. Es incluso necesario un activismo en ese sentido. Usted miente y yo no vuelvo a leer su medio. Las mentiras son muy peligrosas, todos lloramos porque ahora Trump es presidente o por el Brexit. Los medios que criticaron que el Brexit ha llegado a donde ha llegado por las noticias falsas son los mismos que publicaron que les iban a quitar las ambulancias, que su vida sería peor si seguían en la Unión Europea.
Ese sueño del periodismo del que hablas, ¿es incompatible con hacer entretenimiento en televisión?
No. Es más, tal y como está el periodismo informativo ahora mismo... Los periodistas son personas que se tienen que ganar la vida y que salen de su redacción para buscar lo que le pide su redactor jefe. Ejercer el periodismo desde la honestidad es de las cosas más difíciles que hay ahora mismo, tal y como está la demanda digital y en redes sociales. Es muy difícil contar la verdad, a no ser que estés en los grandes medios, y aún así... Ahora mismo, en el mundo periodístico, el entretenimiento es un oasis. Porque el entretenimiento es entretenimiento, y te diría que hay más verdad ahora mismo en la ficción muchas veces que en los lugares que debería rellenar la verdad.
Y hablando de ficción, ¿en qué escritores te inspiras tú para escribir?
Me encanta la literatura americana, me gusta Paul Auster, Philip Roth, también los japoneses como Haruki Murakami... Pasé mi fascinación por los escritores latinoamericanos, J.M. Coetzee también me encanta. Lo de 'inspirarme' me parece un poco arrogante, porque si leo los clásicos lo primero que hago es sentirme superpequeñita —también me pasa con la última novela de Almudena Grandes [Los pacientes del doctor García]— y los miro desde la rendición, desde el que mira a ese lugar al que nunca llegará. Me inspiran en aspirar, en desear, en soñar esa profundidad. Y a veces, cuando escribo, en momentos puntuales creo que puedo conseguirla. Si lo consiguiera en las 400 páginas sería un genio, pero conseguirlo dos o tres veces en la novela es mucho.
La mayoría de tus personajes son femeninos. ¿Hay una sobrepublicación de novelas en femenino?
No es intencionado. Es más, en la vida real tengo muchas amigas, pero el peso masculino es importantísimo. En las novelas busco mujeres porque creo que tengo que encontrar en mí muchas sensaciones y recuerdos, pero mujeres erráticas, equivocadas, humanas, que sueñan, que rompen, que la lían parda, y me reconcilio con la mujer, porque lo hago también conmigo misma. Lo de los personajes masculinos tampoco lo hago tampoco queriendo, pero en este libro hay uno, un vagabundo, que es de esos hombres que te querrías encontrar siempre para charlar. Sin embargo, mis personajes masculinos acaban convirtiéndose en personas muy indeseables y digo, ¿por qué? Cuando escribo me dejo llevar. Nunca he escrito un final que hubiese preparado. Y si este señor se ha convertido en un auténtico piii, que le voy a hacer. Entre las mujeres también hay de todo, pero tienen otra luz.
¿Entonces no tienes guión?
Sí, tengo un guión previo. Este libro eran dos novelas distintas y decidí unirlas, porque la vida es así. Lo más dispar se cruza, siempre hay una motivación, un momento que hizo que todo se precipitara. El libro habla del Estrecho porque es una figura metafórica, porque la vida es un océano enorme lleno de posibilidades y de repente se estrecha, por una enfermedad u otro dolor. De repente el océano se convierte en un pasillo, con un montón de trampas que no te dejan pasar al otro lado. El viento viene cuando le da la gana. Todos buscamos un lugar calentito como el Mediterráneo, un lugar tranquilo.
¿De dónde sacas tiempo para plasmar todos esos guiones, para escribir?
He tenido tiempo porque la tele ayuda a esa especie de engaño temporal. De enero a marzo, cuando se emitía Maestros de la costura, ya estaba escribiendo, y hasta el otoño que es cuando realmente ha enloquecido todo con Lo siguiente, he estado bastante libre para escribir. Ya en Likes la productora 7 y Acción me dejaba un cuarto con pizarras y llevo años ideándola.
Y entre tanto tiempo. ¿Qué eres menos: madre, escritora o periodista?
Nunca me querría plantear qué soy menos. Soy la madre que soy y no creo que se pueda ser más y mejor ni menos y peor que otra. Hay muchas cosas de la vida en las que la comparación es un espanto, casi todas, porque se puede salir malherido y no es necesaria. Soy la que soy y lo intento hacer lo mejor posible y eso ya es suficiente. Si me dan rabia las comparaciones entre otras personas, imagínate para mí. Somos la sociedad de la clasificación y el ránking. Para todo. Hemos perdido toda la gama de grises. Todo es tragedia o extrema felicidad. Todo es el bueno, el malo, el peor, el mejor, el éxito, el fracaso. Soy una persona bastante más mediocre, vivo en la gama de grises. Hay días que me siento una gran periodista y otros días no tanto. Los absolutos me producen pánico, me ponen mal cuerpo. No creo en ellos.
¿Cómo llevas la conciliación?
¿Cómo voy a hablar de conciliación, yo que tengo ayuda en casa? No puedo ser un ejemplo de nada y muchísimo menos quejarme, con la cantidad de mujeres que están solas para salir adelante.
¿Cómo ves la situación laboral de la mujer? ¿Has sufrido alguna vez machismo en el trabajo?
Por supuesto soy feminista y todo el debate que se está montando es bueno. Estamos viviendo la parte más compleja, cambiar una rutina. La sociedad se ha dado cuenta ya de todo, pero cambiar una rutina es muy difícil. Cuando nuestros hijos alcancen su madurez esto será otra cosa, porque lo importante es educar desde la normalización y la inclusión, y es lo que va a cambiar todo. Que este mundo sea más justo con las mujeres depende de hombres y mujeres y solo puede tener final feliz si todos visualizamos ese final feliz. Si partimos de "lo que es mejor para mí es peor para ti" nunca pasará nada bueno. Creo en el contigo y no en el contra ti. Nunca he vivido eso en la tele. Es verdad que la brecha salarial es un hecho en todo, pero también es verdad que en programas en los que estaban hombres en la terna se me ha elegido a mí. Hay más hombres famosos que mujeres famosas que cobran mucho, pero nunca he sentido que mi condición de mujer me haya perjudicado a la hora de trabajar. Sí que socialmente ahora mismo es un problema grave. Mi manera de entender el activismo feminista es educar en mi casa. Es la única manera que tenemos de que llegue a buen término, que esa normalidad e igualdad sea la base. No me gusta darme protagonismo en ese debate porque son ellos quienes lo van a cambiar.
También en el terreno del trabajo, le has pedido a TVE tiempo para competir con El Hormiguero. ¿Cómo pretendes comerle terreno a Pablo Motos?
He estado trabajando en Likes (#0) con El Hormiguero al lado y conozco la genialidad del equipo de ese programa. Mi objetivo no es ganar a Pablo porque es imposible. Es como si leo Madame Bovary y pienso que voy a escribir algo igual. Imposible. A lo mejor cuando empezó El Hormiguero tampoco él pensó que llegaría a tanto. El objetivo es ganar cada día espectadores que piensen 'cuánto mola ver el programa'. Cada día que salgo pienso 'a ver si se nos quedan diez o veinte más para toda la semana'. Yo empecé en la tele pública como periodista de informativos y con la vuelta a TVE siempre pienso que estoy haciendo tele pública y vuelvo a sentir esa ilusión que sentía haciendo periodismo informativo cuando hago entretenimiento público. En uno de los programas dimos voz a chavales que no superaban los 20 años, también quisimos saber qué piensan sobre la homosexualidad y la discriminación. Me emocioné pensando en lo que acabábamos de emitir en la tele pública, y eso me transportó a esa especie de inocencia de las cosas que hay que hacer. ¿Eso va a llevar al programa a convertirse en un referente? Ojalá. Que no sea por no intentarlo. Acomodarse es lo más sencillo y me gustaría que la tele pública pudiera un día sacar pecho y decir 'yo no soy un esclavo del 18%, tengo una responsabilidad de dar calidad'. Y darla y no asustarse porque un dato sea bajo.
Curiosamente, hablas de tu vuelta a la tele pública como si te sintieras mucho más libre que en una cadena privada, cuando la sensación del espectador es justo la contraria.
En el entretenimiento sí. Siento que TVE deja hacer y construir y la que me ha tocado vivir ahora quiere calidad en sus contenidos y responsabilidad, y creo que está haciendo otros ejercicios: van a hacer un programa de humor (Ese programa del que usted me habla), algo que se ha convertido en un territorio tan delicado que no todo el mundo se quiere meter, y la televisión pública también lo tiene que hacer. Si hay que reírse de los políticos, ¿por qué no si se hace desde el humor? Las denuncias acerca de la manipulación política de todas las televisiones, también de las privadas, inculca en el espectador esa idea de control político. Me siento muy libre en TVE, no para hacer lo que me dé la gana pero sí para hablar de todo. Lo que no puede ser es que sea de un día para otro, porque tampoco es natural.
Hablando del momento delicado que está atravesando el humor. ¿A qué dirías que responde?
A los juicios sumarísimos. El humor buscaba ese nicho en el que sabía que estaba la risa y cuando nos estábamos riendo nadie pensaba en hacer daño y creo que tampoco el que hace el chiste. Creo que analizar el pasado desde el presente es injusto. ¿Quién nos dice que las personas que nos lean dentro de 30 años no pensarán que somos unos bárbaros? Hay un límite muy fino entre la libertad de expresión, que hay que respetar siempre, y ese humor que utiliza la incomodidad para hacer humor. Estamos perdiendo la capacidad de reírnos de nosotros mismos. Ya no nos movemos bien en esa fase más calmada, en intentar comprender... El humor también está pasando por eso. Todo está pasando por la radicalización de que todo tiene que polarizarse y eso hace que la sociedad sea más injusta. O eres bueno o eres malo.
Algo que está atravesando por eso también es GH VIP. Sobre todo, se le acusa de reforzar el machismo por no expulsar disciplinariamente a uno de sus concursantes. Tú has trabajado con Jorge Javier Vázquez. ¿Qué opinas?
No lo estoy viendo, pero Jorge Javier también se enfada por eso, ¿no? Porque lo leo. También te digo que veo los titulares y me los creo a medias. Nos movemos con mucha comodidad en esto y me da un miedo... Venga el machismo, venga bronca. Si lo estás viendo como entretenimiento y te lo pasas bien, genial. Si enciende en ti agresividad, no sé... Estoy segura de que Jorge es el primero al que todo esto le molesta. Seguro, porque conozco el equipo que hace GH VIP y sobre todo conozco a Jorge. No veo el programa y no me quiero lanzar a decir cosas porque no sé la gravedad de los comentarios de los concursantes, pero de una cosa estoy segura, lo que estén haciendo no lo estarán haciendo a la ligera. Estará habiendo una reflexión y Jorge no quiere ser injusto en nada de lo que haga. Entonces esa reflexión la estará haciendo y le estarán dando vueltas. Confío en los equipos, yo hacía el Última Hora como Lara Álvarez. En esa polarización los medios de comunicación están haciendo un ejercicio muy peligroso porque ¿es tanto lo que pasa, o es más el tsunami que se está generando? Y no lo digo por GH VIP.