Radiografía de los disturbios por Pablo Hasél: más allá de la libertad de expresión
Detrás de la violencia hay una generación harta, marcada por dos crisis muy seguidas, que ha perdido la fe en el futuro.
Tras casi una semana de disturbios diarios por la encarcelación del rapero Pablo Hasél, cabe preguntarse porqué los jóvenes han tomado las calles con semejante contundencia. El grito en defensa de la libertad de expresión es la excusa, según los expertos consultados, para canalizar el descontento social que sacude a quienes tienen entre 16 y 30 años. Esa generación está marcada por dos crisis muy seguidas, la de 2008 y la que ha provocado la pandemia, y ha perdido la fe en el futuro.
“Detrás de este estallido hay un malestar larvado desde hace muchos años. No solo desde la última crisis económica, porque de la de 2008 íbamos saliendo poco a poco. Pero, inmediatamente, vuelve una nueva crisis cuando los jóvenes no habían salido aún de la anterior”, explica Juan González-Anleo, sociólogo en la escuela de negocios ESIC, experto en juventud y autor del libro Generación selfie.
Las estadísticas que permiten radiografiar a la juventud son preocupantes. Elena Ruiz Cebrián, presidenta del Consejo de la Juventud de España, cita apesadumbrada algunas de ellas: “El 40% de la población joven está en situación de desempleo no voluntario. El 30% se encuentra en una situación de riesgo de pobreza y exclusión social. Además, el 66% de quienes tienen entre 24 y 39 años ha visto reducido su salario o sus ingresos por la situación de este último año de coronavirus. Y el 50% ha visto reducida su jornada laboral”.
Por eso, para González-Anleo no son extraños los disturbios: “Lo radical son estos jóvenes, pero también lo es la situación de la juventud española que tiene que aceptar salarios que son de risa cuando tienen que pagar alquileres de 700 u 800 euros, que tiene que vivir con sus padres hasta los 35 años y que es una de las juventudes con menos trabajo y más horas extra de toda Europa. En los últimos 30 años ha habido periodos de un poquitín de mejora, pero los índices de pauperización de la juventud han ido creciendo y creciendo. Esto es insostenible y es la gasolina que ha provocado que una chispa un poco tonta, como la encarcelación de Hasél, haya prendido este fuego”.
Su colega Pedro Alberto García Bilbao, profesor de Sociología en la Universidad Rey Juan Carlos apunta causas más allá del descontento: “El estallido ligado a la entrada en prisión de Hasél ocurre en un contexto concreto en el que hay malestar social, pero este no explica por sí solo las manifestaciones. Hay un componente de solidaridad en mucha gente que ha expresado preocupación por las restricciones de libertad de expresión que también evidenció el caso Guiñol”.
Este experto, no obstante, también apunta a la quiebra de expectativas vitales en los jóvenes como motor de los disturbios: “Existe una situación de bloqueo generacional y falta de expectativas muy grande. Esto es un dato objetivo. Pero el de los jóvenes no es el único grupo social afectado. Hay preocupación y problemas en agricultores, sanitarios, autónomos, hosteleros... Estas tensiones ya eran pre-pandemia y la pandemia las ha agravado. Y, pese a ello, no ha habido expresiones violentas ni movilizaciones masivas como ha ocurrido en Francia con los chalecos amarillos, en Inglaterra con los Riots londinenses o en EEUU con el Black Lives ya en plena pandemia”.
Una de las preguntas que abordan las tertulias de los medios estos días, especialmente tras la condena expresa de la violencia que hizo Pedro Sánchez, es por qué estos jóvenes no canalizan su descontento a través de la protesta pacífica. El sociólogo González-Anleo responde con la pancarta de la manifestación de Barcelona de este fin de semana: “Nos habéis enseñado que la protesta pacífica no sirve para nada”, se leía en ella.
Lo cierto es que la desafección afecta con más fuerza a los jóvenes. Se puede decir que la generación más conectada ha desconectado de la política, algo que no es un fenómeno exclusivo de España. La desafección juvenil se extiende por todo el mundo. Los nacidos entre 1981 y 1996 son ya la generación más descontenta con la democracia, según un estudio del Instituto Bennett de Políticas Públicas de la Universidad de Cambridge, titulado Juventud y satisfacción con la democracia: ¿Cómo revertir la desconexión democrática?
El profesor de Sociología de la Universidad de Barcelona Víctor Climent cree que el hecho de que la política se haya convertido en un “espectáculo lamentable” está detrás de esta desconexión: “Tendríamos que retirar a una serie de políticos mediocres, muy tóxicos, que secuestran la política para sus propios intereses. Si esto desanima a las generaciones que tenemos una cultura política arraigada, es lógico que los jóvenes directamente desconecten. ¿Cómo quieren que participen en esto?”, se preguntó en La Vanguardia.
Ruiz Cebrián, del Consejo de la Juventud, reconoce la desafección. “No se está escuchando a la generación joven, no se está dando respuesta a sus problemas y eso está generando una desafección brutal. Si conectamos esto con la situación política, donde se ven casos de corrupción, vemos que el sistema político no se corresponde con el ideal de los jóvenes. No tenemos en mente convocar manifestaciones, pero vamos a actuar como interlocutores con los poderes para revertir la situación de precariedad”.
“Los jóvenes pertenecen a lo que algunos expertos llaman generación click, es decir, una generación que está acostumbrada a hacer click y que pase algo. Y claro, los jóvenes salen a la calle por el clima, etcétera y, sin embargo, no pasa nada. El sistema sigue como una trituradora que no para nadie. Desde el 15M se han quebrado las expectativas. Ya entonces, en una encuesta del CIS, el 79% de la población decía estar de acuerdo con las demandas jóvenes. Pero entraron los medios, los debates, las tertulias y el señalamiento de la juventud y esto se desmontó. Y luego no pasó nada. Nada mejoró”.
El Consejo de la Juventud aclara que no ha participado de la convocatoria de los disturbios. “Movimientos internos habrá habido pero no se ha hecho a nivel asociativo, se ha hecho más a nivel individual. Defendemos el derecho legítimo a la protesta pacífica y a la defensa de la libertad de expresión. Pero entendemos que todo lo que está ocurriendo no es solo fruto de una cuestión aislada, sino de un cúmulo de desasosiego”, dice la presidenta.
Violencia es igual a criminalización de los jóvenes
La violencia es el otro gran vértice de la situación. “Sobre los incidentes violentos y los saqueos, que son los que han alarmado tanto, debe recordarse que son muy parecidos a los ocurridos antes en eventos deportivos y de todo tipo, sean políticos o no. Debe separarse la parte de los choques entre manifestantes y policía con lo que es vandalismo. Pero lo que queda claro es que la violencia retrae a las personas a manifestarse normalmente. Dar visibilidad a los violentos quita la palabra a los que desean expresarse con libertad y garantías”, explica García Bilbao, de la URJC.
El problema de los violentos, además de los daños personales y materiales que causan, es que cuelgan un sambenito injusto: la criminalización de los jóvenes. “Esto pone a toda la sociedad en contra de la juventud, porque piensa que son unos radicales y unos inadaptados. Claro que son tres gatos, porque 3 gatos se atreven a salir a la calle, pero toda la juventud está muy cabreada. Ningún tipo de violencia es legítima, pero hay que recordar que otro tipo de violencia es la estructural. Una violencia que ejerce el propio sistema para que un joven no pueda independizarse, no pueda casarse, no pueda vivir solo y cobre una miseria. Eso también es violencia”, zanja González-Anleo.