Quim Torra, un fantasma con cuentas pendientes
Más de dos meses después de su inhabilitación, el expresident ultima su oficina en Girona con fondos públicos mientras se recrudece la batalla entre ERC y Junts.
¿Se acuerdan de él? Quim Torra lleva casi tres meses fuera del Palau de la Generalitat. El president inhabilitado deambula por la política como un fantasma con cuentas pendientes. Esta semana presentó a la alcaldesa de Girona su plan para llevar allí, a la Casa Solterra, su oficina de expresident.
El entorno de Torra no aclara aún qué hará en ella, pero hay quien teme que la pondrá al servicio no solo del independentismo, sino de Junts, el archirival de ERC antes de las elecciones del 14 de febrero. “Usará su oficina para seguir con el relato de ‘España nos roba’ y ’España es muerte y paro”, aventuran los ‘comunes’. Y que lo hará, además, con el dinero de todos los catalanes.
El resto de expresidentes también tiene una. La del socialista José Montilla costó el año pasado 462.113 euros, la de Artur Mas 284.864, 129.729 la de Pasqual Maragall y 91.747 euros la de Carles Puigdemont. Cuatro partidas que no recogen el coste de coches oficiales y escolta policial. En el Parlament aún no saben cuánto costará la delegación personalísima de Quim Torra.
Si por algo se recordará al último expresidente, creen en su partido, es por haber sido el president del coronavirus, una crisis sin precedentes que le ha obligado a conectarse con España mucho más de lo que deseaba. En estos meses, la covid-19 ha conseguido sentarle en lugares insospechados hasta hace tan solo un año, en sitios donde se toman decisiones que afectan a toda España y se rinden homenajes para todos los españoles: conferencias con presidentes autonómicos y tributos de Estado con Felipe VI.
Propios y extraños en su coalición le reconocen su labor contra la covid-19. “Deja el legado de una gestión impecable contra la pandemia y el de no haber renunciado a principios tan básicos como la libertad de expresión”, cuenta Míriam Nogueras, número dos de Junts en el Congreso. En las filas de ERC, sin embargo, cuesta más definir la herencia de Torra.
El portavoz de los republicanos en el Parlament, Sergi Sabrià, se lanza a hacerlo tras un largo silencio en busca de las palabras exactas: “Toda la dimensión del presidente se aprecia a partir de la pandemia. Torra no venía del ámbito político y su legado es la gestión de una pandemia que deja a la mitad obligado por la represión”.
Torra, el mártir
Hay políticos en Cataluña, sin embargo, que ven más allá del coronavirus para valorar a Torra y que ponen el foco en un presidente que, hasta la crisis sanitaria, vivió de los ritos de una república que no existe: “No se echa de menos a Torra. Quedó atragantado con tanto simbolismo, tanta gesticulación y tan poca política real. Además, hizo declaraciones muy perjudiciales para Cataluña, como que el autogobierno era un obstáculo para la independencia. Menospreció las instituciones catalanas. Incluso la que él ostentaba”, lamenta Jessica Albiach, portavoz de los ‘comunes’ en el Parlament.
El independentismo construye mártires. No solo lo hizo con los presos del procés. También lo ha hecho con Torra, cuyo delito fue desobedecer a la Junta Electoral Central al negarse a retirar las pancartas secesionistas de los edificios públicos en periodo electoral. “Cabe recordar al president Torra, inhabilitado por el Estado español en plena pandemia. Por eso, en Junts seguimos contando con su experiencia. Forma parte del proyecto”, lanza Nogueras.
Su inacción fue una autopista hacia su salida y su posterior beatificación en el santuario secesionista. Todo un premio a quien ha dedicado sus pensamientos más íntimos a la entelequia independentista. Pero el consenso entre Junts y ERC, las dos grandes almas soberanistas, termina ahí: en hacer de Torra un héroe de la causa, porque beneficia a ambos. Eso sí, la lucha para hacerse con las riendas de Cataluña sigue siendo descarnada.
ERC ha escrito otro guión. El fin de la película es el mismo: independencia, pero los de Oriol Junqueras quieren dirigir la función. Nada de coproducciones. En las filas republicanas creen que la estrategia pasa obligatoriamente por “gestionar el mientras tanto”, dice Sabrià. Y eso les ha hecho apuntalar los presupuestos generales del Estado y hacer menos ruido. Porque esas cuentas, dice el republicano, aun no siendo “las que merecen los catalanes”, les dan 300 millones más.
La lectura de sus rivales no puede ser más diferente. “Se ha desaprovechado la fuerza de 23 diputados independentistas en el Congreso. Y se ha renunciado a hacer un frente común para defender los intereses de Cataluña por motivos puramente partidistas. Eso es lo que la ciudadanía no entiende. Creemos que hay tentación en ERC de pactar con PSC y ‘comunes’. Ya han hecho president dos veces a un socialista y ahora les han votado los presupuestos... Por eso es importante que Junts saque un buen resultado el 14 de febrero”, dice Nogueras, quien ve al Govern sumido en una falta de liderazgo clara desde que Torra dijo adiós.
En ERC, quizá por no perder raza independentista, insisten en que es “absolutamente imposible” que su partido llegue a un acuerdo con PSC y Comunes. Repiten machaconamente que su preferencia es apoyarse en Junts, un partido al que no fiarían la gestión de Cataluña porque ven a sus dirigentes como irresponsables por no apoyar las cuentas de Pedro Sánchez. Y un partido al que animan a dejar claro qué quiere hacer después de 14 de febrero.
La gran pregunta a lo que ocurre en Cataluña es por qué los partidos independentistas claman por una unidad que luego dinamitan. “Eso lo tiene que contestar ERC. Nosotros siempre hemos defendido la unidad e ir juntos. Porque juntos hicimos el 1-O y separados no pudimos restituir en su cargo a Puigdemont”, explican en Junts. “Las propuestas que tenemos respecto a Junts son distintas y están bien que pasen por las urnas y que la gente sea capaz de escoger cuál es la vía. La nuestra es muy clara: superar el 50% en las elecciones, que es un hito que no hemos conseguido todavía”, responden en ERC.
Quien lo ve desde fuera de la lucha por la hegemonía hace otro análisis: “Durante mucho tiempo parecía que la única manera de ser buen catalán era ser independentista. Si no lo eras, eras una traidora. Y, al final, estas dinámicas te acaban engullendo. Cuando escuchas los discursos no están preocupados por ver qué salidas le damos a la crisis, si no por ver quién gana y ocupa los principales sillones independentistas y ver quién consigue la hegemonía”, dice Albiach, de los ‘comunes’.
En esas anda la política catalana, que intenta superar la crisis que ha provocado un virus que cada día mata a decenas de personas, pero que tiene la mirada puesta en la estelada y en las urnas. Porque quien tenga más fuerza para agarrar la bandera independentista, tendrá el poder que perdió Torra.