¿Quién era Shinzo Abe?
Nacionalista para unos, populista para otros fue el primer ministro más longevo de Japón. En todo ese tiempo trató de dar un vuelco a la política económica y militar nipona, hasta que se topó con su némesis, los problemas de salud.
El ex primer ministro japonés Shinzo Abe es imprescindible para comprender los profundos cambios políticos y sociales que se han vivido en Japón en la última década. Aunque llevaba apartado del cargo desde septiembre de 2020, su nombre a vuelto a los titulares tras morir asesinado en un atentado perpetrado por Yamagami Tetsuya, un hombre desempleado de 41 años y exmiembro de las Fuerzas Marítimas niponas que le ha detonado varios disparos y uno le ha alcanzado por la espalda durante un acto electoral.
Abe fue el primer ministro más longevo en el cargo de la historia nipona, ocupándolo desde diciembre de 2012 a los primeros compases de 2020. En agosto de ese último año se vio obligado a anunciar su renuncia por problemas de salud continuados. Una colitis ulcerosa crónica que le apartó del poder y le entregó las riendas a Yoshihide Suga mediante una elección indirecta.
Nacionalista para unos, populista para otros, el conservador ha pasado a la historia por dos grandes flancos. A un lado el económico, pues bajo el concepto de las Abenomics trató de impulsar transformaciones basadas en tres ejes: un estímulo monetario masivo, aumento del gasto público y reformas económicas significativas. A pesar de la ambición, acabaron suponiendo una transición tranquila.
Al otro lado, el militar. Shinzo Abe siempre ha sido un firme defensor de poner fin a la línea que obliga a Japón a la moderación, fruto de un artículo 9 de la Constitución nipona marcada por la derrota de la Segunda Guerra Mundial. También ha esgrimido siempre lo que se denomina como “teoría del primer golpe”, en referencia a la amenaza que simboliza Corea del Norte para los intereses japoneses. En líneas generales, que Japón debe contar con capacidad de poder bombardear las bases en Pyongyang con el pretexto de la legítima defensa. También ha apostado por EEUU como aliado en esa estrategia de poder volver a contar con fuerzas militares, además de querer rebajar tensiones con China. Lo segundo con menor efecto real, claro.
El comienzo de su historia
Su historia comienza en la capital nipona. Nació en Nagato en 1954, se crio en Tokio y se graduó en Ciencias Políticas por la Universidad de Seikei en 1977. Antes de comenzar a trabajar en la industria Kobe Steel tuvo un breve paso por la Universidad de California para continuar sus estudios como politólogo. En 1982 arrancó su carrera política, siguiendo la estela familiar. Fue asistente ejecutivo del Ministro de Asuntos Exteriores, secretario personal del presidente del Consejo General del Partido Liberal Democrático (LDP), y secretario personal del secretario general del LDP.
En 1993 fue elegido diputado por la prefectura de Yamaguchi, la mayor victoria electoral que se habría registrado nunca en ese distrito. Un preludio perfecto para entender lo que vendría. En 2005 fue escogido secretario en jefe del quinto Gabinete de Koizumi, reemplazando a Hiroyuki Hosoda, después de haberse popularizado como negociador ante el secuestro de familias japonesas en Corea del Norte.
Solo un año después, en 2006, se aupó como líder del LDP y se ganó el afecto de Yoshirō Mori, el anterior primer ministro que ordenó el cierre de filas en torno a la facción de Abe. Ese mismo año, se convertía en el primer ministro electo más con 52 años, una cuestión de relevancia si se tiene en cuenta que la sociedad japonesa prima la experiencia, la gerontocracia y es extremadamente respetuosa con los mayores en todos los ámbitos de la vida social y política. Lo que Abe no sabía entonces es que acabaría superando a su tío abuelo Eisaku Sato (noviembre de 1964 y julio de 1972), como el japonés que más tiempo pasaría al cargo del país.
No obstante, su primera experiencia en el poder solo duró hasta el 2007. Alegó problemas de su salud para anunciar su dimisión, pero su partido se había dado un batacazo electoral en las elecciones a la Cámara de Consejeros. A partir de ahí comenzó un período convulso con cinco sucesores que no aguantaron en el cargo más de 16 de meses.
Sin embargo, aquel no fue el final de Abe. Todo lo contrario. Regresó en septiembre de 2012 sin que nadie se lo esperase. Tampoco el exministro de Defensa Shigeru Ishiba que fue derrotado perdiendo el liderazgo del partido. En diciembre obtuvo otra mayoría arrolladora que le permitió sumar otro hito a su trayectoria política. Se convirtió en el primer ex primer ministro japonés en volver al poder. Un poder que volvió a conquistar en términos similares en 2014 y 2017 y le permitió desplegar las políticas antes mencionadas.
En todo ese tiempo también tuvo que afrontar dos momentos cruciales para Japón, las tareas de reconstrucción tras el tsunami y la catástrofe de la central nuclear de Fukushima en 2011. En el cénit de su mandato, también vio cómo la pandemia del coronavirus ponía en jaque el gran proyecto económico que debía ser acoger los Juegos Olímpicos de Tokio. Unas olimpiadas llamadas a dar un nuevo impulso transformador al país, que finalmente acabaron realizándose de forma descafeinada e incluso se ganaron el rechazo de parte de la población que temía rebrotes de coronavirus por la entrada de deportistas extranjeros.
Una figura controvertida por el revisionismo
Por otra parte, Shinzo Abe también ocupa un lugar relevante en la historia de Japón por su posición nacionalista, pero sobre todo por su postura revisionista con aspectos que simbolizan pilares centrales de la posguerra. Es miembro del lobby Nippon Kaigi y ha cuestionado que los denominados como criminales de guerra Clase A, aquellos condenados por el Tribunal de Tokio tras la Segunda Guerra Mundial, lo sean.
Pero mucho más que eso. Sus tesis revisionistas le han llevado a acercarse a organizaciones como Sociedad Japonesa para la Reforma de los Libros de Texto de Historia, una entidad que lideró y que defiende que los soldados japoneses no sometieron a mujeres a la esclavitud sexual durante la guerra sino-japonesa y la Segunda. Lo que contradice a la mayoría de historiadores.
No es la única gran controversia que ha acompañado a Abe. También ha estado rodeado de polémica por su rechazo a que las mujeres puedan ostentar el título de emperatriz y sentarse en el Trono de Crisantemo, es decir ocupar la jefatura del Estado.