¿Quién es el verdadero "tentado" en 'La isla de las tentaciones'?
El problema más grave de este tipo de espectáculos dantescos es que los adolescentes se están educando con ellos.
El sufrimiento y la humillación pública de algunos personajes televisivos se han convertido, en las últimas semanas, en el entretenimiento favorito de media España. La culpa la tiene La isla de las tentaciones, un reality en el que varias parejas jóvenes se separan para poner a prueba sus celos, mientras observan estoicamente cómo sus novios/as caen en la tentación y les ponen los cuernos. ¿El resultado? Millones de comentarios y memes inundando las redes. Barrios enteros gritando por la ventana a la 1 de la mañana. Selecciones deportivas haciendo retos virales. Y un sinfín de debates en medios, oficinas y bares cuestionando la decencia de los concursantes. La pregunta es: ¿quién ha caído en la trampa?
Tenemos la mala costumbre de disfrutar mirando “por encima” a los que están en desventaja, pero cambiemos de perspectiva y miremos “hacia arriba”. A la vez que nosotros hacemos chistes sobre los cuernos que se gastan en la isla, los directivos de Mediaset se están frotando las manos viendo lo ingenuos que somos y la facilidad con la que nos tragamos todo. Asumamos de una vez qué es la telerrealidad: estos shows ya no van de personas que eligen libremente participar en un programa, ¡que llevamos muchos años de realities a la espalda! La isla de las tentaciones es un nuevo título hecho con parejas recauchutadas de otros programas o lo que viene siendo lo mismo: colaboradores habituales de Telecinco. Mujeres, hombres y viceversa o First dates les han visto nacer y esta es solo una línea más en su haber. Ser concursante de realities ya se ha convertido en una profesión en sí misma, como la de ser influencer o youtuber. Si lo haces bien y das juego te aseguras una silla como comentarista, realizas bolos pagados en las discotecas o te llaman para la siguiente edición de Gran Hermano o de la misma isla. Puede que las parejas sean de verdad, pero estos concursantes no son nada inocentes: saben perfectamente que, si no llenan horas de contenidos y alimentan otros programas, pierden.
Este show es pura manipulación, desde las parejas que han elegido para concursar, hasta los vídeos que deciden enseñar (y ocultar), pasando por las fiestas y actividades que realizan, diseñadas para conseguir las escenas concretas que les pueden a afectar. ¿Y la figura de los “tentadores”? Modelos, actores y exconcursantes de otros realities contratados para lograr el momento morreo o revolcón. ¿Qué les dirán a sus víctimas cuando salgan? “Venga, pues hasta aquí ha llegado mi trabajo. Gracias”. Por cierto, que te paguen por tener sexo con alguien ¿no es prostitución? Varios medios ya han destapado que alguno de ellos es gigoló.
El problema más grave de este tipo de espectáculos dantescos es que los adolescentes se están educando con ellos. La franja de edad más seguidora del programa está entre los 13 y los 24 años. El entretenimiento también educa, queramos aceptarlo o no. A través de los personajes televisivos o de ficción entendemos lo que está valorado o castigado en nuestra sociedad, se llama socialización. Este programa está contribuyendo a construir una idea de pareja estereotipada, desde una perspectiva muy limitada (la de la exclusividad) y bastante dañina (la de los celos y la posesión). Además de provocar millones de comentarios machistas sobre las mujeres que toman decisiones sobre su cuerpo: ellas son “putas”, “malas personas”, “sinvergüenzas” o “tóxicas” si se enrollan con alguien de la isla, mientras que ellos son unos santos, aunque lo hagan por despecho. Un cóctel de valores tremendamente edificante para la gente joven.
Que permitamos y contribuyamos a que existan programas que hacen caja con la desgracia ajena debería hacernos recapacitar. Que cada vez haya más programas que se basan en el sensacionalismo o entretenimiento y menos en la información y la reflexión, debería ponernos a temblar. Que estemos escribiendo miles de tuits y de artículos sobre la ética de los concursantes, pero no sobre la de los responsables de ese tipo mensajes, es para hacérnoslo mirar. Pero nosotros seguimos a lo nuestro atiborrándonos a miserias, morbo y cotilleo. Los responsables de La isla de las tentaciones han colocado un cebo y somos nosotros, que no los concursantes, quienes hemos picado el anzuelo.