Querida mamá: que no te dé vergüenza pedir ayuda
Escrito por Colleen Temple.
A veces siento que no voy a llegar al final del día sin desmoronarme. Otros días siento que tengo que meter a mis hijos en el coche, cargarlo con nuestras cosas e ir en dirección norte o sur. Hacia el norte si voy a Vermont, para que me ayude mi familia política; hacia el sur si voy a Nueva York, donde están mis competentes padres. Y es que muchos días siento que no soy capaz de superar la jornada yo sola.
Soy incapaz de mantener las energías hasta las 18:30 o las 19:30, que es cuando mi marido aparece por la puerta y por fin puedo tomarme un respiro. O en vez de un respiro, un rato de concentración para terminar algún trabajo.
No puedo amamantar a un bebé recién nacido una y otra vez y seguir entreteniendo a otro de mis pequeños, que piensan que soy omnipotente y están todo el día: "¡Mami, mira!", "¡Mami, cógeme a upa!" y "¡Mami, ven a jugar!".
Soy incapaz de enseñarle a mi hijo de 4 años todo lo que me gustaría porque tengo que centrar mi atención en un millón de otros asuntos que requieren solución, todos al mismo tiempo, al parecer.
Soy incapaz de conseguir tiempo de calidad a solas con cada uno de mis hijos porque estoy siempre intentando contentarlos a todos y "equilibrar" todas mis responsabilidades al tiempo que intento equilibrar el cansancio con mi sobrecarga de tareas.
Soy incapaz de terminar de editar los artículos que tengo pendientes porque tengo unos hijos que están siempre llamándome, o porque hay que hacer la comida, o porque hay alguna nariz que sonar, o porque hay un sótano inundado reclamando mi atención.
Soy incapaz de ducharme, vestirme, maquillarme, tener la casa limpia, terminar mi trabajo, alimentar bien a todo el mundo tres veces al día, mantener a todos felices como perdices todos los segundos del día, asegurarme de que todas las riñas quedan resueltas con todo el mundo feliz y con la lección aprendida, programarme al detalle el calendario, preparar alarmas para todo lo que necesito recordar, conectar con mi marido para que no nos limitemos a esquivarnos como dos navíos, seguir asistiendo a los viajes de trabajo y conseguir cuidar de mis hijos, etc., etc., etc., bis, bis, bis, hasta el infinito y más allá.
No. Puedo. Hacerlo. Yo. Sola.
Hace poco le dije a mi hermana: "Me siento como si me estuviera ahogando. Estoy completamente desbordada".
Y fue en ese momento, al pronunciar aquellas palabras entre lágrimas de tristeza, agobio y fracaso, cuando me di cuenta de algo:
Me sentí mejor.
Me sentí mejor al contarle a alguien que me estaba ahogando con... bueno, con todo. Tras dar a luz a mi tercer hijo y con un nuevo proyecto de trabajo que estoy tratando como si fuera mi cuarto hijo, con una guardería insuficiente y con un marido que trabaja un montón de horas, estoy desbordada. Bastante he tenido ya. Sigo en medio del remolino, tengo tres hijos y necesito ayuda.
Sabía que necesitaba ayuda, y ya le pedía ayuda a mi familia política y a más gente, pero supe entonces que tenía que encontrar un modelo más sostenible de ayuda.
No quiero renunciar a nada de mi vida. Me encanta mi trabajo y quiero más. Quiero a mis hijos y quiero más tiempo de calidad con ellos. Amo a mi marido y quiero tener más citas con él por la noche. Adoro a mis amigos y quiero verles más. Me gusta sentirme sana y necesito más tiempo para hacer ejercicio o para sentirme realizada.
Me encanta mi vida y necesito dar con la forma de disfrutar al máximo de toda la belleza que hay a mi alrededor, pero sin sufrir todo el estrés día tras día.
¿Cómo puedo sentirme afortunada por todo lo que tengo si todo lo bueno acaba nublado por la ansiedad?
¿Cómo puedo sentirme feliz con lo que me pasa en la vida si el estrés me arrebata toda la felicidad?
¿Cómo puedo sentir amor en el corazón cuando siento que me estoy hundiendo en una fosa?
Así pues, pedí ayuda.
Hablé con mis seres queridos para contarles cómo me sentía. Con mi marido ya había hablado en sobradas ocasiones de lo que necesitaba de él. He aceptado la ayuda de mi familia política con un sincero agradecimiento en vez de con una disculpa. Le he contado más detalles a mi madre sobre lo que me ha estado pasando. He contratado a una niñera fantástica para que venga a nuestra casa de forma habitual durante la semana para tener más tiempo de concentración para trabajar.
Todo esto puede parecer poca cosa, o pueden parecer formas normales de lidiar con una agenda muy ajetreada, con una mente saturada y con demasiadas tareas pendientes, pero para mí no ha sido poca cosa, ya que en realidad antes no conseguía hacer nada de ello. Intentaba una y otra vez resolver esos asuntos, todos ellos, por mi cuenta.
Me he dado cuenta de que no se puede, o más bien, no se debería hacer. Hay que dejar a un lado el orgullo y pedir ayuda. Así que, mamás, no os disculpéis por ello, porque no hace falta que lo hagáis todo solas.
Este post fue publicado originalmente en Motherly, apareció posteriormente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.