Qué tiene este actor de telenovelas turcas para enloquecer a los españoles
Can Yaman ha necesitado escolta policial en su visita a España.
Quién le iba a decir hace dos años a Can Yaman que tendría semejante poder de convocatoria. El actor turco ha pasado tres días en Madrid y la expectación ha sido desproporcionada. En el aeropuerto y en el hotel los fans casi lo devoran. De hecho, ha tenido que ser escoltado por la Policía. Su visita ha sido un baño de masas y este martes le ha vuelto a ocurrir en Mediaset: jamás una sala de prensa ha estado tan abarrotada.
Ni el propio Can Yaman (30 años) se lo puede creer. Todavía está digiriendo esta sensación. “En mi país sigue pareciendo increíble que un actor turco despierte este interés”, ha explicado.
El primer shock ha sido el suyo. El protagonista de Erkenci Kus (Pájaro soñador) se sentía como si estuviera en “un foro importante”. Can Yaman ya parece el dueño de Divinity porque, como dice Manuel Villanueva (director general de contenidos de Mediaset), las series turcas se han afianzado como la gran columna vertebral del canal de televisión. Y él es el protagonista del fenómeno multimedia.
Hasta se ha atrevido a corregir a Villanueva, jefazo de la cadena, cuando ha pronunciado su nombre. Parece que en España no se termina de pronunciar bien el ‘Ya’ de Yaman, y no porque su nombre no suene lo suficiente. Aunque él repite las frases en español con muy buena dicción.
Es como si la televisión hubiese retrocedido en el tiempo hasta la década de los noventa, cuando los galanes de las telenovelas latinas eran quienes conquistaban la sobremesa, con la diferencia de que Can Yaman viste como un futbolista de los de ahora... y a él se le perdona. Aunque su look durará poco: tiene que hacer el servicio militar y renunciar a la melena y a la barba que tanto le han ayudado a llamar la atención.
Can Yaman parece un poco ‘básico’ como actor. No es ningún intensito, vende lo que es. “No tengo la intención de reflejar nada de la sociedad con mi trabajo. No elegí esta carrera para eso. Siempre he optado por encarnar al tipo amoroso y guapo de la familia, porque va con mi carácter”. Para qué negarlo.
De ahí ha pasado a decir qué le parecen las mujeres españolas, una pregunta ‘inevitable’, sí. Ha sido también el momento tierra trágame para el traductor, que casi explota del rubor: o no le ha trasladado bien la pregunta al turco o se ha liado con la respuesta. “Las mujeres españolas son muy calientes, en otro momento espero tener tiempo para conocerlas”. La cosa no ha quedado ahí: “Si tienes una amiga guapa, puedes introducírsela”, ha dicho el traductor. Supongamos que ha querido bromear con la periodista que le ha preguntado y en realidad la frase era “si tienes alguna amiga guapa, puedes presentársela”.
O Can Yaman estaba incómodo ante tantas miradas y ha decidido actuar, o la fama le ha sacudido hasta soltarse la melena, porque da la impresión de que se gusta demasiado a sí mismo. Aunque es normal, porque vive dos realidades paralelas: la de Turquía, donde “hay tabú respecto a la fama de los actores” y la del resto de países en los que se ha convertido en un ídolo, como en España. Convivir con ambos extremos no debe ser sencillo.
“La fama me honra, aunque tenga el efecto secundario esperado de no poder ni tomar una copa tranquilo. Hay que lidiar con eso con calma y corresponder al interés de la gente”, ha indicado.
Las ficciones del país han pasado de ser series que en Turquía duran 150 minutos a convertirse en telenovelas que lideran los canales femeninos como Divinity o Nova. Las cadenas españolas las han dividido en capítulos cortos para conseguir mejor cuota de pantalla, y la estrategia les ha funcionado a ambas partes. Turquía, que solo exportaba a Oriente Medio, es ya el segundo país a nivel mundial que más produce y exporta, solo por detrás de Estados Unidos, y sus actores desatan la locura.