Que sean los otros los que escupan

Que sean los otros los que escupan

España no necesita más tiroteos en Ok Corral, máxime cuando ya se conoce la catadura del 'forajido' de la derecha.

Benito Pérez Galdós escribió en 1912: “Tendremos que esperar como mínimo cien años más para que en este tiempo, si hay mucha suerte, nazcan personas más sabias y menos chorizos de los que tenemos actualmente… ¡Pobres españoles! Lo que nos costará recuperar lo perdido...”.

Pues no, no ha habido suerte. Ha pasado más del siglo que auguraba el escritor canario y la clase política no ha mejorado, pero tampoco ha ido a peor: se mantiene en niveles agónicos, priorizando el dardo sobre la palabra, el golpe frente al argumento. Pensado más en el ‘yo’ y en el ‘nosotros’ del partido que en el ‘ellos’, los ciudadanos. 

No, la clase política de ahora no es peor que la corruptísima de comienzos del siglo XX, pero se mantienen los odios y prejuicios y predominan las (malas) formas sobre el fondo. Ni siquiera la mayor crisis sanitaria en un siglo, la incipiente quiebra social y la segura crisis económica han servido de estímulo para que la clase política se haya conjurado en la unión y la supervivencia del país. A los españoles no les duele España, es a España a la que le duelen los españoles. 

Si la situación no fuera tan grave, la cosa sería cómica de tan delirante: Pablo Iglesias llama marquesa a Cayetana Álvarez de Toledo; ésta mancilla su marquesado acusando al padre del líder de Podemos de ser un “terrorista”. Un día después, Iglesias sostiene que Vox querría dar un Golpe de Estado pero no se atreve a ejecutarlo. Espinosa de los Monteros abandona la sala al más puro estilo Sálvame entre gestos de ‘esto no acabará así’... Demasiada sobreactuación del miembro de un partido al que se le han gastado los insultos —“Vicepandemias”, “Hitler”, genocida, “matón bolivariano”—, la bravuconería y la chulería de tanto usarlos. 

Más allá de la discusión, que es grave, lo ocurrido tiene relevancia por haberse producido en el Congreso de los Diputados y durante la Comisión Para la Reconstrucción Social y Económica. Si el nivel de los políticos es el de Cayetana Álvarez de Toledo, Iván Espinosa de los Monteros o Pablo Iglesias, despídase de la reconstrucción, de la paz y del país en las próximas décadas. 

Que el vicepresidente segundo del Gobierno haya entrado al trapo de las habituales provocaciones de Vox resulta, con todo, un error de principiante. Pablo Iglesias ya no es el joven que guiaba a la juventud el 15-M, sino un político con una de las mayores responsabilidades del país. Ni era el lugar ni era el reproche ni, mucho menos, era la crítica que la situación requería. Y si el vicepresidente tiene información que desconoce el resto de españoles sobre las pulsiones golpistas del tercer partido del país debería dar cuenta de ello. El mismo temple que tuvo ante Álvarez de Toledo es el que debería haber demostrado ante un mucho más irrelevante Espinosa de los Monteros. 

La sociedad no necesita más tiroteos en Ok Corral, sobre todo cuando se conoce perfectamente la catadura de uno de los forajidos. A estas alturas a nadie se le escapa qué piensa, qué quiere y qué reclama la ultraderecha. Y qué hace para conseguir sus fines: el ataque, las insidias y el insulto. 

Es de una tremenda torpeza que un alto responsable del Gobierno entre al trapo como ha hecho Pablo Iglesias

Por eso es de una tremenda torpeza que un alto responsable del Gobierno entre al trapo como ha hecho Iglesias: es eso, precisamente eso, lo que buscaba Vox este miércoles. Irritar, sacar de quicio y lograr argumentos para ‘demostrar’ lo malísimo que es cualquiera que se sitúe en la izquierda política. La sociedad no se merece estas peleas nunca, menos aún en una situación como la actual.

Vox no hace ningún gesto por fomentar la unidad de los españoles o por encontrar salidas a la crisis que atraviesa el país. A esa estrategia sólo se le puede combatir desde el Gobierno tendiendo la mano, por mucho que se sepa que van a escupir sobre ella. Es uno de los precios que se deben pagar por dirigir un país. 

No es poco consuelo: mientras unos escupen mañana, tarde y noche, otros se dedican a buscar soluciones a los problemas. Mientras unos se quejan a golpe de cacerola y banderazos, otros aprueban medidas históricas como el Ingreso Mínimo Vital (esa “paguita” para la ultraderecha).

No son lo mismo: que Pablo Iglesias no contribuya a que muchos piensen lo contrario. Patxi López ha demostrado que sí se puede.

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