¿Qué se entiende por mayores cuando se dice que serán los últimos en salir a la calle?
El Gobierno ha barajado la posibilidad de que se mantengan confinados hasta verano. La medida, avaladas por las estadísticas del coronavirus, entraña otros riesgos para la salud.
El fin del confinamiento por el coronavirus va a ser por fases. El primer paso hacia la desescalada paulatina, de la que habla Pedro Sánchez, ha comenzado este domingo 26 con los niños, cuando se ha abierto la puerta de casa para que los menores de 14 años salgan a pasear con un adulto. Es la primera certeza en un horizonte de incertidumbres, que se vislumbra especialmente difuso para las personas de mayor edad.
El siguiente paso camino a la nueva normalidad podría ser permitir los paseos y salir a hacer deporte desde el 2 de mayo si la pandemia sigue evolucionando favorablemente. El Ministro de Sanidad, Salvador Illa, ha insistido en rueda de prensa esta domingo en que los mayores también podrán salir si finalmente se permite, aunque no ha especificado de qué manera.
Confinar a los mayores hasta verano es algo que estaba sobre la mesa del Ministerio de Sanidad, anunció Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. La idea no fue muy bien recibida por los afectadas. Desde la Fundación Pilares para la Autonomía Personal emitieron un comunicado este mismo lunes pidiendo que la edad no sea un criterio para el desconfinamiento ya que “vulnera los derechos individuales e incurre en una discrimación”. De ahí el matiz hecho este jueves por el ministro Salvador Illa, que aseguró que intentarán que las medidas de alivio lleguen también a los mayores “con la máxima prudencia y todas las garantías de seguridad”.
El debate es amplio y la primera pregunta es obligada: qué se entiende por mayores. Y mayores, hablando en términos legales y demográficos, son aquellas personas de 65 años en adelante. Que hayan superado ya la edad de jubilación y que ya entren en el grupo de atención médica de los geriatras.
“Son tablas internacionales por las que nos regimos en todos los países”, apunta Damaso Crespo, vocal de la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología (SEGG). Esto, atendiendo a los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), significa que aproximadamente 9 millones de españoles se quedarían en casa hasta verano. O más bien, sólo podrían hacer las actividades que ya pueden hacer ahora y que permitidas excepcionalmente por el Real Decreto 463/2020. Serían ir al supermercado, a la farmacia o a comprar el pan, pero nada de dar paseos.
Poner sobre la mesa esta medida, como dijo Simón, tiene una razón de ser. Aquí hablan las cifras. El 36% de los 152.587 casos confirmados de COVID-19, a fecha de 23 de abril, son de personas de más de 70 años, según el último informe del Ministerio de Sanidad. Las cifras son mucho más dramáticas al hablar de muertes: el 86% de los fallecidos tenían más de 70 años.
“A medida que nos hacemos mayores, nuestro sistema inmune se va deteriorando y nuestra capacidad de defensa mengua”, explica Crespo. “Nos defendemos peor ante factores externos y somos más susceptibles a cualquier tipo de patología, eso incluye un cáncer o una infección por coronavirus”, añade.
No significa que el virus ataque más a las personas mayores, sino que sus defensas están menos fortalecidas para poder atajarlo. “Nos contagiamos igual, pero en los mayores afectas más por el falta de preparación del sistema inmunes”, apunta como norma general.
Una edad límite y muchas circunstancias distintas
A partir de aquí, lo que cabe pensar es que una persona de 65 años en España, un país con una esperanza de vida 83,3 años (el segundo en el ranking mundial, por detrás de Japón), es una persona a priori sana y en plenas facultades. ¿Por qué no podría salir entonces? ¿Y peor aún, porque sí podría meterse en un supermercado y no caminar sola por la acera?
“Si a mí me preguntan pondría el límite en 75 años porque hasta esa edad, e incluso más allá, la calidad de vida de una persona en España es alta”, continúa este especialista para el que no es descabellada la propuesta de que los mayores sean los últimos en salir de casa. Claro que una cosa es empezar el desconfinamiento a principio de verano, como planteó el Gobierno, y otra es retrasarlo hasta final de año, fecha que también se barajó desde la Comisión Europea.
La presidenta Úrsula von der Leyen advertía la semana pasada que el confinamiento de los más mayores podría durar meses aunque introducía un importante matiz. “Sin una vacuna, tenemos que limitar tanto como sea posible el contacto con los ancianos, fundamentalmente con aquellos que viven en residencias especiales”, apuntaba en una entrevista publicada en la revista alemana Bild am Sonntag.
En esta declaración también entran en juego las cifras: 14.871 de los 21.717 fallecimientos registrados en España a fecha de miércoles 22 se produjeron en residencias de ancianos y personas con discapacidad.
Ese es el tema. Sería un error hablar en términos tan genéricos en un grupo de edad tan amplio y tan diverso. “Hay que tener en cuenta otros aspectos como la zona en que viven, porque no es lo mismo un área rural o poco poblado que una área urbano, ni tampoco es lo mismo una persona sin patologías previas que una persona con problemas cardiovasculares, respiratorios o diabetes”, apunta Andrea Burón, médica especialista en medicina preventiva y salud pública y portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública (Sespas), que aboga más por el sentido común.
Los problemas de quedarse más tiempo
“Resulta necesario recordar que, fruto de décadas de educación para la salud promoviendo el envejecimiento activo, se ha logrado incorporar como hábito saludable generalizado la práctica del ejercicio físico, desde la convicción de que, en el caso de las personas mayores y de las personas con determinadas patologías cardiovasculares, osteoarticulares, respiratorias, musculares y otras, caminar diariamente de 30 a 45 minutos actúa como elemento preventivo en todos los casos”, este tercer punto del comunicado de la Fundación Pilares engloba una de las principales quejas a esta todavía posible medida.
De quedarse más tiempo en casa, los mayores se arriesgan a desarrollar otras patologías que habría que abordar más adelante. “Osteoporosis por la falta de vitamina D, pérdida de masa muscular, deterioro cognitivo por la falta de estímulos y aparición de depresiones y ansiedad”, enumera Crespo.
La exclusión en el desconfinamiento, el miedo ante esta enfermedad y la soledad —un tercio de los 4,7 millones de españoles que viven solos son mayores de 65— convierten a los mayores en más vulnerables. Además hay sumar que desde el principio de la pandemia han estado en el punto de mira y antes incluso de que se decretase el estado de alarma ya se pedía su aislamiento. De hecho, ante el cierre de los colegios se instó a que los padres no dejasen a los nietos al cuidado de sus abuelos. Ni tampoco se recomendaban las visitas.
Sin demasiadas referencias
Mirar hacia Europa tampoco sirve de mucho en este sentido. Si bien, los menores están desconfinados en muchos otro países, e incluso los aficionados al ejercicio físico, sólo hay un país que ha adoptado una medida a este respecto: Reino Unido.
Aquí se ha diseñado una especie de semáforo de desconfinamiento por etapas: verde, amarilla y roja. En esta última están las personas mayores de 70 años, que todavía tienen que esperar meses o incluso a que haya una vacuna para recuperar su vida normal.
El presidente galo Emmanuelle Macron barajó una medida similar, pero las críticas le obligaron a rectificar y “llamar a la responsabilidad individual” de cada uno.
Por su parte, en Alemania, Angela Merkel ha sido contundente con sus declaraciones: “Aislar a los ancianos para recuperar la normalidad tras el coronavirus es éticamente inaceptable”. Allí han logrado mantener a raya el coronavirus sin llegar al confinamiento, quizás debamos prestar atención a sus medidas.