¿Qué papel jugó la cultura en la Transición española?
Con motivo conmemorativo a los 40 años de Constitución Española, el Instituto Cervantes de Berlín lleva organizando un ciclo de conferencias lideradas por la escritora Marta Sanz y el historiador Jordi Gracia donde se debate el papel que jugó la cultura en nuestra Carta Magna. Berlín después de Londres y Bruselas, es la tercera ciudad donde se lleva a cabo esta serie de conferencias, que darán fin en la ciudad blanca de Belgrado.
Yo que tengo 28 años, que no creo en las monarquías, los aforamientos o la movilidad exterior, pero que sí creo en los derechos sociales, el feminismo, en el "una persona un voto" y en los referéndums; no podía perderme dicha mesa redonda en la capital de la república federal alemana. Desafortunadamente, y por motivos "de la cibernética", Jordi Gracia tuvo que ausentarse.
Marta Sanz comienza su intervención dejando claro al público su visión crítica sobre la historia de la transición española, una percepción claramente reflejada en sus novelas. La profesora se presenta como una "narradora testigo y protagonista" de dicho proceso político y a partir de esa figura nos avanza ser "una narradora poco fiable", declaración que acerca a la audiencia y la hace partícipe del debate.
Empezando por la celebración de la muerte de Franco con champagne en su casa comunista, Sanz resume el final de los años 70 como un periodo de mucha politización y sugiere encontrar un punto medio en el cual no se asuma de una manera acrítica un relato mitificado de la transición española, pero que tampoco se impugne su totalidad, porque muchas de las cosas que se hicieron todos esos años sí que nos están sirviendo ahora.
Con la llegada de la votación a la constitución en 1978, la profesora explica que, por sorprendente que parezca, en su casa se votó por el "no" y considera correcto respetar el legado de sus progenitores añadiendo que "hay que recuperar la memoria de toda la gente que quiso participar de manera activa en el proceso de transformación de un país". La escritora no considera la Constitución un libro sagrado, debido al "agua de borrajas" que se hizo con muchos temas como, por ejemplo, la depuración de las fuerzas del orden y de seguridad del Estado, y agrega que "se quiso adquirir un carácter tan conciliador que no fueron capaces de ver de las cuentas pendientes que no nos podíamos permitir", citando casos como el de Antonio González Pacheco, más conocido como Billy el Niño.
La generación de Marta Sanz experimentó la pubertad al mismo tiempo que lo hacía la Constitución. He ahí, que la esperanza y el miedo durante una época tan bochornosa de la vida, fuesen en paralelo a la certidumbre y el temor que sentía la sociedad española del momento. Por ello, el protagonismo de los relatos autobiográficos y auto-ficcionales de los escritores y escritoras actuales. Autores que han dado su visión a través de un género que reconstruye la memoria por medio de lo personal. Fin de la cita.
Cierra la charla censurando el papel de los artistas y su responsabilidad en la interpretación de los malestares políticos y culturales, ya que son ellos quienes toman la palabra en público e inician una conversación con la comunidad. La escritora comenta que para ella la cultura siempre expresa una posición ideológica que no política. Pero durante los últimos años este fenómeno del "todo vale" en la cultura, donde muchos de los actores daban pasos hacia atrás, ha merecido la desatención de las personas por la misma. La relevancia que tenían los intelectuales en el pasado, es mucho más grande de la que se tiene ahora y todo por haber reducido el vínculo que situaba a la cultura al lado de la educación por la del espectáculo, es decir, complaciendo a una industria y viendo al público como un puro cliente en vez de una comunidad con la que establecer un diálogo.
Con las elecciones a la vuelta de la esquina, los millennials como yo nos preguntamos si los partidos políticos independientemente de sus ideologías serán capaces mediante consensos de no hacernos esperar (en mi caso) otros 28 años para poder decidir sobre una Constitución que actualmente no nos representa, por el simple y mero hecho de que cuando esta se escribió por un puñado de padres y ninguna madre, nosotros todavía no habíamos nacido. Una constitución anacrónica que deja a las mujeres en la estacada, que deja impune a la figura de un rey elegido por un dictador al que se sigue dejando conmemorar públicamente, una Carta Magna que hoy sigue sin asegurar derechos tan básicos como el de la sanidad o la vivienda.