Qué implica que EEUU abogue por liberar las patentes de las vacunas del coronavirus
El paso de Biden, más progresista y rompedor de lo esperado, abre una brecha de esperanza para los países más necesitados de protección y con menos fondos.
Joe Biden dijo en campaña que la lucha contra el coronavirus era su principal reto y que haría “todo lo humanamente posible” por combatirlo. Con la vacunación viento en popa en su país, ha entendido que la batalla hay que plantearla también fuera y, tras la recomendación del G7, esta madrugada ha apoyado liberar las patentes de las vacunas para favorecer la producción masiva de viales. “Estos tiempos y circunstancias extraordinarios exigen medidas extraordinarias”, como resume el demócrata.
Lo que implica este paso es desposeer a las farmacéuticas de su exclusividad en la fórmula contra el virus, para poder fabricarla en factorías de todo el mundo y llevarlas, así, a países donde la pandemia golpea fuerte y no hay capacidad económica ni de producción para proteger a su gente.
EEUU no es quien lidera la propuesta, sino que le da el mayor aval visto hasta ahora. En realidad, aprueba a una iniciativa presentada hace meses, en octubre, por la India y Sudáfrica ante la Organización Mundial del Comercio (OMC). La propuesta supondría suspender temporalmente, quizá hasta el fin de la crisis sanitaria, los derechos de patente de estos productos, que se contemplan en el llamado Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio (TRIPS por sus siglas en inglés).
El TRIPS, firmado en 1994, está incluido en el acuerdo general que fundó la OMC en 1995 y su suspensión significaría en la práctica que las fórmulas de fabricación de los distintos fármacos contra la covid-19 pueden copiarse libremente, sin necesidad de compensar por ello a las productoras originales.
Los acuerdos TRIPs obligan a que cualquier país que ingrese en la OMC reconozca unos mínimos estándares sobre derechos de propiedad intelectual en todos los ámbitos tecnológicos, incluyendo las biotecnologías. Ordena la “protección de las variedades vegetales bien sea por un sistema de patentes, bien sea por un sistema efectivo sui generis, o por una combinación de ambos”.
Las patentes normalmente tienen una vigencia de 20 años, aunque no es necesario que una empresa farmacéutica o de cualquier otro sector espere ese tiempo para poder negociar con otras firmas acuerdos bilaterales para que estás fabriquen versiones genéricas, algo que se hizo por ejemplo con los fármacos contra el VIH-sida.
Desde la presentación de la propuesta, ha tenido el apoyo del bloque de países en desarrollo, que actualmente tienen menos posibilidades de acceso a las vacunas anticovid (sólo un 0,3 % de los 1.100 millones de dosis administradas en el planeta se han inoculado en países de bajos ingresos).
Frente a ella, se han situado países en su mayoría desarrollados, muchos de ellos sedes de grandes farmacéuticas, como EEUU (hasta ayer mismo), las naciones de la UE, Suiza, Japón o Australia, entre otras.
Brasil era uno de los pocos países en desarrollo que se había alineado con este segundo bloque, aunque en los últimos meses ha relajado su postura a favor de una liberalización de la producción de vacunas, en coincidencia con el recrudecimiento de la crisis sanitaria en el país.
La directora general de la OMC, Ngozi Okonjo-Iweala, ha intentado desbloquear meses de impasse con varias reuniones y cumbres en las que ha invitado también al sector farmacéutico, y se ha declarado partidaria de discutir no sólo el TRIPS sino también otras fórmulas que aceleren la producción.
Entre ellas se situaría la reducción de las trabas a la exportación de ingredientes para las vacunas, pues muchas de ellas necesitan cientos para la fabricación de dosis y han tenido en algunas ocasiones que suspender la producción global por falta de alguno de ellos.
La propuesta de la India y Sudáfrica continúa debatiéndose esta semana en la OMC, que celebra su Consejo General, y ambas delegaciones indicaron horas antes del anuncio de Biden que modificarían el texto de su iniciativa, seguramente con el fin de incluir limitaciones temporales más estrictas de la suspensión.
La organización con sede en Ginebra suele evitar someter sus decisiones a votación, y prefiere que éstas se adopten por consenso general de sus 164 miembros, lo que en la práctica supone prolongados debates y retrasos en la toma de esas decisiones.
Aunque en principio no se esperaba que la OMC finalizara el debate y adoptara alguna conclusión al respecto esta semana, el cambio de posicionamiento de la EEUU podría modificar los planes, especialmente si otras economías desarrolladas se unen a Washington. Las palabras favorables de la Comisión Europea serán otro importante empujón.
Clave en este cambio podría ser el hecho de que en muchos de los países opuestos durante meses se ha avanzado de forma rápida en la vacunación en las últimas semanas: en muchos se ha inmunizado ya a gran parte de los grupos de riesgo y se cuenta con que toda la población adulta pueda estar vacunada este verano.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) califica como “grotesca” la brecha de vacunación que hay hoy en el mundo. Es “impactante” lo poco que se ha hecho para garantizar la distribución equitativa de las vacunas en todo el mundo, un “fracaso moral catastrófico”, en palabras de su director general, Tedros Adhanom.
Más allá de la indignación moral que puede causar, la distribución desigual de vacunas era una mala estrategia desde el punto de vista económico y epidemiológico. Mientras más se transmita el virus, hay más probabilidades de que surjan nuevas variantes ante las cuales, a su vez, es probable que las vacunas no sean tan efectivas.
Según datos de la OMS, se han puesto en el mundo 1.194.858.298 dosis de las distintas vacunas contra el coronavirus, a día 6 de mayo. De estas, sin embargo, solamente 0,1% han sido inyectadas en los 29 países de menores ingresos que albergan a 9% de la población mundial. Por contraste, 56% de las dosis han sido aplicadas en países de altos ingresos en los que residen 16% de los habitantes del mundo.
Una forma de hacer llegar las vacunas a los países pobres es a través de Covax, un mecanismo global que busca garantizar que 92 de las economías más desfavorecidas puedan acceder a estas inmunizaciones, cuyo costo sería cubierto por donantes. Sin embargo, ese mecanismo se está viendo retrasado, por ejemplo, por la alta incidencia en India, donde se fabrica gran parte de las vacunas que van a esta bolsa de viales.
Un grupo de organizaciones como Amnistía Internacional, Frontline AIDS, Global Justice Now y Oxfam avisó en diciembre que casi 70 países pobres sólo podrán vacunar a una de cada diez personas contra la Covid-19 en 2021 si los gobiernos y la industria farmacéutica no toman medidas urgentes para garantizar la producción de dosis suficientes. De ahí que los menos desarrollados puedan convertirse en una reserva de la enfermedad.