¿Qué hacer cuando ya no te aman?
“Utilizo cosas que le pasan a cualquier persona. La diferencia es que decido hacer otra cosa con ellas”, explica la artista Sophie Calle. Y eso es lo que hizo frente a una ruptura amorosa, de la que fue notificada por su pareja vía e-mail; despedida que terminaba con un relamido “cuídate mucho” que le dio título a la obra. Hizo lo que muchos hacen, obsesionarse por buscar explicación al término, analizando sin tregua cada palabra, los últimos gestos, como si la energía del desamor, antes de la gravedad de la caída, pudiera ser usada para descifrar unas claves ocultas en lo evidente. Pero Calle no llamó a sus amigas para este cometido, sino que convocó a 107 mujeres diversas para que analizaran la carta.
Dicen que las cartas de amor se escriben a uno mismo, en el fondo el amor tiene un rasgo narcisista, ¿de otro modo cómo explicar el flechazo? El enamoramiento ocurre en unos segundos, cuando no es posible saber demasiado del otro. Mientras que de las cartas de quiebre, pienso que el simulacro es a la inversa: se hace como que se habla de uno mismo, para evitar confesar que todo el asunto es que ya no se ama al otro, el refrito “no eres tú soy yo”. Y es que dejar de amar es un lío, especialmente cuando no hay razones para justificar algún enojo; porque incluso enojo de por medio, no es cierto que dejamos de amar. A veces no nos aman o no amamos y no hay nada que arreglar.
Quizás cuando hablamos de dependencia amorosa, sea en realidad de esto de lo que hablamos, de la ansiedad latiguda que no deja avanzar cuando no sabemos por qué no nos quieren.
Imagino que si Calle hiciera lo que muchos, habría recibido de sus amigas en días como estos, algún análisis de las condiciones “heteronormadas” de opresión de su relación. Si a fin de cuentas el señor X, no hace más que repetir el guion del macho que no puede amar solo a una mujer, básicamente por eso, por macho. Tautología sentimental. X explica a Sophie que no puede cumplir con su requisito de no “ser la cuarta” para él, aunque dice amarla, no puede evitar ponerla como una más de la serie y, él, claro, el sujeto fuera de serie. Quizás las amigas le habrían sugerido a la artista replantearse la posibilidad de las nuevas tecnologías del amor, amor abierto, poliamor jerárquico o no, en fin, algo que no obligara a estar pidiendo requisitos lastimeros como no estar en cuarto lugar. Ahora, amor libre o no, creo que de todos modos dirían, que, en todo caso ni cuarta, ni tercera ni segunda: sin jerarquías o la revolución amorosa no es. Habrían hablado de la necesidad de deconstruir el amor romántico, que a veces suena como la instrucción médica de hacer dieta cuando el cuerpo es goloso. Quién sabe si la afectada se habría sentido liberada o idiota, culpable o militante. “Quizás para la próxima, en la próxima vuelta no me enamoro”.
Pero Calle hizo otra cosa. Eso es lo que ella sabe hacer, otra cosa con lo que a todos nos pasa. Y esa otra cosa podría resumirla así: suspende el sentido de esos temas universales el tiempo suficiente, sin tentarse en caer en lecciones morales, para que ocurra el milagro de la deconstrucción; no la que funciona como un manual para los nuevos usos y costumbres del siglo XXI, sino que aquella que libera el deseo. No se apura en dar lecciones políticas (que por lo demás, “lecciones” y “política” juntas, suele ser la fórmula del fracaso), pero su arte tiene efectos políticos.
¿Qué ocurre cuando una carta de quiebre amoroso es interpretada por una clarividente, una correctora de estilo que encuentra las comas inventadas, una tiradora de rifle, su madre (expuesta en un museo), la carta es codificada en clave de inteligencia policial, sentada en una silla de una terapeuta familiar, cantada, bailada, hecha partitura? Y además, la frase final, ese cuídese mucho, que tanto intrigó a la artista, es repetido por Brenda, una lora, que repite como a veces los humanos lo hacemos. Pues que cae el sentido de la historia. Sin moralejas, vuelve el alma, la risa y la vitalidad.
A veces no nos aman y no significa nada. Y ese día somos libres.