Macrobrote en Mallorca: un evento supercontagiador “esperable” pero con cifras casi inéditas
Los epidemiólogos conjeturan qué pudo fallar, y apuntan al ocio nocturno: “Determinadas actividades sociales tienen un riesgo inherente de contagio muy alto”.
Los epidemiólogos sabían que esto podía pasar y, sin embargo, reconocen su asombro por la magnitud de las cifras de personas contagiadas y aisladas a raíz de varios viajes de estudios realizados en Mallorca este mes. El último dato oficial apunta a 1.167 positivos en covid y casi cinco millares de aislados por ser considerados contactos estrechos.
La polémica estaba servida desde el principio —un macrobrote, centenares de jóvenes estudiantes, varias comunidades afectadas, un concierto de reggaeton con dudosas medidas de seguridad y mucha fiesta—, pero el ambiente se ha caldeado aún más en las últimas horas por el aislamiento al que se ha sometido a los estudiantes en Baleares.
Desde esta semana, 249 jóvenes hacen su cuarentena de diez días en el ‘hotel puente’ Palma Bellver por tener relación directa o indirecta con el brote. De ellos, 64 han dado positivo y 14 han sido hospitalizados. Entre los demás, hay quienes no entienden el motivo de su cuarentena, e incluso se han presentado varias solicitudes de ‘habeas corpus’ por parte de padres, y una denuncia por “detención ilegal” contra el Govern balear. Este martes, los Juzgados mallorquines han denegado este procedimiento porque la menor en cuestión “no se encuentra detenida por la perpetración de delito alguno” sino por razones de salud pública. Sin embargo, la Fiscalía ha presentado un escrito en el que se opone al confinamiento forzoso de los estudiantes.
“Hay que hacer el período entero de cuarentena”
Pedro Gullón, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, considera que la cuarentena está justificada, al menos por motivos de salud pública e incluso éticos. “Con un brote de estas características, lo más importante es tratar de contenerlo al máximo y cortar todas las posibles cadenas de contagio, y, para eso, lo más efectivo son las cuarentenas”, afirma.
El epidemiólogo entiende que a las personas les cueste aceptarlo, “y más si son jóvenes y están de vacaciones”, pero recalca que se puede tener una PCR negativa un día y, al siguiente, que esa prueba sea positiva. Lo que lamenta Gullón es que esta parte del protocolo sanitario no haya sido asimilada ampliamente por la población general, y considera que se debería haber insistido más en este punto. “Hay que hacer el período entero de cuarentena”, recuerda.
Qué fue lo que falló
Si bien los epidemiólogos están convencidos de la necesidad del aislamiento, no tienen una respuesta tan evidente cuando se les pregunta qué ha fallado en el caso balear para que se estén registrado contagios por centenares asociados a un mismo brote.
“Cuesta ver qué ha podido fallar, porque se han juntado muchas cosas”, reconoce Mario Fontán Vela, médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, que cita la organización de distintos viajes y eventos desde distintas comunidades autónomas y distintos grupos sociales concentrados en un mismo lugar y período de tiempo.
El epidemiólogo se niega, además, a culpar a los jóvenes de esta situación. “Si los chicos y chicas han ido allí y han hecho eso, una de dos: o ha sido porque estaba permitido —y la pregunta es por qué está permitido— o ha sido porque la actividad no se ha controlado lo suficiente”, plantea.
Este martes, el Govern ha propuesto sancionar con 200.000 euros al promotor del festival de reggaeton que se celebró el pasado 15 de junio en la Plaza de Toros de Palma, considerado uno de los principales focos del macrobrote.
La consellera de Presidencia, Función Pública e Igualdad, Mercedes Garrido, ha calificado de “desmadre” la fiesta de aquel día, comparándola con otro concierto celebrado cinco días más tarde en el mismo recinto en el que, según Garrido, “nadie se movió de la silla”.
Mario Fontán Vela no acaba de ver este argumento, y sostiene que algunas actividades son, en esencia, incompatibles con las normas de prevención frente al covid. Se refiere principalmente al ocio nocturno. “Hay un intento de vender que determinadas actividades pueden seguir siendo lo que son de manera segura, y creo que es un error, porque algunas tienen un riesgo inherente de contagio muy alto”, dice.
“Por su propia naturaleza y por las expectativas de sus usuarios, el ocio nocturno se hace muy difícil de compaginar con medidas de seguridad”, prosigue Fontán Vela. “Lo siento por la gente que viva de esto, pero si queremos que estas medidas protejan de verdad, o cambia radicalmente la naturaleza de la actividad en sí misma, o no se puede garantizar la seguridad”, insiste el epidemiólogo, que cree que es ahí donde hay que buscar las causas del brote.
Si a esto se suma, además, la gran afluencia de personas a un mismo lugar pero de distintas procedencias, todo se hace aún más difícil. “Si un grupo grande de personas, sean jóvenes o mayores, va a un lugar a salir de fiesta, con todo lo que conlleva en cuanto a consumo de alcohol, desinhibición, y sobre todo si el número es lo suficientemente grande como para no tenerlas ubicadas en caso de problema, se complican más las garantías de control”, remacha Fontán Vela.
Un brote “esperable” pero con cifras sorprendentes
Pedro Gullón coincide con su colega, y opina que, “con las medidas que había”, este brote entraba “dentro de lo esperable”. “Cuando se abrió el ocio nocturno, se sabía que había posibilidades de eventos supercontagiadores”, admite. El epidemiólogo entiende, además, el “entusiasmo” de los jóvenes con viajes de este tipo, “y después de casi dos años sin actividad social”.
Con todo, Gullón reconoce su asombro por las elevadas cifras de contagios derivados de este brote. “Son muy, muy altas. De los eventos supercontagiadores que hay descritos, diría que es uno de los mayores”, apunta. Este tiene además la particularidad de que se produce un año y medio después del comienzo de la pandemia, cuando ya se conocen las barreras de seguridad frente al coronavirus.
Un artículo publicado por el Centro Nacional para la Información Biotecnológica estadounidense (NCBI), que recoge una lista de eventos supercontagiadores durante la pandemia, sólo cita dos casos en el mundo en los que se han registrado más contagios que en el macrobrote de Mallorca. Uno fue por una celebración religiosa en Corea del Sur, que produjo 4.531 infecciones en febrero de 2020, y otro en Singapur, en una residencia de trabajadores, en la que se contabilizaron 1.690 casos en abril del año pasado.
Otra base de datos de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres que recopila eventos supercontagiadores en el mundo incluye otros casos más numerosos, como una congregación religiosa en Francia de la que se derivaron unos 2.500 contagios; pero, de nuevo, fue en febrero de 2020, antes de conocerse la expansión del virus y de establecerse el uso de mascarillas y distancia en casi todo el mundo.
La mecha prendió; la vacunación frenó el drama
Gullón sostiene que la magnitud del brote en Mallorca se debe a que se produjeron “las circunstancias adecuadas” —muchas personas aglomeradas en sitios donde es más difícil usar mascarilla—, además de “la casualidad” de que hubiera personas que, a su vez, cumplieron también el rol de supercontagiadores. “Si coincide esto, la mecha termina prendiendo”, dice. Y así ha sido.
El epidemiólogo recuerda, en cualquier caso, que si se hubiera registrado un brote como el actual hace unos meses, las cifras de hospitalizaciones y muertes habrían sido “absolutamente desastrosas” por la falta de protección entre los más vulnerables.
Hay que celebrar que más de la mitad de la población en España mayor de 40 años tiene ya la pauta completa de vacunación, pero no hay que bajar la guardia. “Es positivo que las UCIs no se llenen, pero tenemos un nuevo reto”, advierte Gullón. “Todavía hay que seguir manejando el rastreo de contactos y los casos leves, además de tratar de controlar las patologías habituales, y todo eso impacta en los servicios de atención primaria y salud pública”.