¿Qué está en juego el 4-M? Un punto de vista cristiano
No es ni justo ni cristiano abandonar a un niño o una niña a su suerte, criminalizar a colectivos por el color de la piel, su nacionalidad, orientación sexual o su cultura.
Soy diputada de Unidas Podemos en el Congreso. Soy cristiana y vinculada a algunos movimientos eclesiales. Junto a multitud de personas cristianas pido el voto para Unidas Podemos y Pablo Iglesias en las elecciones del 4 de mayo a la Comunidad de Madrid.
Coincido con las reflexiones del Foro de curas de Madrid y más cuando hace unos días recomendaban no votar ni al PP ni a Vox por el peligro que para la democracia y la convivencia suponen estas fuerzas políticas, que defienden el ultra neoliberalismo político y económico, la aporofobia, el machismo, el racismo o el desprecio por lo público.
También, Redes Cristianas ha hecho público recientemente un comunicado con criterios que consideran esenciales para decidir el voto el 4-M. En el centro, la preocupación por la desigualdad y la exclusión social en aumento, la precariedad laboral, las privatizaciones y el deterioro de los servicios públicos en los últimos años o los discursos de odio y la criminalización de las personas más vulnerables.
Hacer frente a todo esto debe ser una prioridad política y, para las personas cristianas, criterio de orientación del voto, valorando qué propuestas políticas pueden ser más coherentes con ese objetivo.
Sin duda, ninguna opción política se puede identificar con el cristianismo o con la Iglesia en su conjunto. Pero hay fuerzas políticas que defienden y aplican principios o medidas que ponen en peligro aspectos esenciales vinculados a estas creencias.
Personalmente he llegado a mi compromiso político a partir de mi fe cristiana, y mi militancia y lucha por la justicia y la dignidad de todo ser humano bebe directamente del Evangelio. Es una opción por las personas más desfavorecidas, las víctimas de este sistema injusto y por participar en la construcción de una sociedad más fraternal y justa.
Desde ahí, muchas personas trabajamos contra la injusticia y la exclusión, contra las desigualdades que nacen de la privación de derechos y de la acumulación de riquezas, contra la opresión y la violencia justificadas por los poderosos.
No es ni justo ni cristiano abandonar a un niño o una niña a su suerte, criminalizar a colectivos por el color de la piel, su nacionalidad, orientación sexual o su cultura, dejar a la gente sin casa, pagar sueldos o pensiones de miseria, discriminar a las mujeres, explotar a la gente trabajadora.
No es justo ni cristiano que quienes más tienen aporten menos, que se blinden los privilegios y se reduzcan los derechos, que se sustituya la justicia social por la magnanimidad discrecional.
Cristiano y justo es defender que lo común es de todos y todas. Que el aire, el agua y la tierra no deben ni destruirse, ni acaparase porque la vida de todos y cada uno de los seres humanos depende de esos bienes comunes, como defiende el Papa Francisco en su encíclica Laudato Si.
Cristiano y justo es defender lo público, porque es la manera en que todas las personas vean atendidas sus necesidades básicas en dignidad, educación, salud y protección social, a partir de la contribución de todos y todas en la medida de sus posibilidades. Eso es defender a la gente de abajo, que es la más maltratada al tiempo que, como ha demostrado la pandemia, es imprescindible.
Muchas personas cristianas hemos considerado que los planteamientos de Unidas Podemos nos permiten avanzar hacia esa sociedad más justa y fraternal que perseguimos, desde la esperanza en que otro mundo es posible y que somos los hombres y mujeres de este momento histórico los que debemos intentar conseguirlo.
Contra la desesperanza, la lucha por la dignidad humana.