Qué es verdad y qué es mentira de 'El Cid'
La primera temporada de la serie de Amazon Prime Video muestra la vida de Rodrigo Díaz de Vivar antes de ser El Campeador.
La sangre salpica el rostro del protagonista. Su oponente cae en combate. Han sido más de 10 minutos de violenta lucha. Podría ser una batalla de Juego de Tronos, pero esto no es ficción. Es El Cid y está inspirada en hechos reales. Los que podría haber vivido Rodrigo Díaz de Vivar antes de ser El Campeador.
“Han hecho un buen análisis de la historia y han metido posibilidades bastante verosímiles”, resume el historiador David Porrinas, autor de El Cid. Historia y mito de un señor de la guerra, sobre la nueva producción de Amazon Prime Video protagonizada por Jaime Lorente.
Es 1063. Esa batalla es la Batalla de Graus y, obviamente, no todo es real. La ficción utiliza muchos recursos para guiar al espectador en la historia y cuela algún que otro patinazo. La mayoría pasa desapercibido para el gran público pero chirrían a ojos de los expertos.
Sobra decir que en el siglo XI no se hablaba así. El lenguaje de la serie es el lenguaje de hoy sin expresiones coloquiales, pero del siglo XXI al fin y al cabo.
Lo que sí se acerca a entonces es la ambientación. Castilla y León, la tierra de Rodrigo Díaz de Vivar, es la gran protagonista. Se buscó el parecido, pero no los enclaves exactos. Si bien El Cid se formó en la corte de León, la provincia no sale en la serie. De hecho, el puente que funciona como punto de acceso a la ciudad es el puente de Frías, en Burgos, construido en el siglo XIII, dos siglos después de morir El Cid.
Tampoco ninguno de los castillos data de aquella época. Salen el de Torrelobatón (Valladolid), el de la Adrada (Ávila), la fortificación de Ampudia (Palencia) y el de Almenar (Soria), y todos son muy posteriores. Del siglo XIV y XV. Pero mejor eso que cartón-piedra.
Armas y vestimenta, pero no perillas
Es creíble el vestuario. “Está bastante bien ambientado, igual que las armaduras y los yelmos”, continúa Porrinas. “Si te fijas en el Tapiz de Bayeux, considerado el primer cómic de la historia, ves que los caballeros van armados como van en la serie. Con lorigas, una cota de malla que llega hasta la rodilla, y yelmos cónicos, con protectores nasales”
Si la ambientación lleva a Juego de Tronos, más aún lo hace el vestuario. Resulta inevitable pensar en la serie de HBO al ver aparecer a la infanta Urraca (Alicia Sanz) con una capa de pelo en el segundo episodio. No es un plagio, la Edad Media era así y “ese tipo de capas era uno de los atributos de la realeza”.
“Hay que tener en cuenta que Juego de Tronos tiene un ambientación completamente medieval”, apunta Porrinas, que recuerda que el propio George R.R. Martin, autor de los libros en los que se inspira la serie, reconoció que el origen de Juego de Tronos son siete novelas de un autor francés del siglo XIV tituladas Los reyes malditos.
No cuela la perilla que luce el Conde Flaín (Carlos Bardem). “Chirría porque es un look del siglo XVII. No está documentada en la época de El Cid ni en lo que queda de Edad Media. Podrían haberle puesto una barba más cerrada, pero tampoco es algo que haya que valorar”, señala el historiador. Lo que no se puede decir es que fuesen así peinados, no hay constancia escrita pero tampoco de lo contrario. ¿Licencia? Seguramente, pero…
La gran licencia es la espada que sostiene el protagonista en el cartel promocional y que hizo a muchos llevarse las manos a la cabeza. No es ni pretende ser Tizona o Colada, se supone que es el arma que heredó de su padre —esto no está documentado—. Era una espada de infanzón, que no se parecía a las dos anteriores, pero el fallo es que tiene la misma ornamentación en la empuñadura que la famosa Joyosa de Carlo Magno, conservada en el Museo del Louvre de París.
El físico no importaba entonces
Sólo una referencia al físico de El Cid. “El de la luenga y enmarañada barbas”, se dice en El Cantar de Mio Cid, pero también es ficción como la serie y se escribió un siglo después de morir El Campeador. Ni siquiera lo que relatan una y otra obra se enmarcan en la misma época histórica. Esta es la juventud de Rodrigo Díaz de Vivar, podía no tener barba.
“No hay imágenes ni descripciones físicas. Tampoco un estudio arqueo-antropológico de los presuntos huesos que hay en Burgos. No sabemos si era grande, chico o mediano porque además las fuentes de la época no dicen nada en ese sentido”, apunta Porrinas, que añade que las estatuas que existen de El Campeador son también recreación.
Sí hay una descripción física de un personaje de la serie, la infanta Urraca. “De ella sí hay descripciones y eso quiere decir que debía ser especialmente bella. En esa época se solía definir por características psicológicas más que físicas. Cuando te dan una característica de un personaje es porque es muy llamativo”, apunta Porrinas, que pone también el ejemplo del rey inglés Enrique VIII, que ha pasado a la historia por su obesidad.
Urraca de Zamora, hija mayor de los reyes Fernando I y Sancha de León, debía llamar la atención por su belleza, aunque también destacaba por su seguridad como muestra la serie. “Tenía un gran potencial, una gran capacidad de ejercer el poder. Una prueba de ello es que consigue que se asesine a la mayor amenaza del reino, su hermano Sancho, en el cerco de Zamora”, añade Porrinas, que encuentra en Urraca un cierto parecido con Cersei Lannister de Juego de Tronos.
La relación con los pájaros y el pretendiente de Jimena
De Jimena (Lucía Guerrero) no se sabe nada, aunque perfectamente podría haber sido rubia, como la actriz que interpreta a su personaje. Al fin y al cabo sus orígenes son asturianos.
Lo que no está documentado es la relación sentimental con un Orduño (Pablo Álvarez). De hecho la historia no recoge la existencia de ese personaje. “Es un recurso, y diría que está inspirado en García Ordóñez, el principal enemigo de El Cid en la Corte de León”, apunta Porrinas. Éste no podría ser, al fin y al cabo lo presentan como el hijo del conde Flaín, y el personaje real era hijo de Ordoño Ordóñez.
La relación que sí existió es la de El Cid con los pájaros. “Hay fuentes históricas, tanto cristianas como musulmanas, que hablan de su capacidad para leer el presente y de alguna forma anticipar el futuro interpretando el vuelo de las aves”, explica Porrinas sobre este conocimiento ancestral del que también queda constancia en El Cantar del Mio Cid.
Formado en la corte de Fernando I y Sancho II
“El contexto histórico sí diría que está muy bien”, continúa Porrinas, refiriéndose a las conspiraciones que hubo en la época para derrocar a Fernando I de León (José Luis García Pérez), que se convirtió en rey por su matrimonio con la reina Sancha (Elia Galera) y al que rechazaban por ser de Navarra.
Ahí entra en el juego Flaín Fernández, el malvado de la serie, un noble que sí existió pero no fue ayo de Alfonso VI (Jaime Olías). “Fue un personaje muy influyente que al final del reinado de Fernando I protagonizó algún episodio de rebeldía”, aclara Porrinas sobre este personaje de la nobleza ancestral del reino de León que quiere reclamar su poderío y posición dentro del poder leonés.
Su aliado en la serie es Rodrigo (Juan Fernández), el abuelo de Ruy, del que no hay constancia en los papeles. En la serie lleva al joven a León —se formó en la corte de Fernando I y Sancho II (Francisco Ortiz)—, pero es un recurso.
“Sabiendo que su padre y sus tíos habían protagonizado rebeldías y rebeliones contra el rey puedes llegar a deducir que llegó a León en calidad de rehén, para que su padre no volviese a levantarse ni protagonizar ninguna rebelión”, corrige Porrinas, que aclara que tampoco hay constancia de que muriese en la batalla de Atapuerca como se dice en la producción.
Lo de la espada en herencia puede haber pasado, pero tampoco es lo más trascendente. Al fin y al cabo las verdaderas protagonistas son Joyosa y Tizona y esas ya llegarán.