Que el espacio te sea leve, Pepe
En la muerte de José Cervera: maestro, amigo, buena persona.
Sabíamos desde hacía meses que Pepe estaba enfermo. Muy enfermo. Nos lo comunicó como siempre hacía: por correo electrónico. Asumía que venían "tiempos revueltos" y tenía la desfachatez de despedirse pidiendo "todas las disculpas del mundo" por habernos dado la peor noticia posible. Ese mismo día le llamé. Cuando descolgó el teléfono se dio cuenta de que yo era incapaz de hablar. Sólo logré decirle, entre lágrimas, que le quería. Me contestó con una sola frase: "No te puedes imaginar lo que reconforta sentirse tan querido por tanta gente". Y colgamos.
Pepe ha muerto. No para mí. Era, y seguirá siendo, mi maestro. Como llevo haciendo desde que le conocí, en 2000, seguiré pensando qué haría Pepe en mi situación. Me indignaré, me reiré y me preocuparé y pensaré si Pepe también se habría indignado, reído y preocupado. Seguiré cuestionándome todo porque Pepe se cuestionaba todo.
Pepe Cervera era un hombre sabio. En una misma conversación podía hablar de las ondas gravitacionales, del último resto óseo hallado en Atapuerca, de las causas de la crisis del petróleo de 1973 o de la importancia de que Oracle bajase un 0,1% en el Nasdaq. Sabía de todo. Y de todo sabía bien. Abrumadoramente. Defendía sus argumentos con pasión, sólo un poco menos de la que empleaba en escuchar al que tenía enfrente.
Pepe Cervera siempre sonreía. Fue mi jefe durante dos años en Baquía.com, una web de información tecnológica en los años del módem, Explorer y Napster. Le recuerdo leyendo información bursátil de las compañías tecnológicas comiendo pipas y comentando lo que pasaba como si narrase una jugada gloriosa de un partido de fútbol. Sólo le vi preocupado en una ocasión: el 11-S. Ese día nos reunió a toda la redacción, nos miró y nos dijo solo tres palabras: "A por ello". Para Pepe Cervera el periodismo era pura diversión. Diversión a través del conocimiento: el que él atesoraba y compartía con sus lectores, compañeros y amigos.
Pepe Cervera ha sido un maestro. Toda una generación de periodistas de Internet, como Nacho Rojo, Ignacio Escolar, Rosalía Lloret, Melisa Tuya o Jordi Sabaté somos en parte lo que somos gracias a Pepe Cervera. Él nos guió, nos enseñó y nos transmitió esa pasión por aprender a informar de la mejor forma posible en un entorno novedoso y radicalmente distinto.
Pepe Cervera era una buena persona. No hace falta añadir nada más.
Nos ha dejado Pepe Cervera, Retiario, Papá Pitufo. Joder, Pepe.
Me viene a la memoria una noche en la que acabamos la jornada laboral entre cervezas y copas. Pepe se marchó sin avisar, como siempre hacía. Le vi alejarse calle arriba, en silencio, pensando, con las manos en los bolsillos, discreto, después de habernos hablado de política, ciencia, economía y tecnología. Así se ha ido de nuestras vidas: sin hacer ruido, pidiendo perdón por las molestias. Sin ser consciente de que la verdadera molestia es que nos haya dejado solos.
Amigo, maestro, hombre sabio: que el espacio te sea leve.