Profesora de inglés y una asesora "esencial": Jill Biden, la nueva primera dama de EEUU
De 69 años, es la segunda esposa del presidente electo, tras la muerte de su primera mujer en una accidente. Juntos tienen una hija, de 39 años.
“Soy el esposo de Jill Biden”. Con su broma favorita, el nuevo presidente electo de EEUU, Joe Biden, cerró la convención de su partido, el demócrata, el pasado agosto, cuando fue proclamado candidato a la Casa Blanca de forma oficial. Y es que, dicen en su equipo, ser el esposo de esta maestra de inglés es una de las cosas que más orgullo le generan.
Jill, a su lado, fue la segunda dama del país cuando Biden ocupó el puesto de vicepresidente en la Administración Obama. Ahora será la primera, tomando el relevo a Melania Trump. Son noche y el día.
No es “la mujer de”. Es una señora con trayectoria propia y un carácter tan auténtico, tan unificador, que hasta los republicanos la admiran. Discreta pero no callada, humilde pero no relegada, suave pero no apocada, a sus 69 años es un pilar esencial para el ahora presidente.
Recién ganado el puesto de senador, en 1972, Biden sufrió un terrible golpe personal: su esposa, Neilia, y su hija de un año, Naomi, murieron en un accidente de tráfico cuando volvían de hacer unas compras navideñas. Los otros dos hijos de la pareja, Beau y Hunter, de cuatro y dos años, resultaron gravemente heridos. Junto a su lecho, en el hospital, juró el cargo, ya entrado 1973. Años más tarde, en 1977, fue cuando se casó con su actual y segunda mujer, con la que tuvo otra niña, Ashley.
En sus memorias, Joe Biden escribe sin medias tintas: “Ella me devolvió la vida”. A su lado, reconstruyó una familia y consolidó una carrera política que, precisamente por el dolor personal, llegó a estar tocada. Jill es de Delaware, la ciudad a la que Biden se trasladó siendo muy pequeño, y allí se conocieron. “Joe siempre les decía a los chicos: ‘Mamá nos envió a Jill’”, dijo ella en una entrevista.
Ella nunca abandonó su carrera, sino que la acompasó como pudo a la del senador y luego vicepresidente. Sólo paró cuando tuvo a su hija, en 1981, pero luego regresó al terreno para obtener un doctorado en educación. Jill, doctora, todavía enseña en una universidad, en Virginia.
El día de la puesta de largo de la candidatura de Biden, en una campaña extraña por el coronavirus, los demócratas decidieron grabar el mensaje de asunción del cargo en la escuela secundaria en Wilmington, donde ella dio clase. Un gesto de su esposo por la educación... y por ella.
Los asesores de Biden destacan en sus redes que Jill es “serena, fuerte, elegante y familiar” y recuerdan que ha sido “decisiva”, una “asesora esencial” en la carrera presidencial, ya que en 2015 murió de cáncer el hijo mayor de Biden, Beau, y decidió no pelear por la Casa Blanca en las elecciones del año siguiente, cuando venció Donald Trump. Luego, le costó decidirse, pero ella “le dio fuerzas” para emprender la pelea, especialmente dura, además, con una veintena de contendientes dentro de su mismo partido.
“Hemos descubierto que es el amor lo que une a una familia”, dijo en un discurso el pasado mayo, en el que igualmente abordó las crisis que azotan a Estados Unidos, describiendo el silencio de las escuelas cerradas por la pandemia y las tensiones en el país durante la administración de Trump, aunque sin nombrarlo.
“Hay quienes quieren decirnos que nuestro país está dividido más allá de toda esperanza, que nuestras diferencias son irreconciliables. Pero eso no es lo que yo he visto en estos meses” de campaña, afirmó. “Hemos demostrado que el corazón de nuestra nación aún late con bondad y coraje”, insistió.
Tras este discurso, BIden dijo que “se puede entender por qué ella es el amor de mi vida y el pilar de nuestra familia”. “Es la persona más fuerte que conozco”, agregó.
Siempre a su lado
Durante las primarias demócratas y la campaña presidencial, Jill ha acompañado por Estados Unidos a su esposo, con un vigor que a veces parecía aún mayor que el del propio candidato.
En una de esas apariciones, dio un paso en falso, al llamar a los votantes demócratas a “tragarse un poco” la pastilla para votar por él, según ella, el más capaz de unir al partido pero también de atraer a los independientes, e incluso republicanos. “Bien, su candidato puede estar mejor, por ejemplo en salud, que Joe, pero hay que pensar especialmente en quién puede ganar estas elecciones” del 3 de noviembre, deslizó.
Se mantuvo discreta ante la acusación de Tara Reade, que asegura que Joe Biden la violó en la década de 1990, acusación que el candidato demócrata rechazó categóricamente. Y también ante las críticas por sus “gestos demasiado intrusivos” a mujeres. Actualmente le persigue la denuncia de ocho mujeres por tocamientos inapropiados, sumado a la queja de niñas, incómodas por la manera en que las abordó al hacerse fotos con él o saludarlo.
Consultada al respecto, Jill Biden aseguró haber visto solo un comportamiento inocente de su marido, al tiempo que precisó que había “aprendido” de las declaraciones de estas mujeres que consideraban invadido su espacio privado.
La mujer no dudó en rechazar, durante una reunión en Los Ángeles en marzo, a un manifestante que se acercó a su esposo. Su gesto se volvió viral. Pero no pareció sorprender a Joe Biden. En broma, dijo que era mejor no meterse con su compañera de más de 40 años.