Problemas de bullying en los colegios e institutos
Las denuncias por ‘bullying’ no han dejado de aumentar en los últimos años.
Las denuncias por ‘bullying’ no han dejado de aumentar en los últimos años. A diferencia de lo que muchos siguen pensando, el acoso escolar no está directamente relacionado con un nivel socioeconómico bajo, pues se da tanto en institutos públicos como privados, zonas céntricas como periféricas, urbanas como rurales. Además, tampoco parece existir una diferencia significativa entre sexos. Lo que sí parece contrastarse, como señalan desde MundoPsicologos, es que el tratamiento psicológico es necesario para superar el problema, ya sea por parte del agredido, que puede arrastrar secuelas importantes, como por parte del agresor, que reproduce comportamientos aprehendidos dañinos para su entorno.
Durante mucho tiempo el término bullying ha sido difuso, de modo que no se conocía con exactitud qué se podía considerar abuso y qué no. Cuando hablamos de bullying o acoso escolar nos estamos refiriendo a un tipo concreto de maltrato continuado que, como cualquier otro, puede adaptar diferentes facetas no fácilmente identificables.
El bullying, por tanto, no es solo el acoso físico mediante agresiones que dejan marcas visibles. De hecho, el acoso psicológico es el más frecuente, entendido como una serie de comportamientos que buscan aislar a la víctima y destruir su autoestima. Junto con estos se encuentra el acoso verbal, que incluye todo tipo de comentarios denigrantes, motes y bromas de mal gusto que siempre encuentran cómplices que lo hacen posible. En la actualidad, además, se ha sumado a lista el ciberbullying u hostigamiento mediante el uso de nuevas tecnologías.
Mientras que el acoso físico es perceptible para un adulto, no ocurre así con el bullying psicológico y, por supuesto, con el ciberbullying. Por ello, tanto padres como profesores deben estar atentos ante cualquier síntoma que pueda manifestar el acosado, entre los que se encuentran la negativa a asistir a clase, la necesidad de querer estar acompañado en todo momento, la pérdida de apetito o los problemas de aislamiento con los compañeros.
Desgraciadamente el diagnóstico del problema no supone su eliminación. Los acosadores no presentan un perfil concreto, pero suelen ser niños o jóvenes que arrastran problemas familiares, sobre todo carencia afectiva o falta de límites por parte de los progenitores. Esto no quiere decir, por supuesto, que todos los acosadores provengan de núcleos inestables, pero factores como el estrés suelen propiciar esta conducta. Por su parte, los acosados tampoco se adaptan a unas características concretas, aunque suelen ser personas que se encuentran en una posición de inferioridad, ya sea por pertenecer a una minoría, tener algún tipo de discapacidad o defecto físico o simplemente ser diferentes al resto.
En cualquier caso, la ayuda psicológica siempre es necesaria. Su detección es complicada y, una vez vislumbrado el problema, la comunicación juega un papel determinante. No obstante, el tratamiento psicológico debe ir a la par con la ayuda de padres y profesores, pues el sentimiento de culpa que genera el bullying no desaparece fácilmente. De igual modo, los padres necesitan a un profesional que les guíe en la conducta que ejercen con sus hijos, de modo que estos vayan poco a poco sintiéndose más confiados y compartan sus vivencias y problemas con la familia.