IX Edición de los Premios Días de cine: La vida es sueño y los sueños cine son
Una personalísima crónica de los galardones.
“Una ilusión, una sombra, una ficción”. La oscuridad de la sala 400 del Museo Reina Sofía se rompe de la mano de los Sparks, acompañados en la gran pantalla por Marion Cotillard, Adam Driver y Simon Helberg entonando So May We Start de Annette. Ninguna otra manera hubiera sido mejor para dar comienzo a una gala que celebra el cine en todas sus vertientes, ese arte que nos da la vida cuando la vida, precisamente, parece esforzarse en restarnos alegrías.
En el calor de la noche madrileña nos reunimos centenares de almas para entrar en comunión con un cine que, este año, nos ha unido más que nunca; el año del desconfinamiento, del regreso a las salas, del reencuentro con la gran pantalla. La gala está tan plagada de referencias y guiños cinematográficos, que resulta imposible no recibirlos con un ánimo extático. De ello se ha encargado Gerardo Sánchez, maestro de ceremonias y creador omnipotente de unos premios que no llevan su nombre, pero sí su espíritu.
Treinta años ha cumplido Días de cine el pasado 6 de octubre, treinta años formando a varias generaciones de amantes del cine; tres décadas constituyendo una suerte de instancia suprema a la que asirnos para no perder el horizonte fílmico. “Días de cine forma parte de mi educación sentimental y cinematográfica”, menciona Jonás Trueba al recibir su Premio ‘Vida en sombras’ por Quién lo impide, unas palabras que resuenan en cada uno de los espectadores por la potencia de nuestra identificación. Días de cine es, también, parte de nosotros mismos.
Esta edición está marcada no solo por la excelencia indiscutible de sus títulos, inconcebible para un año pandémico, sino por la autoría de las películas. A pesar de que tan solo un 14% de las cintas que consumimos están dirigidas por mujeres, según el informe ‘Diversidad cultural en la creación audiovisual en España’, resulta sintomático que Días de cine, vigía y centinela de la calidad cinematográfica, haya premiado tan contundentemente a proyectos dirigidos por mujeres. Así, la elegida como Mejor Película Española es Maixabel, de Icíar Bollaín; mientras su protagonista, Blanca Portillo, se alza con el premio a Mejor actriz española (Maixabel) y su compañero Urko Olazabal logra el galardón ‘El resplandor’ por su trabajo en la cinta.
El premio al Mejor Documental recae en El agente topo, dirigido por Maite Alberdi, y el galardón a Mejor Película Internacional queda ya insoslayablemente fijado a Quo Vadis, Aida?, escrita y dirigida por Jasmila Zbanic. Igualmente, los premios a mejores intérpretes internacionales han recaído en sendas cintas dirigidas por mujeres, como es el caso de Benedict Cumberbatch por El poder del perro (Jane Campion), o Jasna Djuricic, protagonista de Quo Vadis, Aida?, de nuevo, dirigida por Zbanic. Incluso el reconocimiento ‘Ha nacido una estrella’ ha recaído sobre Tamara Casellas por su papel en Ama, dirigida por la cineasta Júlia De Paz Solvas; y Clara Roquet se ha alzado con el premio ‘El futuro es mujer’ por Libertad, su despegue como directora en el largometraje.
Más cine, por favor
Otros títulos que han desfilado por el escenario del Museo Reina Sofía son, como no podía ser de otra forma, El buen patrón, película de Fernando León de Aranoa que le ha granjeado el premio a Mejor actor español a Javier Bardem, y cuya canción original pudimos escuchar en directo en manos de su compositora, la nominada al Goya Zeltia Montes.
En la ceremonia también hubo espacio para premiar a un redactor de Días de cine como Daniel Monzón, quien es, y siempre será, un cineasta de primera magnitud, ganador del premio del Público con Las leyes de la frontera.
También hay espacio para la promoción del cine en todas sus formas, premiando a Avalon y ‘El universo de Wong Kar-wai’ por la Mejor edición de DVD y Blu Ray, e incluyendo los premios ‘Somos Cine’ para La hija (Manuel Martín Cuenca) y el de Mejor animación para Calamity (Remy Chayé).
La gala alcanza uno de los momentos más emotivos con la entrega del premio ‘Elegidos para la Gloria’ al director de fotografía José Luis Alcaine. Ver, escuchar y compartir espacio con un maestro del color, de la luz y del encuadre como Alcaine es un placer inenarrable. Este profesional sobrenatural y, pese a ello, humilde, que ha firmado con luz las páginas más gloriosas de nuestra historia de la fotografía, reconoce la importancia de la imagen en nuestro día a día: “lo audiovisual forma parte de nuestra vida. Los jóvenes ven cine, crean vídeos, fotografían… Mi petición es que, al igual que en Francia, en España se instituyan clases de imagen en los institutos; que los jóvenes aprendan a estudiar cine para darles un bagaje y que sepan ser críticos con las imágenes, descubran su falsedad y se sientan analistas de lo que están viendo”.
La sabiduría y buen hacer de este genio, ganador de cinco premios Goya tras cincuenta y siete años de carrera, con películas como Dolor y gloria, Volver, Belle Époque, ¡Ay, Carmela! o Mujeres al borde de un ataque de nervios, no duda en señalar que “en este oficio se debe estar aprendiendo siempre, y Días de cine es un programa donde siempre se aprende algo nuevo”.
La gala continúa entregando momentos emblemáticos que abarcan desde la utilización como fondo sonoro del tema central de Historias de Filadelfia, hasta la presencia de José Luis Rebordinos, director del Festival Internacional de Cine de San Sebastián, para la entrega de un galardón. Como no podía ser de otra forma, también se realiza un homenaje al mítico presentador y director Antonio Gasset; y se alcanza una emoción indescriptible con los discursos de agradecimiento de Tamara Casellas y Urko Olazabal, mencionando la precariedad en el mundo del cine y la dificultad de recibir buenos papeles a partir de una determinada edad.
No obstante, permítanme apuntar, en esta personalísima crónica de la IX Edición de los Premios Días de Cine, un momento ciertamente inolvidable protagonizado por Blanca Portillo. La actriz no solo está protagonizando Silencio en el Teatro Español, sino que salió de su función sin descanso para poder recoger a tiempo su galardón a Mejor intérprete femenina. Justo después, cuando las luces se fueron apagando, las butacas se vaciaron y los invitados fueron abandonando la sala, los alrededores del Museo Reina Sofía quedaron en silencio, un silencio similar al que ideó Juan Mayorga y que, junto con la oscuridad, acaba por allanarnos y unificarnos a todos. Allí, en medio de la ciudad, lejos ya de las miradas y de los requerimientos de la fama, durante unos minutos compartimos calle Portillo y yo, a unos metros de distancia, ambas dirigiéndonos a nuestro lugar de destino. Esa mujer inmensa, rebosante de talento, que llegó a interpretar a Segismundo en La vida es sueño, caminaba hacia la Ronda de Atocha con total despreocupación, como quien se sabe grande y se cree pequeña al mismo tiempo.
Y es entonces cuando comprendo que realmente el cine es un frenesí, una ilusión, una sombra y una ficción. Y como bien sostenía el propio Segismundo, y en alguna ocasión se ha glosado en Días de cine: toda la vida es sueño y los sueños cine son.
Larga vida a nuestros días de cine y a quienes, con su esfuerzo, los hacen posibles.