El PP sigue atado con el cordón de Vox
Ayuso rechaza aislar a la ultraderecha, como en Francia y Alemania, en plena polarización del 4-M.
Discursos de odio, carteles racistas contra los menores no acompañados, no condenas a las amenazas que están recibiendo miembros del Gobierno… La campaña de Madrid está mostrando el lado más crispado y fangoso de la política. Con la izquierda remando en la misma dirección que en muchos países de Europa: hacer un cordón sanitario contra la ultraderecha. Pero la derecha española rechaza seguir los pasos de Angela Merkel y sigue abierta a pactos con la ultraderecha de Vox.
La campaña entró en una nueva fase al final de la semana pasada con el debate de la Cadena SER y las dudas planteadas por Rocío Monasterio (Vox) sobre las amenazas con balas. Este lunes se endurecía todavía más con el sobre con una navaja contra la ministra Reyes Maroto por parte de un hombre con problemas psiquiátricos. Desde la izquierda se habla del discurso del odio y de cómo está calando poco a poco en una sociedad tan polarizada. Y el PSOE de Ángel Gabilondo ha apostado por crear un “cordón sanitario” contra Vox, al que se suman UP y Más Madrid. Con una pregunta en el aire: ¿pactará Ayuso después del 4-M con la ultraderecha si le dan los números?
Ayuso sigue vendiendo que va a lograr la mayoría absoluta para gobernar en solitario (para lo que necesitaría al menos 69 escaños), pero los sondeos no plasman esa fotografía. Cs queda fuera en todas las encuestas, por lo que al PP solo le quedaría como pareja de baile a Vox. La publicada por El País este martes, realizada por Metroscopia, le da más del 40% de votos, que se traducirían en 59 escaños, un número insuficiente para la investidura. Para ello debería contar con los 13 hipotéticos asientos de la ultraderecha.
Y Ayuso lo tiene claro: “Yo no hago cordones contra nadie”, decía en Radio Nacional este martes. Ella misma reconocía que ha ido “bien” la experiencia de gobernar apoyada externamente por Vox y marca más su línea roja con el PSOE y la izquierda: “Con el desastre no voy a pactar”. “Si llevo una bajada de los impuesto y Vox lo apoya, se lo agradeceré”, apostillaba. La presidenta también ha llevado a otro órdago: pide a la izquierda que la apoye si no quieren a los de Abascal.
Es más, desde el PP no se pone el foco en el discurso del odio practicado por Vox, y se achaca a La Moncloa y a Pablo Iglesias el clima de estos días en la campaña. Ayuso ha llegado a decir que no hay que hacer públicas esas amenazas porque “dan alas” y crean un “efecto llamada innecesario”. “Un circo”, ha llegado a comentar evitando entrar en conflicto con sus posibles socios a partir del 4-M.
A pesar de los intentos de enmascarar pactos con Vox, el PP se quiere quedar solo en ese espectro con la ultraderecha mientras engulle los restos de Cs. Gracias a los votos de los de Santiago Abascal gobiernan en lugares como el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y Murcia. Precisamente en esta última región se ha dado un paso más que hasta ahora no se había visto: se ha otorgado la Consejería de Educación y Cultura a una expulsada de Vox, que defiende la implantación del pin parental.
No obstante, ha habido ligeros matices dentro del partido, con Pablo Casado condenando de manera más contundente las amenazas frente a una más tibia Díaz Ayuso, que está marcando la estrategia del 4-M sin intervención de Génova 13 y con autonomía de su equipo. Ella está logrando captar sufragios de la ultraderecha (consigue mejor puntuación dentro de los votantes de Vox que la propia Rocío Monasterio), por lo que luego el día después tendrá que contentar con su Ejecutivo a esa parte también. Nunca ha cerrado la puerta, y siempre habla de un Gobierno amplio.
Si choca la actitud del PP respecto a Vox respecto a sus colegas europeos, todavía chirría más la de Cs. El propio partido de Emmanuel Macron, referente para los naranjas, ya mostró el año pasado su preocupación por lo que estaban haciendo entonces los de Albert Rivera. Pero la cosa no ha cambiado, Edmundo Bal, el candidato para el 4-M y que se presenta como estandarte de centro, también rechaza el cordón: “Si los hubiera habido en 1978, no tendríamos Constitución”. Desde Cs siempre se insiste en que nunca han pactado con la ultraderecha, pero la realidad es que gracias a sus votos están en la Junta de Andalucía y en los ayuntamientos, por ejemplo, de Madrid y Granada.
La izquierda entiende que se han traspasado unas líneas rojas durante esta campaña en Madrid y que el discurso del odio se está normalizando y calando en la sociedad. La propia Reyes Maroto lo decía en una entrevista este martes en El HuffPost: “Todos los demócratas estamos hoy amenazados”. Y señalaba directamente a Vox de buscar el “odio y la crispación”. Por ello, cree que el PP debe decidir si se queda con los demócratas o se radicaliza de la mano de Vox. Sánchez declaraba en este sentido durante el fin de semana que la democracia tiene un problema ahora mismo con la ultraderecha.
Al calor de este clima tan polarizado, la ministra de Hacienda y portavoz, María Jesús Montero, pedía a todos los partidos “reflexionar” sobre por qué cala ese discurso del odio en la sociedad y abogaba también por ese cordón sanitario al estilo de muchos países europeos contra Vox. Con un reproche directo al Partido Popular: llegar a acuerdos con el partido de ultraderecha que fomenta el “odio y la exclusión”. Lo que evitó fue decir si los socialistas estarían dispuestos a facilitar una investidura de Ayuso para que no la vote Vox. Este mismo miércoles el PSOE intentará en el Pleno del Senado que se apruebe una moción contra los partidos que “contaminan el debate democrático”. El PP intentará contrarrestar con una iniciativa paralela para incluir a todos los “radicales”.
El cordón de Vox sigue atando al PP.