Portugal: el gobierno de izquierdas que ha logrado progresos sin austericidio
Se cumplen dos años de la llegada al poder del socialista Costa quien, apoyado por el Bloco de Esquerda, comunistas y verdes, está logrando el aplauso de Europa y de las agencias crediticias.
Hace dos años era motivo de mofa. "El Gobierno de la geringonça", o sea, de la chapuza, lo bautizó un analista de la prensa local creando tendencia. Ahora, en el ecuador de su legislatura, nadie se atreve a hacer una afirmación así. Quienes vaticinaban un "mandato efímero", de "gestores blandos" y apoyado en el "populismo antisistema" se ven obligados a reconocer los datos del nuevo Portugal: el que ha frenado el austericidio, el que ha aglutinado a la izquierda, el que es piropeado por la Comisión Europea o el Fondo Monetario Internacional.
En el país vecino lleva las riendas un primer ministro socialista, Antonio Costa, que no tiene socios en el Ejecutivo sino partidos en los que se apoya puntualmente, con los que firma acuerdos bilaterales sobre políticas concretas, permitiendo la gobernabilidad. A sus 86 escaños en el parlamento nacional, el partido de Costa suma -sin que por ahora se hayan registrado cismas especialmente destacables, fruto de intensas, hábiles y pragmáticas negociaciones- los votos de tres formaciones más: el Bloco de Esquerda (BE), con 19 diputados; el Partido Comunista de Portugal (PCP), con 15; y el Partido Ecologista Os Verdes (PEV), con 2. Así llegan a la mayoría absoluta, frente a los 108 de la oposición conservadora, liderada por el Partido Social Demócrata (PSD) de Pedro Passos Coelho, que ganó las elecciones con 89 parlamentarios.
¿Te suena? Es un escenario parecido al que dejaron las fallidas elecciones del 20 de diciembre de 2015 en España. Mariano Rajoy sin posibilidades de formar gabinete pese a su victoria, el rey encargando la tarea a Pedro Sánchez... En Portugal sí cuajó y da frutos el pacto que aquí estudiaron el PSOE y Unidos Podemos y que nunca llegó. Lo que hubiera pasado en nuestro país si se hubiera replicado este pacto es cosa de periodismo ficción. Lo que sí tenemos son datos concretos de lo bien que se están haciendo las cosas al otro lado de la frontera, incluso por encima de lo esperado.
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Por ejemplo: se ha acordado la subida gradual del salario mínimo de un 25% en cuatro años -está ahora en 557 euros y a finales de la legislatura alcanzará los 600 euros-; se ha devuelto al tajo a 95.000 trabajadores que estaban en el paro; la tasa de desempleo ha bajado al 9,4% (el mejor dato en una década), cuando en plena crisis llegó a 16%; el crecimiento económico esperado para este año es del 3%; el aumento anual de exportaciones a la UE ha crecido un 10% y las de países no comunitarios, un 20%; se han subido las pensiones y se han mejorado los salarios de los funcionarios quienes, además, ahora trabajan 35 horas semanales; se ha aprobado además un plan de choque contra la pobreza energética.
Más: Costa y sus aliados han recuperado la inversión pública, hundida por los recortes, lo que se ha notado sobre todo en la sanidad, que ha pasado de estar en el puesto 20 de los 35 países más desarrollados de Europa a la 14, según el criterio de los propios usuarios; ahora los libros de texto son gratis en el tramo de educación primaria y se han suprimido los conciertos con centros privados en aquellas zonas en las que ya hay un colegio o instituto público que preste servicio; las becas universitarias se han incrementado, al tiempo que han bajado las tasas; se han paralizado privatizaciones iniciadas por la derecha -líneas de autobús, de metro, la compañía de aviones TAP...- y se ha bajado el IVA de la restauración (del 23 al 13%), a la vez que se ha creado un impuesto de patrimonio para viviendas de lujo de más de 500.000 euros.
DEL RESCATE A LOS APLAUSOS
Costa recibió un gobierno que se tuvo que enfrentar al rescate de Europa, de 78.000 millones de euros -una ruina- y le dejó un país con dos millones de personas en riesgo de pobreza, el 20% de la población. Al igual que pasó con Grecia, la Troika (FMI, la Comisión E y el Banco Central Europeo) impuso durísimas condiciones de austeridad, que llevaron a recortes generalizados aplicados por el anterior ejecutivo.
Sin embargo, ya en 2016, con el nuevo mando, el PIB creció un 1,4%, en el último trimestre ya subió al 2% y acumula 13 trimestres consecutivos al alza, según datos del Ministerio de Finanzas que comanda Mario Centeno, al que se le conoce como el Cristiano Ronaldo de los dineros y cuyo nombre suena incluso para presidir el Eurogrupo. El déficit fiscal lo han reducido hasta el 2,1%, cuatro décimas por debajo de la exigencia que hizo Europa, el FMI, el BCE y hasta la propia Administración portuguesa, una cifra desconocida desde que volvió la democracia al país en 1975 y que se ha alcanzado antes de llegar a la mitad de la legislatura. En España, por comparar, supera el 4,30.
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Algunos de los hitos que marcan este segundo año de Gobierno son, por ejemplo, la salida en junio del procedimiento de déficit excesivo, bajo el que se encontraba desde 2009. El pasado 30 de junio, el Fondo Monetario Internacional aseguraba que Portugal había conseguido un "progreso encomiable en afrontar los riesgos a corto plazo" que se cernían sobre su economía. Como detalla EFE, además "ha resonado especialmente la mejora que la agencia de calificación Standard and Poor's (S&P) realizó en septiembre de la nota de la deuda soberana del país, a la que sacó del nivel de bono basura, donde permanecía desde enero de 2012".
Fitch, otra agencia internacional de calificación crediticia, ha destacado en sus análisis la "habilidad" de Costa para poner orden en las políticas multicolores propias y de sus apoyos y su capacidad de dar "estabilidad política suficiente como para impulsar las reformas estructurales" que el estado necesita.
Esta batería de logros, que la prensa europea empieza a defender como un ejemplo a seguir para otras izquierdas comunitarias, mantiene la intención de voto para el primer ministro -que no fue la primera opción de los votantes portugueses- en un insólito 42%, casi 17 puntos por encima de los democristianos, según las encuestas.
LAS SOMBRAS
¿Es perfecta la gestión de la izquierda portuguesa? No. La deuda pública es de lo poco que no ha mejorado y alcanza el 130,4% del Producto Interno Bruto, más de 232.000 millones de euros, y las perspectivas a corto plazo no son buenas. La prima de riesgo de esa deuda se ha triplicado con el actual primer ministro, aunque ha mejorado sensiblemente ahora que su economía no se cataloga como BB+. También está siendo difícil afrontar el coste de la recapitalización bancaria, a medio acometer, con el sistema financiero aún endeble -"salir de la UCI no es tener el alta hospitalaria", escriben en Público-.
Pero aún con todo lo trascendental que es la economía, lo que más daño ha hecho al Gobierno ha sido la oleada de incendios, que deja este año más de cien muertos, que le costó la dimisión a Constança Urbano de Sousa, la ministra del Interior, y llevó a que el pasado octubre la Asamblea portuguesa votase una moción de censura contra el Ejecutivo, que fue rechazada con 122 votos en contra y 105 a favor.
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La Agencia EFE destaca igualmente que parece haberse enfriado la relación con el presidente de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa, un conservador que, no obstante, se había convertido en un buen mediador entre los socios cuando había desencuentros. Ahora ha mostrado su "aspereza" a raíz de los incendios. Siendo como es el político más popular del país, un cambio en su relación con Costa puede alterar la estabilidad actual.
Para los dos próximos años se auguran movimientos importantes por parte de los trabajadores que, "conscientes de las buenas noticias económicas", exigen que se actualicen sus salarios, reclamación en la que obtienen el apoyo del Bloque y los comunistas. "El problema será el margen de los presupuestos, en los que se estima un crecimiento de la economía para 2018 del 2,2"% y una reducción del déficit hasta el 1%".
Tocará nuevamente buscar la unidad en la intersección de los conjuntos de la izquierda portuguesa, esa zona de compromiso común en la que, por ahora, hay encuentro y consenso y ha sacado adelante políticas sociales. Cada cual, mientras, mantiene su programa propio, de aspiraciones máximas, algo propio que poder llevar cada día al Parlamento y defender, cuando toque, en las urnas. De momento, el experimento funciona.