¡Por una voz europea, unitaria, en el G20!
En presencia del vicepresidente de la Comisión Europea, el comisario Timmermans (Derechos Fundamentales y Estado de Derecho), tuvo lugar el pasado miércoles, 5 de julio, en la sesión plenaria de Estrasburgo, un importante debate sobre la posición de la UE en el G20 que se reunió en Hamburgo durante el fin de semana del 8 y 9 de julio.
Es cierto que, todavía hoy, el G20 no ha alcanzado el rango ni el estatuto de una estructura formalizada en expresión de la entera comunidad internacional (por más que atesora en su masa crítica más del 75% del PIB mundial y del 80% de la población del planeta); ni actúa tampoco con personalidad jurídica única en la comunidad internacional.
La Unión Europea, en cambio, sí. Y la UE está representada en el G20 no solo por la Comisión, sino por hasta cinco Estados miembros (Alemania, Francia, Reino Unido, Italia y España en su calidad de "invitado permanente").
Y, desde esta perspectiva de vocación europea de actuar como un "actor globalmente relevante", sería ciertamente muy bueno que en el seno del G20 no hubiese por parte europea ninguna cacofonía, sino unidad de posición. Para empezar, por plantar cara al "populista en jefe" -y, a ratos, el Twittero en Jefe-, el Presidente Trump, que retira a los Estados Unidos del pacto contra el cambio climático. Y para exigir una lucha conjunta y sin cuartel contra la elusión fiscal, contra la evasión y el fraude, así como, por descontado, contra los paraísos fiscales y las "jurisdicciones no cooperativas". Y para combatir en común la globalización de la desigualdad exasperante.
Pero, sobre todo, también -aquí y ahora, en la UE, frente a la dolorosa soledad de Italia, abandonada a su suerte ante el clamoroso incumplimiento del resto de Estados miembros de sus obligaciones de "solidaridad" (art.80 TFUE)- para exigir una respuesta global al desafío de las migraciones.
Y para abordar ese objetivo es exigible que la UE y sus EE.MM honren el Tratado de Lisboa (TL) y el compromiso y mandato de la solidaridad entre ellos (art. 80 TFUE).
Una UE que no deje sola a Italia, abandonada, con recursos ciertamente sofocados ante los crecientes influjos de migrantes (económicos) y demandantes de asilo (que interpelan a la UE en su vocación de cumplir con el Derecho internacional humanitario y con el propio Derecho constitutivo de la UE, el TL y la Carta de Derechos Fundamentales de la UE). Especialmente, los millones de seres humanos vulnerables en busca de asilo y refugio que huyen de la costa libia escapando del horror y de los tráficos ilícitos que esquilman despiadadamente al África subsahariana.
Y una UE que establezca -¡de una vez!- vías legales y visados humanitarios para que los desesperados de la Tierra tengan una oportunidad -al menos una, solamente- de intentar alcanzar Europa sin abandonarse a las mafias ni perder la vida en el intento.