¿Por qué soy un hombre?
Parece una pregunta sencilla así que analicemos lo que hay detrás.
Evidentemente cuando nací, decidieron que por una protuberancia y por una supuesta capacidad futura de generar espermatozoides que pudieran fecundar a un óvulo me iban a asignar un género: varón. Que no hombre, que esto ya merecería un artículo entero para analizarlo.
Una vez que me asignan ese género no he tenido muchos problemas identificándome con él, más allá de tardar un poco más que los demás en aprender a moverme y corregir los movimientos que no se consideraban masculinos en esa época, ganándome así una buena etapa de bullying por no ser suficientemente heterosexual. Bonita unión, la de la heterosexualidad con la hombría.
Una cosa con la que de verdad no he estado a gusto, por lo menos hasta que el feminismo se volvió mainstream, es relacionándome con grandes grupos de hombres. Había algo del trato hacia la mujer que no comprendía y me sentía muy incómodo con cada referencia a lo que se podría hacer sexualmente con una viandante.
Así que entré de lleno en la idea de ser un hombre, me lo creí.
Pero cuanto más leo y más escribo sobre el género menos entiendo lo que significa esa creencia. Ya desde la adolescencia no entendía qué era lo que conllevaba culturalmente ser un hombre, así que ahora, menos.
¿Soy hombre por lo que hago?
No sé qué es lo que hace un hombre, así que veo difícil que mi identificación con el género pueda venir por ahí. De hecho, si acaso, culturalmente, he hecho más cosas que se identifican con la mujer que con el hombre. Si no, mi padre no me habría echado la bronca de pequeño por jugar a las cocinitas con mi abuela.
¿Soy hombre sólo por mi corporeidad?
Mi cuerpo es percibido como lo que se espera de mi género. Pero puesto que ser hombre es una construcción cultural que nada tiene que ver con lo biológico, un hombre no tiene por qué tener pene o por qué no tener tetas. Mi cuerpo no es suficiente para hacer un hombre.
¿Soy hombre por mi expresión de género (lo que visto, cómo me muevo)?
Por desgracia, y como he explicado antes, fui forzando a moverme de una forma “masculina” para no llamar la atención. El bullying es una muy buena forma de aprendizaje, te puede enseñar a hacer cualquier cosa con tal de evitarlo. Pero entonces, ¿si no hubiera aprendido a moverme y a vestirme como se esperaba de un hombre, no sería hombre?
Supongo que todas las preguntas se orientan a una idea que varios escritores han tratado: el género es una categoría aspiracional.
La idea de la masculinidad y la feminidad, además de haberse ido modificando a lo largo de la historia, es diferente según las culturas. Lo que se repite, independientemente de los cánones culturales, es el hecho de tener que demostrar continuamente a qué categoría perteneces. Lo que cambia es cómo lo demuestras.
Yo intento dejar de hacerlo, dentro de que el género, como realidad intersubjetiva, nos crea esquemas mentales difíciles de romper. Da mucho miedo, y de verdad digo miedo, ser tan diferente como para hacer algo tan tonto como ponerse una prenda que nadie espera que lleves, por ejemplo, una falda. Parece que siempre hay que encontrar una narrativa que excuse tu singularidad o tu ruptura de la norma.
Pero lo más probable es que si me pusiera una falda y no hubiera adaptado todo lo que pude mis movimientos a lo que se espera de un hombre, ya no sería percibido como hombre, aunque muy probablemente tampoco como mujer. ¿Cómo qué me percibirían entonces?
Me creí que soy hombre a pies juntillas y ahora me perciben como lo que se espera de esa categoría. ¿Es entonces ser mujer u hombre una cuestión de fe?
¿Hemos subvertido la categoría del género? Es algo que sigue generando muchísimo sufrimiento y a la vez, sin ella, no se podrían analizar muchas de las discriminaciones existentes, pero cuanta más gente rompa sus barreras, ya sea corporalmente, en la expresión o en las acciones, mejor viviremos todes.