¿Por qué se llama Manuel al niño Jesús?
En Navidad, los villancicos nos recuerdan los distintos nombres del crío que nace en Belén pero, ¿por qué tantas denominaciones? ¿Qué significa cada uno?
Llega la Navidad y vuelven a sonar los villancicos, esos que cantamos sin reparar siquiera en la letra porque nos los sabemos de carrerilla. En no pocos de ellos, a Jesús, el niño que dice la tradición que nace en Belén (Palestina) el 25 de diciembre, se le llama también Manuel, que se hace Manuêh en andaluz o Manuelito en América Latina.
¿Pero cómo es eso? ¿Por qué el bebé recibe dos nombres? ¿Qué justificación tiene? Decía San Jerónimo que “significan lo mismo Jesús que Emmanuel, no al oído, pero sí al sentido”. Hermoso, pero poco clarificador. Arroja más luz el historiador sevillano Francisco Díaz: “Emmanuel o Manuel es el nombre que explica la naturaleza y la personalidad de Jesús, su esencia, el cómo será al nacer, mientras que Jesús expresa su misión en la tierra, lo que hará. Ambos están perfectamente justificados”, señala.
Reconoce que la confusión es razonable cuando se dan casos, por ejemplo, como el del evangelista Mateo, que con dos versículos de diferencia usa ambas denominaciones, sin más aclaración. “Le pondrás por nombre Jesús (...) Se le pondrá por nombre Emmanuel (Mt 1, 21-23)”. ¿En qué quedamos? “Pues en las dos cosas, porque ambos nombres están recogidos en la Biblia, uno explicado en el Antiguo Testamento y otro, en el Nuevo”, señala el investigador.
El más común, dice, el “nombre en sí” del pequeño es Jesús, que en hebreo se lee Yehoshua, lo que significa “Yahveh salva” o “Dios salva”. “Jesús es el “salvador” de su pueblo -es lo que significa en arameo-, el que le salvará de sus pecados. Da cuenta de la tarea que tendrá al encarnarse y hacerse hombre, explica el motivo de la encarnación y su misión en la vida”, explica.
Ese nombre no fue una elección de su madre, María, ni de su esposo, José, sino que el arcángel Gabriel se presenta al carpintero en una de sus pesadillas, cuando le daba vuelta al embarazo de la mujer que iba a tomar por esposa y en cuyo proceso no había participado, y entonces le dice que no tema, que se case con María, que cuide al niño concebido por el Espíritu Santo y que le ponga Jesús, “porque él salvará a su pueblo de los pecados”. “Es el sanador, quien viene a dar la salud al alma, que es donde mora la enfermedad del pecado”, señala Díaz.
Emmanuel, en cambio, aparece mucho antes, en el libro del profeta Isaías, se calcula que unos cinco siglos antes del encuentro del ángel y José en Nazaret. “Viene de una profecía: Isaías le habla al rey de Judá, llamado Acaz, perverso, pagano e idólatra a sus ojos. Le dice que pida una señal a Dios para convencerse de que no debería aliarse con Asiria para hacer frente a los sirios y a los efraimitas, pero no hace caso. Así que Isaías le ofrece una profecía, un signo de su verdad. Le dice que una joven, aún doncella, va a concebir un niño que será signo de la presencia benéfica de Dios, en favor de su pueblo. Le explica que ese niño se llamará Emmanuel, porque significa “Dios con nosotros”, y que ese será el símbolo de su ayuda”, relata el historiador, citando el capítulo 7, versículo 14.
Díaz sostiene que Emmanuel es, por tanto, el nombre “profético” de Cristo, mientras que Jesús es su nombre propio, que no era excesivamente común pero tampoco una rareza en el siglo I, “aunque los judíos de la zona obviamente no lo usaran con la intensidad y el sentido que se asocia al Jesús hijo de Dios y rey de Israel, de los judíos, rey de reyes”.
Emmanuel llevó a Manuel, un nombre que sigue siendo el octavo más puesto a varones españoles en este 2021 y que llevan 573.480 ciudadanos, más popular incluso que Jesús, que ocupa el puesto 48º en las preferencias españolas y que tienen por nombre 272.210 hombres, según el Instituto Nacional de Estadística (INE).
Esa familiaridad, mayor aún en el sur de la península y en América Latina, ha llevado a cantar al “niño Manuel” en numerosos villancicos, en muchos casos de raíz flamenca. Emmanuel suele hacer referencia a Jesús pequeño, no al adulto. De ahí su presencia en cada Navidad. “Lo importante no es el nombre con el que lo invoquemos, ni siquiera la fe, si se tiene o no se tiene; lo importante es el mensaje de que nace un niño que trae esperanza al mundo”, concluye Díaz.