¿Por qué no hay más mujeres artistas en el mercado del arte?
Esta semana se han celebrado varias de las ferias de arte más importantes de nuestro país y los precios de las obras más caras compiten con los porcentajes de la presencia de mujeres artistas (y las existencias de mascarillas). ARCO ha declarado que este año celebra seguir muy por debajo de la igualdad en cuanto a cifras, pasando del indignante 25% del año pasado al todavía vergonzoso 32%. El número de artistas españolas aún se desconoce, pero viendo cómo tratan a las que se presentan por sorpresa no debe ser muy alto. ¿Qué es lo que ocurre para que en una de las ferias de arte más prestigiosas sea tan difícil encontrar artistas femeninas? ¿De verdad tiene menos calidad su trabajo? Estos son algunos de los motivos por los que hoy no estamos disfrutando del arte creado por mujeres como es debido.
Hasta hace muy poco las mujeres no podían estudiar ni trabajar. Aunque nos suene muy lejano, la realidad es que la historia del arte está creada sólo desde la perspectiva masculina. Al no tener acceso a los talleres de formación las mujeres no podían aprender a pintar, ni exponer y mucho menos vender sus obras. Salvo algunos casos excepcionales como el de Artemisia Gentileschi, que aprendió en el taller de su padre, un reconocido pintor, o Sofonisba Anguissola dama de compañía de la reina Isabel de Valois, y cuya institutriz le enseña a pintar. Aunque el feminismo haya conseguido hoy ese derecho para las mujeres, el tiempo que llevan en activo es muy poco comparado con el de sus compañeros varones. El arte sigue teniendo sello masculino.
El arte realizado por mujeres se vende un 47% más barato. A las galerías no les sale rentable tener obras de mujeres artistas. El porqué de esta diferencia en su cotización no está en la calidad de las obras sino en que nuestra cultura valora por regla general mucho más todo lo generado por hombres. Los precios alcanzados en el mercado dependen en gran medida de las estrategias de marketing y de lo que se quiera, o no, promocionar a un artista. Además, este dato es una pescadilla que se muerde la cola: cuantas menos mujeres menos confianza en su trabajo y cuanta menos confianza en su trabajo menos mujeres. La falta de referentes no sólo afecta a quienes compran, programan y comisarían, sino también a la autoconfianza de las propias artistas.
Una estructura masculina. Que la propia estructura, el poder y los filtros del mundo de arte (galeristas, comités, jurados, gestores culturales…) siga estando, en su mayor parte, en manos de hombres, provoca que se acabe apoyando más el trabajo de otros hombres. No todas las personas son sensibles a todos los temas. Ahora mismo hay muchas mujeres trabajando en el conflicto de género y en su situación dentro de la sociedad, lo que en muchos casos no conmueve o no llega a las figuras masculinas. Por no hablar de los abusos de poder y abusos sexuales por parte de algunas figuras masculinas a las artistas que intentan avanzar. Hasta que no logremos paridad en la estructura va a ser muy difícil que logremos la de los y las artistas.
La conciliación y los cuidados. Como en cualquier otro sector profesional, la maternidad, la doble jornada y los cuidados familiares perjudican mucho más a las mujeres en su proyección laboral. Es paradójico que en las universidades de Bellas Artes el 70% del alumnado esté formado por mujeres, pero luego sean invisibles en las exposiciones y las galerías. Algo sucede en el camino al desarrollo pleno de su actividad. En este asunto es vital la implicación de sus parejas que deben asumir su corresponsabilidad, tanto en los cuidados como en las tareas domésticas.
La falta de compromiso de los agentes culturales. Esta es hoy la mayor causa de todas. Hay que hacer un esfuerzo extra por integrar artistas femeninas en los libros, en los programas y en las actividades culturales para que todos los problemas anteriores se solucionen. Al contar con más mujeres artistas se generará mayor confianza en su trabajo, existirán más referentes y llegará un momento en el que no será difícil encontrar mujeres ni será considerado aceptable celebrar una feria en la que sólo haya un 6% de mujeres artistas nacionales. Ya hay ferias que están poniendo todo su empeño en acabar con la desigualdad, como es el caso de JustMad, cuya directora Semíramis González, es todo un ejemplo de buenas prácticas no sólo a la hora de contar con el mismo número de mujeres y hombres artistas, sino también de crear una feria sostenible con el medioambiente. El problema no es que no existan mujeres artistas valiosas: el problema es la falta de consciencia y de compromiso de las personas que tienen poder para cambiar las cosas.