Por qué no es buena idea que se pueda pasar de curso sin límite de suspensos
Si un alumno puede promocionar aunque suspenda, yo no sé para qué vengo a clase, mejor que pongan máquinas expendedoras de títulos.
Nunca se cuenta con profesores en activo para la redacción de las leyes educativas. Siempre vienen impuestas por los criterios que los legisladores y sus asesores consideran oportunos, ignorando la voz de los que, día a día, trabajamos en las aulas y vivimos su realidad. Es una especie de legislación por conocimiento tangencial, nunca directo, por eso hay siempre tantas disonancias en tantos ámbitos, no solo en el educativo.
Ahora, en una nueva ocurrencia (ya se les ocurrieron la evaluación por competencias, luego la evaluación por criterios y competencias, luego la evaluación por criterios, competencias y estándares de aprendizaje, sin olvidar la joya de la corona: la promoción por imperativo legal -si repites un año, al siguiente, aunque suspendas todas, pasas de curso-), dejan al albedrío de cada comunidad y cada centro que un alumno pueda pasar de curso sin límite de suspensos. La medida es tan absurda que, realmente, no sé por dónde empezar, pero ya que esto se supone que son solo unas líneas, os diré que:
Adiós al concepto de “esfuerzo” como leitmotiv que te hace mejorar día a día para conseguir tus objetivos. Hay mil excusas para no esforzarse: mis padres se han separado, en mi casa hay problemas económicos, soy hiperactivo… pero ya, también, no me gusta madrugar y no rindo tan temprano, es que soy de letras… esto solo crea una sociedad de víctimas donde a cada problema se responde con un derecho, en lugar de con una motivación para seguir adelante. Hablando de motivación…
“Ahora vas y los motivas tú”, le podría decir a la ministra. Es lo que me pasa cuando tengo PILS (alumnos que promocionan por imperativo legal) en mi clase. La Celestina vs. un alumno que sabe que va a pasar de curso sacando un cero en todas las materias. Que sí, que hago teatros en clase, y dramatizo las lecturas de la Celestina, y vemos la adaptación que un grupo de teatro sevillano hace de la obra como si Melibea fuera una choni de barrio y Calisto su Jonathan; si hasta rapeamos algunos fragmentos… Pero no dejan de ser entretenimientos para pasar la hora de clase; a la hora de la verdad, no la van a estudiar, no la van a asimilar, pasan. Y pasan porque, precisamente, saben que pasan (de curso).
Denigración de la profesión docente: poco hay que más que decir de un país donde, en 2019, cada 48 horas se agredía física o verbalmente a un sanitario (esos a los que se les aplaudía a las 20h). Ya de por sí, los docentes somos un colectivo poco valorado: que si tenemos muchas vacaciones, que si los padres de nuestros alumnos nos pagan el sueldo, que si para lo que hacemos cobramos mucho… Si encima un alumno puede promocionar aunque suspenda, yo no sé para qué vengo a clase, mejor que pongan máquinas expendedoras de títulos en las entradas de los centros educativos.
El error de fondo: pero, a pesar de tanta ironía (necesaria para mantener mi salud mental), el problema de fondo es una concepción demasiado buenista de lo que debe ser el sistema educativo y demasiado obsesionada con presentar al alumno con problemas educativos como una víctima. Son medidas destinadas, no a darles a nuestros adolescentes las herramientas adecuadas para poder desenvolverse en la vida, sino a ofrecerles caritativas limosnas durante su etapa adolescente que les son retiradas de golpe cuando salen de la enseñanza obligatoria y se enfrentan a un mundo sin tener ni idea de nada, porque no nos han dejado enseñarles nada productivo.
Cuando tenemos alumnos con problemas en una materia, no les enseñamos a mejorar y a superarse para llegar al nivel y superar el listón, sino que le bajamos el listón. Es la filosofía contraria al deporte: no entrenes para batir el récord del mundo, ¡que te rebajen el récord!
No siempre permitir que un alumno promocione con materias suspensas es bueno para él, tengo un caso bastante reciente que lo corrobora. ¿Y de ese chaval quién se preocupa? Los legisladores del sistema educativo desde luego que no, están ocupados creando más como él.