¿Por qué los alemanes han leído mal a Lorca durante décadas?
Desde 1998, sus textos cuentan con varios traductores al alemán.
Por Patricia Álvarez Sánchez, profesora de Traducción e Interpretación, Universidad de Málaga:
Si traducir obras literarias es una tarea compleja, traducir poesía, sus melodías y silencios lo es aun más y conlleva un sorprendente malabarismo lingüístico de sacrificios y equilibrios. Tal y como Spivak argumenta, el traductor debe primeramente rendirse al significado y a la forma y después, desarrollar un entendimiento de aquello que el texto expresa.
Para ello debe comprender que los textos son productos creativos originados en una cultura y tiempo concreto, que comparten connotaciones semánticas con sus lectores más allá del sentido literal de las palabras. En el caso de la poesía, es necesario además explorar las melodías e interpretarlas a través del «prisma de la producción cultural». De esta forma, el texto se entiende como un discurso colmado de signos a la espera de su transformación en significado, en mensajes comunicativos.
Federico García Lorca es seguramente uno de los poetas más innovadores y más musicales de las letras españolas. Nacido en Fuente Vaqueros (Granada) el 5 de junio 1898, su obra, que abarca canciones, dibujos, poesía, prosa y teatro, entre otros géneros, continúa siendo actual y transgresora 83 años después de su trágica muerte.
Entre las primeras traducciones de Lorca al alemán, que realizó, en 1936, Jean Gebser (quien tuvo la suerte de poder discutir con el autor sus obras) y las de Lothar Klünner y Rudolf Wittkopf en los años 1990, entre otros, tropezamos con un torpe intervalo de más de 50 años, en los que Enrique Beck ejerció un tenaz monopolio como único traductor del poeta granadino al alemán.
Aunque sus traducciones fueron alabadas por escritores de la relevancia y reconocimiento internacional como Hermann Hesse y Thomas Mann, parece que sus elogios fueron fruto de la satisfacción con el producto final y no por la equivalencia de la traducción. Ni Hesse ni Mann tenían conocimientos de la lengua española y no podían, por lo tanto, comprender los textos originales lorquianos.
Muchos otros, como Erst Rudin, Wilhelm Muster y Hans Weigel, desgranaron las incoherencias de los trabajos de Beck a lo largo de las décadas y señalaron que estas traducciones fueron obstáculo para que el pueblo alemán conociera las obras de Lorca hasta hace apenas dos décadas.
Muchas de estas dificultades son fruto del desconocimiento de la cultura y lengua española en profundidad, pero también de la aspiración de Beck a convertirse en un gran poeta. Así, traduce “naranjo en flor”, del poema “La Lola”, como “Orangenblust”, palabra que él mismo inventa para la ocasión.
Rudin señala en su obra Der Dichter und sein Henker (que no en vano se titula El traductor y su verdugo) que Beck incurre en numerosos errores al trasladar la obra teatral lorquiana por excelencia, La casa de Bernarda Alba (1936) al alemán. Así, traduce, por ejemplo, “La sed me despertó” literalmente como “Der Durst hat mich wachgemacht”, lo cual es agramatical y muy poco poético si tenemos en cuenta que no utiliza el verbo “despertar” (wecken) sino “wachmachen”, que es una palabra compuesta formada por “hacer” y “despierto” y más coloquial.
Ignora, además, la polisemia de ambas lenguas. Verbigracia, interpreta el verbo “sentir” como “fühlen” (notar) en vez de “bedauern” (lamentar) y hace caso omiso a la diferenciación entre los verbos ser y estar en español en la oración “La iglesia está hermosa”, que traduce como “Die Kirche ist wunderbar”, como si este adjetivo fuera una cualidad inherente del edificio y no una mera descripción en ese momento de contemplación.
Desatiende también una característica propia del uso del español, la tendencia a la exageración de aquello que exponemos; traduce así la oración “No nos vemos nunca” (que en español es a modo de reproche una manera de decir “Nos vemos poco” o “Me gustaría que nos viésemos más”) de forma literal “Wir sehen uns nie”, dando lugar a una traducción completamente errónea y mostrando su desconocimiento por el uso de nuestra lengua.
Adscrito a la heterogénea Generación del 27, donde se arremolinaron voces tan diversas como las de Rafael Alberti, Luis Cernuda, María Teresa León, Pedro Salinas y María Zambrano, Lorca es sobre todo escritor de la vanguardia del momento y poeta musical de los marginados. Sin despreciar ninguna de sus vertientes ni interpretaciones de sus escritos, debemos leerlos como un canto a todo aquello que puede ser hermoso, y en ocasiones no llega a serlo, y un símbolo de la búsqueda de libertad en tiempos difíciles.
Su trágica cosmovisión del mundo –el sufrimiento del ser humano por la no consumación del deseo amoroso y la amenaza de la muerte, entre otros– impregna toda su obra, pero también el apego al campo, la exaltación del amor, la libertad y la admiración por el mundo femenino: Lorca esgrimió en sus obras un maravilloso retrato de la España patriarcal donde las mujeres se medían por su capacidad para procrear, servir y callar.
Embelesados con la raigambre mágica y surrealista de Lorca, son muchos los artistas que se han inspirado en su obra y la han transformado en cine, literatura y música. Son muchos también aquellos que han deseado acercar sus palabras a otras lenguas. Sin embargo, la traducción de la literatura lorquiana es una ardua tarea que implica trasladar a otra lengua su lenguaje irracional –repleto de un simbolismo peculiar, colmado de imágenes de Andalucía y salpicado de palabras inventadas–, sus juegos de palabras y extraordinarias metáforas, y las imágenes surrealistas en las que se aúnan lo culto y lo popular en maravillosa sinfonía.
Durante décadas, los lectores alemanes perdieron todos estos matices en el patrimonio literario que representa la obra de Lorca, aunque creían poder leerlo a través de un traductor que anteponía su propia voz a la del poeta y utilizaba un lenguaje que no era acorde a la realidad vanguardista del momento.
Desde 1998, sus textos cuentan con varios traductores al alemán. Entre ellos, Christiane Busl y Marin von Koppenfelsen, con las traducciones de parte de sus canciones y poemas, Hans Magnus Enzensberger con La casa de Bernarda Alba y Rudolf Wittkopf con Bodas de Sangre.
Aunque ninguna traducción es perfecta y ningún texto original puede ser integrado en otra lengua respetando fielmente su inventario formal y de contenido por igual, estos nuevos trabajos ofrecen una polifonía de interpretaciones desde las que el público alemán puede acercarse a Lorca y entender mejor su obra.
Traducir a Lorca es, en definitiva, traducir el canto del gallo y el trino de los pájaros, y saber que las traducciones son siempre interpretaciones imperfectas de los originales.