Por qué la detección de efectos secundarios con las vacunas debería hacernos sentir más seguros que al contrario
Para la gran mayoría de especialistas los parones de AstraZeneca y Janssen conllevan un riesgo mucho mayor que los propios efectos adversos de las inyectables.
Ahora sí, ahora no. Las idas y venidas con las vacunas de AstraZeneca y Janssen traen de cabeza tanto a ciudadanos de a pie como a los expertos en la materia. Los parones de las últimas semanas en la administración de dosis no son “acertados” para la gran mayoría de especialistas, quienes consideran que la falta de tino a la hora de comunicar y la disparidad de criterios pueden conllevar un riesgo mucho mayor que los propios efectos secundarios de las inyectables.
El porcentaje de trombos derivados del pinchazo, recuerdan, es mínimo en comparación con los beneficios a nivel poblacional que las vacunas acarrean. Y, sin embargo, su diagnóstico y su seguimiento posterior son síntoma de que la cosa marcha bien.
“Definitivamente, es muy importante subrayar que todo lo que esto muestra es que tenemos la capacidad de vigilar, que la farmacovigilancia funciona”, explica Daniel Lopez Acuña, epidemiólogo y exdirector de la Acción Sanitaria en Crisis de la OMS.
″Ésta se ha ido desarrollando más y más en los últimos años. Que al minuto un efecto secundario se detecte y se compruebe lo que está pasando nos muestra que el sistema funciona, que se informa más allá de las agencias regulatorias. Esto nos debe dar confianza y hacernos entender que en todo medicamento y en toda vacuna se observan efectos secundarios hasta cierto punto”, añade.
Farmacovigilancia como herramienta clave
El último informe de la Agencia Española del Medicamento recalca que no existe riesgo cero. Todos los medicamentos y vacunas tienen algún grado de efecto adverso que abarca desde cuadros alérgicos hasta sintomatologías de mayor gravedad. La buena noticia es que la ciencia tiene las herramientas para diagnosticarlo, hacerlo público con transparencia y ponerse manos a la obra para analizar de dónde viene y tratar de encontrar solución.
“Estamos hablando de que las vacunas son los productos más seguros del mercado debido a que antes de iniciar su uso público han sido sometidas a un proceso de ensayo clínico con muestras poblacionales muy pero que muy superiores al resto de fármacos”, recalca por su parte Amós García Rojas, presidente de la Asociación de Vacunología Española.
“Se lleva a cabo un estudio exhaustivo y se constata si son seguras y eficaces para lo que se pretende”, añade. “En ocasiones extremadamente raras puede haber efectos secundarios importantes derivados de la vacunación y, en estos casos, el sistema de farmacovigilancia funciona de forma magnífica”, asegura.
“Esto debe ser leído por el ciudadano como señal de que a veces ocurre, pero estamos vigilantes”, corrobora López. “En este caso apreciamos que la frecuencia con la que se han sucedido estos eventos secundarios es muy baja. Estamos hablando de que con la vacuna de Janssen se han dado seis episodios de trombos de entre casi siete millones de personas, mientras que con la de AstraZeneca han sido 70 en más de 20 millones”, apunta.
Los datos representan el 0,5 o 1% entre un millón de personas, es decir, 0,0001%. Unos riesgos mucho menores que los que producen, por ejemplo, los anticonceptivos, donde la probabilidad es de 500-1.200 entre un millón, lo que equivale de 0,05% a 0,12%.
Beneficios que superan con creces los riesgos
Para el epidemiólogo, unos episodios tan infrecuentes no comprometen la seguridad de la vacuna y, en cambio, los beneficios sin duda superan a los riesgos que pueden derivar de contraer el coronavirus.
“La Agencia del Medicamento ha sido muy clara, no hay riesgo ni razón epidemiológica para suspender la vacunación”, recalca. “Los Gobiernos han optado por un principio de precaución siendo más papistas que el papa, sin hacer caso a la recomendación de la EMA y tomando determinaciones por cautela. Pero el gran coste es que se deja de proteger a la población vulnerable en un momento donde la incidencia es alta”, reitera.
Este mismo jueves, la Unión Europea ha señalado que no renovará los contratos para la compra de vacunas de la farmacéutica anglo-sueca Astrazeneca y la estadounidense Johnson & Johnson.
Según el diario italiano La Stampa, “la Comisión Europea, de acuerdo con los líderes de muchos países, ha decidido que al vencimiento de los contratos vigentes para el año en curso, aquellos con empresas que producen vacunas de vectores virales no serán renovados”.
“No soy nada partidario de la suspensión que se ha hecho”, confiesa López. “Hay una diferencia clara en la decisión de EEUU a la hora de paralizar la vacunación con respecto a Europa: allí tienen suficientes dosis de otras vacunas y aquí no”, apunta.
“Por mucho que se diga lo contrario, inevitablemente esto afectará al calendario de vacunación”, reconoce. “Estamos jugando con fuego en el sentido de que todas estas medidas de arranque y freno, de cambios en las decisiones, generan temores, desconfianzas y tendencias al rechazo”, señala. “Todos tenemos que asumir un papel muy edificante al respecto, ser muy transparentes y ofrecer información y explicaciones claras, sin caer en la vía del sensacionalismo”, destaca.
Sobrexposición mediática a tiempo real
A la disparidad en la gestión, se suma otro factor clave: la sobrexposición mediática de un asunto científico. “El hecho de que esté siendo cubierto en tiempo real distorsiona. Estas noticias suelen venir meses o años después, pero por la naturaleza de la pandemia estamos ante un seguimiento en vivo, lo que tiene ventajas y desventajas”, comenta. Una de ellas: “que se encienden los fuegos muy rápidamente”.
Amós reitera el mensaje: frente a la desinformación, más caso a la ciencia y, sobre todo, “vacunar, vacunar y vacunar”.