Por qué es polémica la regularización de los dos senegaleses que ayudaron a Samuel
"Si algo tienen los actos heroicos es que son excepcionales. No debemos normalizar que la regularización se vea como un premio, cuando tendría que ser un derecho".
El Spiderman de Mali, el héroe de la ría de Bilbao, los senegaleses que se enfrentaron a los asesinos de Samuel. ¿Hay que hacer heroicidades para poder conseguir un permiso de residencia?
El pasado 3 de julio, una jauría humana mató de una paliza a Samuel Luiz, de 24 años, al grito de “maricón”. Los golpes se produjeron a lo largo de un centenar de metros, y en varios tiempos, entre los que hubo al menos dos personas que intentaron ayudar al joven Samuel, mientras el resto probablemente observaba indignado, jaleaba o grababa con su móvil la brutal escena.
Resulta que esas dos personas, Ibrahima y Magatte, eran dos hombres senegaleses en situación irregular, y ahora el Gobierno ha anunciado que regularizará su estatus para que puedan residir y trabajar en España legalmente.
El secretario de Estado de Migraciones, Jesús Perea, explicó este martes en una entrevista en Cadena Ser que ya estudian su caso para “iniciar el proceso de documentación en un plazo muy breve”. “En situaciones de este tipo, en las que se producen comportamientos de humanidad y compromiso cívico, poniendo en riesgo la propia vida, el Estado tiene la obligación de reconocer moralmente esos valores”, argumentó Perea, que describió estos casos como “extraordinarios, puntuales y tasados”.
El delegado del Gobierno en Galicia, José Miñones, ya había adelantado horas antes la intención del Gobierno con respecto a Ibrahima y Magatte. “Fueron dos de las personas que intermediaron, además con un papel activo, en la violenta paliza [a Samuel Luiz]. Y por lo tanto es un acto de reconocimiento y creemos que es de derecho”, señaló Miñones, que definió su actuación como un ejemplo “de valentía”.
Según contó el delegado, las propias amigas de Samuel Luiz, testigos del crimen, fueron las que solicitaron esta posibilidad para los migrantes. Esto mismo se pidió para Mouhamed Diouf, otro joven senegalés de 27 años que el pasado mes de junio rescató a un hombre que cayó a la ría de Bilbao, y que todavía no ha conseguido un permiso de residencia pese a llevar casi cinco años en España. En base a la Ley de Extranjería vigente, la mayoría de migrantes deben residir de forma clandestina durante al menos tres años en el país antes de empezar a tramitar la residencia por arraigo.
Los colectivos antirracistas tienen claro que Ibrahima y Magatte deberían obtener sus papeles, pero critican estas concesiones a discreción por parte del Gobierno para premiar una heroicidad, cuando la regularización debería ser un derecho, sostienen.
“Si algo tienen los actos heroicos es que son excepcionales. No debemos normalizar que la regularización se vea como un premio, cuando tendría que ser un derecho”, razona Moha Gerehou, periodista, escritor y activista antirracista. El autor de Qué hace un negro como tú en un sitio como este sostiene que este gesto del Gobierno es “una manera de perpetuar la desigualdad”, en una situación en la que “una de las pocas rendijas para escapar de ella es siendo excepcional”, afirma.
Tampoco está de acuerdo con esta concesión un activista antirracista con representación institucional contactado por El HuffPost, que prefiere no comentar todavía el caso para no intervenir en el proceso y no perjudicar a los jóvenes senegaleses hasta que se haga oficial su regularización.
El ‘buen migrante’
Este gesto del Gobierno no sólo es arbitrario, sino que contribuye a legitimar la idea del ‘buen migrante’, según la cual la sociedad espera que las personas migrantes encajen dentro de unos roles preestablecidos y unos comportamientos de sumisión que no se reclaman necesariamente al resto de la ciudadanía, como explica un artículo del periodista Youssef M. Ouled titulado El buen inmigrante.
“Se pone el listón muy alto sobre la gente migrante, y no se le permite cometer errores como a cualquier ser humano”, señala Gerehou, nacido en España hijo de padres que emigraron de Gambia. “Cargamos con lo negativo de la condición —ya sea racial o religiosa— tanto para lo bueno como para lo malo, y eso nos coloca en una situación de tener que llegar constantemente a unos estándares que no se exigen a todos por igual, que no están al alcance y que no tienen nada que ver con el derecho a tener un estatus legal”, apunta el periodista.
Youssef M. Ouled publicó su artículo el 30 de mayo de 2018 a raíz del caso de Mamoudu Gassama, un joven de entonces 22 años de origen maliense que salvó la vida de un niño francés de cuatro años que colgaba de un cuarto piso. Su hazaña lo hizo merecedor de la nacionalidad francesa a ojos del presidente francés Emmanuel Macron, que se la concedió por su “acto heroico” y su “valentía” mientras en el Senado galo se impulsaba un endurecimiento de la ley migratoria.
Gassama, apodado el ‘Spiderman de París’, encarnaba la figura del “buen inmigrante” en palabras de Ouled, ese que merece “ser reconocido como persona sólo si trepa, no para salvar su vida, sino la de la ciudadanía europea”, ese que “no hace ruido, queda en silencio, aguantando la explotación laboral”, ese que “acata la ley”, aunque esta sea “injusta”, y ese que no se dedica a luchar por su supervivencia, sino a realizar “actos puntuales que determinarán su derecho a vivir con una dignidad que le ha sido robada”.
El ‘caso James Rhodes’
Salvando las distancias, Moha Gerehou recuerda también la polémica nacionalización por vía urgente del pianista James Rhodes por sus “méritos artísticos” y su “compromiso frente al maltrato y la violencia contra los niños” e diciembre de 2020, después de tres años viviendo en España. Si esta concesión levantó ampollas entre el colectivo antirracista no es porque el músico no se ‘mereciera’ la nacionalidad, sino porque su popularidad —que sin duda tuvo que ver en el gesto del Gobierno— es algo que no está al alcance de los centenares de miles de personas que viven en el país sin poder regularizar su situación.
“No sólo escapa a criterios objetivos, sino que parte de la subjetividad pasa por que al gobierno de turno le caigas bien, y eso es un gran problema”, advierte Gerehou.
El periodista se alegra “evidentemente” de que Ibrahima y Magatte consigan los papeles y se reconozcan sus actos, pero lamenta que su regularización dependa todavía de una heroicidad, y que “el Gobierno progresista siga ignorando al movimiento de Regularización Ya”, que defiende la regularización de migrantes en España.
“Estos héroes senegaleses podrían haber tenido sus papeles en regla y haber hecho heroicidades sin tener que estar pendientes de si la Policía va a pararles o no por los papeles, y sin tener que aguantar todo el estrés y la injusticia que pesan sobre las personas en esta situación”, recalca Gerehou.