Por qué es engañoso hablar de inmunidad de grupo con el 70% de vacunados
Los expertos no tienen claro que con ese porcentaje se alcance la ansiada inmunidad de rebaño.
La ciencia y la política libran una sutil batalla desde que comenzó la pandemia, y es en el ámbito de la comunicación. Si en política triunfan los mensajes cortos, fáciles y directos, la ciencia ama (y necesita) los matices, las explicaciones largas y el tiempo para confirmar o desmentir una información.
Por eso todavía muchos epidemiólogos e inmunólogos se desesperan cuando se les pregunta por fechas exactas en las que uno podrá quitarse la mascarilla, viajar, etcétera, o cuando el propio presidente del Gobierno, en este caso Pedro Sánchez, anuncia una ‘cuenta atrás’ de cien días que termina el 18 de agosto, cuando España habrá llegado, según sus palabras, a la inmunidad de grupo.
No es que estos cálculos sean falsos, y es evidente que la gente necesita mensajes optimistas y de ánimo, pero los científicos le pondrían más de un ‘pero’ a este anuncio del presidente. En primer lugar, porque no se sabe todavía con qué porcentaje se alcanza la inmunidad de grupo.
¿Tiene sentido hablar de inmunidad de grupo como se está haciendo en España?
“La respuesta rápida es que no; lo que se está vendiendo ahora como inmunidad de grupo no es realista”, contesta Salvador Macip, doctor en Medicina e investigador de la Universidad de Leicester. “Se sabrá que hay inmunidad de grupo una vez que la consigamos, no antes. Lo demás es hacer previsiones”, señala.
Con el ritmo actual, España sí podría llegar a mediados de agosto con el 70% de la población vacunada (32,9 millones de personas), pero lo más seguro es que este porcentaje no sea una cifra mágica.
En un primer momento se calculó que la inmunidad colectiva se alcanzaría con el 70% de inmunizados “a partir de modelos matemáticos”, explica Macip, pero eso no deja de ser “un porcentaje estimado”. “Quedarse clavados en esta cifra no es científicamente válido”, sostiene el doctor, que añade que ahora “se está hablando más bien del 80% u 85% de vacunados, porque se han visto variantes más infecciosas y otras condiciones diferentes a las observadas al principio, cuando se calculó el famoso 70%”. “Es verdad que habrá muchos menos contagios, muchos menos ingresos y muchas menos muertes; pero esto no es la inmunidad de grupo”, matiza.
¿De dónde viene el cálculo del 70%?
Se estima en base a un modelo matemático realizado con la R o ‘número básico de reproducción’ —la cantidad media de casos nuevos que genera cada persona contagiada durante su infección— y “en función de eso se ve cuánta gente inmunizada haría falta para evitar que el virus siga circulando y así la gente no inmunizada también esté protegida”, explica Macip, que insiste en que estos “modelos teóricos no deben tomarse como una verdad absoluta”.
David Bernardo, inmunólogo del Instituto de Biología y Genética Molecular del CSIC, coincide en señalar que “todavía no sabemos el porcentaje real de población vacunada con el que vamos a llegar a la inmunidad de grupo”, pero es algo más optimista que Macip. “Me sorprendería que fuera un porcentaje mucho más alto del 70%”, reconoce. Bernardo considera que, “como máximo, se puede necesitar un 80%, y por supuesto esto se va a alcanzar”, añade.
El inmunólogo se fija en casos de éxito ya conocidos “que invitan al optimismo”, como el de Israel, que con el 60% de la población vacunada apenas registra nuevos casos u hospitalizaciones, y el de las residencias de ancianos en España, prácticamente libres de covid al tener a casi todos sus usuarios y trabajadores inmunizados.
Bernardo teme, en cambio, que los millones de dosis necesarias no lleguen al ritmo acordado —España todavía tiene que recibir unos 35 millones de dosis para inmunizar al 70% de la población— y la mágica cifra se retrase algo más de lo prometido.
Pero, ¿con la inmunidad de grupo estaremos todos protegidos?
“No todos”, responde David Bernardo. Con ella se aspira a tener al máximo porcentaje de población protegida mediante la anulación de la circulación del virus. Sin embargo, “el virus ha venido para quedarse”, sostiene el inmunólogo; y precisamente por eso la inmunidad de grupo “es tan importante”, porque “hay gente que no se podrá vacunar, por ejemplo personas inmunocomprometidas, o con alergias a los componentes de la vacuna, o que por su lotería genética pueden reinfectarse y no hacer memoria inmunitaria”. “Se trata de que tú estés protegido para proteger también a la gente de tu alrededor”, abunda Bernardo.
Para Salvador Macip, “inmunidad de grupo significa que puedes estar tranquilo, que puedes hacer vida normal porque, si aparece el virus, serán casos aislados que no den problemas”. Y a día de hoy le cuesta imaginarse ese escenario. “Es muy complicado hablar de inmunidad de grupo en un país o en un territorio concreto cuando en el resto del planeta sigue circulando el virus”, reconoce el doctor. “Tú puedes estar muy tranquilo en tu país, pero si de repente entra una nueva variante contra la que tus anticuerpos no funcionan tan bien, volverá a haber otro pico de casos”, ilustra.
Para Macip, “dependerá de cuánto tiempo se tardará en vacunar a todo el mundo”; “y todo el mundo es todo el planeta”, aclara. “El hecho de que el virus siga circulando en alguna parte del mundo aumenta la probabilidad de que surjan nuevas variantes que pueden complicar el tema de la inmunidad a largo plazo”, explica.
El miedo a las variantes
La cuestión de las nuevas variantes, y en qué medida podrán burlar la inmunidad proporcionada por las vacunas, “son incógnitas que no controlamos y que se van resolviendo sobre la marcha”, afirma Macip. “Para estar tranquilo, primero hay que alcanzar un porcentaje elevado en un territorio, pero en segundo lugar hay que ver que el resto de países estén en el mismo nivel, porque si no entrarán nuevas variantes, y parece que esto va a ser un problema durante un tiempo”, advierte.
De nuevo, David Bernardo es más optimista y apunta que, pese a las mutaciones observadas, “este coronavirus es muy, muy, muy estable” y que “es muy poco probable que el virus mute tanto como para que las nuevas variantes dejen de ser reconocidas” por el sistema inmune del organismo. “Es cierto que los porcentajes de eficacia de algunas vacunas son algo más bajos frente a algunas variantes, pero a día de hoy no es lo que más me preocupa, porque ya tenemos la tecnología de hacer esas vacunas con ARN mensajero [Pfizer y Moderna]”, añade. “Si se diese la carambola de que el virus cambiase tanto, podríamos reajustar las vacunas muy rápidamente”, celebra.
Tampoco se sabe todavía cuánto durará la inmunidad proporcionada por las vacunas, pues “para saber si la inmunidad dura años, antes tienen que pasar esos años”, razona Macip. Por parte de Pfizer se ha planteado la posibilidad de poner una tercera dosis de recuerdo al año del primer pinchazo, pero aún hay muchas dudas en torno a este tema.
El coronavirus, ¿como una gripe?
Ambos expertos apuntan a la posibilidad de que el coronavirus acabe cronificándose de un modo similar a la gripe, una epidemia contra la que hay que vacunarse cada año, y que es mortal, pero en unas cifras nada comparables a las del covid.
Antes de que ocurra eso, habrá que ir alcanzando otros hitos. De momento, el efecto de las vacunas en España ya se nota en las cifras de muertes, que han caído un 90% desde que comenzó la vacunación (también por las restricciones). Pronto debería notarse también en las hospitalizaciones y, finalmente, en los contagios. “Esto va a suponer que se van a poder relajar muchísimo las medidas”, avanza Bernardo.
El inmunólogo se ha fijado un horizonte en mente para su ‘normalidad’, y no es este verano, “sino Navidad”. “El objetivo que tengo para mi familia es que las próximas navidades podremos estar bien, sin mascarilla y sin distancia”, describe. Bernardo calcula que, para esa época, seguirá habiendo contagios, “pero en unos porcentajes muchísimo más bajos, y esto pasará a ser como una gripe”.