Por qué es clave la cooperación para el desarrollo
La pandemia ha resituado la cooperación internacional como prioridad de la agenda geopolítica de las grandes potencias.
El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, viaja a Europa por primera vez desde que tomó posesión el 20 de enero de 2021. Su primer acto ha sido una visita a las tropas estadounidenses destacadas en la base aérea de Mildrenhall, donde ha insistido en su mensaje “America is back”.
Biden llega a Europa con el objetivo de recuperar el liderazgo que su país perdiera durante el mandato de Donald Trump y la pandemia está en el centro de esta estrategia. Al apoyo expresado al levantamiento de las patentes de las vacunas antiCOVID (este jueves 10 de junio el Parlamento europeo ha aprobado negociar un levantamiento temporal) se añade otro de efecto más inmediato, donar 500 millones de dosis de vacunas a 92 países en desarrollo.
La COVID19, y particularmente la vacunación, ha confirmado por enésima vez la brecha entre países. Basta señalar que mientras en España prácticamente la mitad de la población ya ha recibido alguna dosis de la vacuna, al ritmo actual, los países más pobres tardarían 57 años en inmunizar a su población.
La pandemia ha resituado la cooperación internacional como prioridad de la agenda geopolítica de las grandes potencias que han visto en ella una oportunidad para fortalecer o recuperar presencia y liderazgo internacional. Los ejemplos más evidentes son China, que en una primera fase abasteció al mundo de mascarillas, respiradores, material sanitario y en esta segunda, junto con Rusia, provee de vacunas a países a los que las “occidentales”, el mecanismo COVAX no está llegando como cabría esperar.
El anuncio de Biden confirma lo señalado por la nueva administradora de la Agencia de Estados Unidos para el desarrollo internacional (USAID): Estados Unidos no puede perder la oportunidad que supone la pandemia para recuperar el liderazgo global perdido [durante el mandato de Trump].
Un año antes que Biden, en enero de 2020, fue la ministra González Laya la que anunciaba otro regreso. “Spain is back. Spain is back to stay”, afirmaba en una firme declaración de intenciones. En esta voluntad de retorno debe estar, sin duda, la cooperación internacional para el desarrollo, y en esos términos se manifiesta siempre la propia ministra.
España es el único país de la comunidad de donantes en el que todos los niveles de administración del Estado, la administración general del estado, , comunidades autónomas y entidades locales realizan, en mayor o menor medida, algún tipo de actuación de cooperación para el desarrollo. El potencial, por tanto, es inmenso.
Nuestro país tiene por trayectoria una posición privilegiada para tener liderazgo en las agendas y espacios internacionales, un liderazgo desde la horizontalidad, desde la diversidad de actores y experiencias públicas y privadas.
La cooperación para el desarrollo como política de Estado. Así se entendió durante los gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero cuando España llegó a destinar el, hoy aún lejano, 0,46% de Renta Nacional Bruta a Ayuda Oficial al Desarrollo. La cooperación en el centro de la política exterior, ese soft power que facilitó a nuestro país el estatus de invitado permanente en el G20 y a ser una referencia internacional en igualdad, lucha contra el hambre, el derecho al agua o la construcción de paz. Una suerte de “diplomacia del desarrollo” que no debiéramos dejar en el cajón de los olvidos.
Porque la cooperación es mucho más que la ternura de los pueblos como se la ha denominado en ocasiones. La cooperación para el desarrollo interpela a los países respecto a qué papel desean desempeñar en el mundo, cómo, con quién y con cuántos recursos quieren llevarlo a cabo.
Estás cuestiones deberían estar presentes durante todo el proceso de reforma en el que se encuentra inmersa la Cooperación Española y en todos los actores que de una u otra manera conforman el sistema. Al tiempo que con cada paso que se de en el proceso se compruebe que se está respondiendo a las cuatro preguntas.
Siempre lo hemos sabido, pero con la pandemia o la emergencia climática resulta más evidente que no es posible alcanzar el desarrollo humano sostenible sin la comunión del conjunto de actores y políticas. No lo es en el ámbito nacional y tampoco en el internacional.
Regresar no debe suponer volver al punto en que se estaba. En política regresar es recuperar impulso, convicción y compromiso en este caso, en línea con lo que ya ha anunciado Estados Unidos, recuperar espacio y liderazgo. A España se la espera y debe regresar, como dijo la ministra González Laya, para quedarse.