¿Por qué en Argentina se vive el fútbol así?
La relación de los hinchas con este deporte lleva tiempo siendo una historia de violencia.
El 8 de diciembre de 1998, el joven Aitor Zabaleta fue apuñalado a pocos metros del estadio Vicente Calderón. Acudía con su novia al campo del Atlético de Madrid para ver a su equipo, la Real Sociedad, cuando un ultra del Frente Atlético le clavó un puñal en el corazón, segando su vida.
Ayer sábado se cumplieron 20 años de un suceso que marcó el fútbol español. El destino ha querido que el vigésimo aniversario de aquel asesinato coincida con el amplísimo debate surgido tras la cancelación de la final de la Libertadores por la violencia en Argentina.
Porque de repente, casi sin que haya trascendido una explicación convincente que justifique la decisión, la final de la Copa Libertadores se traslada a Madrid, epicentro del planeta fútbol este domingo ya que el Santiago Bernabéu será el escenario del superclásico más largo de la historia. River Plate y Boca Juniors, enemigos íntimos e irreconciliables, tienen que disputar el título fuera de Argentina por una concatenación de negligencias que sonrojaron a un país incapaz de estar a la altura de semejante acontecimiento.
Los radicales de River destrozaron el autocar de Boca, hiriendo incluso a algún futbolista del club xeneize, y la segunda entrega de la final de la Libertadores (en la ida quedaron 2-2 en La Bombonera) se aplazó hasta en dos ocasiones después de una serie de despropósitos entre los clubes y la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol).
Madrid es este domingo la sede de la final del siglo y la ciudad recibe a unas aficiones alteradas por las barras bravas, ultras que utilizan el fútbol como excusa para abusar del poder, del dinero y de la coacción. Son, en definitiva, los dueños de un fútbol, el argentino, que lleva años arrastrando esa lacra.
El River-Boca viene a ser lo más parecido a un Madrid-Barça, solo que en Argentina se superan todos los límites permitidos. Esta final es como si los dos colosos del fútbol español lucharan entre ellos por la Champions, y tan mala ha sido la gestión en Argentina que ni siquiera podrán disfrutar de la cita en Buenos Aires. La enemistad ha viajado ahora hasta España y estos días se han multiplicado las medidas de seguridad para que aquí la cosa sea más tranquila que hace dos semanas al otro lado del Atlántico, donde dieron la vuelta al mundo las vergonzosas imágenes y las posteriores declaraciones de unos y otros. Buenos Aires no es Madrid, y viceversa, pero el riesgo de incidentes es elevadísimo por mucho que casi 5.000 policías, reforzados por colegas argentinos que se han desplazado también para la causa, velen por la seguridad en un domingo estresante.
Se ha escrito muchísimo de las barras bravas, se han hecho documentales, reportajes televisivos e incluso películas. Se sabe, de hecho, dónde está el problema y cómo se puede atajar, pero el sistema está podrido desde hace años ya que estos hinchas campan a sus anchas con el beneplácito de los que visten con corbatas en los despachos, muchos de ellos obligados a ceder por miedo a las represalias. Con todo, sigue llamando poderosamente la atención cómo el fútbol, que en boca del exjugador y exentrenador argentino Jorge Valdano es "lo más importante entre las cosas menos importantes" (dicen que la frase corresponde realmente a César Luis Menotti), deriva en este caso en un odio que nace casi desde la cuna.
Dos días después del terrible asesinato de Zabaleta, en el programa El Larguero de la Cadena SER, era precisamente Valdano quien rememoraba su primer contacto con las barras bravas en Argentina. Fue en el Mundial de México en 1986. "Los jugadores me daban verdaderas lecciones sobre su manera de actuar", explicó el comentarista, que recordó un episodio concreto. "A nosotros nos esperaban a la salida de la concentración y había que negociar con ellos para que te dejaran salir a jugar o a cenar después de un partido, que lo teníamos como norma".
Según Valdano, estos ultras funcionan "como las mafias": "están divididas en secciones: unos son encargados de negociar, otros de amenazar y otros de pegar". "Era un grupo donde estaba 'lo mejor de cada casa', que se había desplazado a México y que no tenían medios para moverse por allí y necesitaban ser financiados. Y no había mejor manera de conseguir financiación que pidiéndosela a los jugadores de la selección, porque la mayoría de los que estaban allí eran gente con posibles", relató el exentrenador del Real Madrid.
También recordó que para él "era muy fácil rechazar cualquier tipo de ayuda" a los ultras, ya que jugaba en España y su familia vivía con él aquí. "Pero los que vivían en Argentina tenían otro tipo de relación con el fenómeno. No era una tarea fácil porque ellos [los ultras] te decían: pues a la vuelta, hablamos".
Esa noche, Valdano también habló del caso de Oscar Ruggeri, exfutbolista de Boca Juniors que cometió la osadía de fichar por River Plate. "Los hinchas de Boca me quemaron la casa", recordaba hace unos días el propio Ruggeri en un programa de televisión argentino. "Se quemó mi vieja [su madre], me quemaron el coche... le prendieron fuego fuerte", explicó el exfutbolista, quien asegura que el suceso apenas salió en un "breve" en el periódico.
Pese a tener 24 años, no se quedó de brazos cruzados. "Me fui a buscar a 'el abuelo' a su casa", explicó Ruggeri en referencia al entonces líder de la barra brava de Boca, José Barrita. "Me atendió, hablé con él, y me dijo que la casa no la quemó su banda, sino unos chavales a los que no podía parar", recordó el exfutbolista, que advirtió a Barrita: "Me vuelve a pasar cualquier cosa, vengo y hago un quilombo aquí en tu casa".
Quizás ese ímpetu de Ruggeri se debe a que con 20 años ya había presenciado cómo un centenar de ultras de Boca interrumpieron un entrenamiento del equipo para 'instar', pistola en mano, a los futbolistas a que ganaran el campeonato.
Y ganaron.
En aquel equipo y aquel día también estaba Hugo Orlando 'El Loco' Gatti. En El Chiringuito de Jugones, donde es comentarista habitual, recordó este y otros encuentros con los violentos.
"Te llamaban por teléfono para amenazarte con secuestrar a tu hijo si no ganabas", explicó Gatti, que asegura que en reuniones con miembros de estos grupos vio cómo ponían "el revólver en la mesa" para negociar. "Esto ha sucedido toda la vida. Las barras bravas tienen fuerza hasta para echarte del fútbol".
Esa fuerza la ha confirmado este viernes, en declaraciones al programa Hoy por Hoy de la Cadena SER, el periodista argentino Hugo Alconada Mon, autor del libro La Raíz sobre la corrupción en Argentina. Alconada asegura que las barras bravas trabajan para "políticos y empresarios", que la política argentina le debe favores a estos ultras y que los políticos recurren "muchas veces" a ellos "para las tareas desagradables".
Según este periodista, se calcula que las barra bravas de Boca generaron 7 millones de pesos con la reventa de entradas en el partido de ida. "Los dirigentes muchas veces ceden tajada de su negocio para evitar problemas". Denuncia, además, que las barra bravas que están en Madrid consiguieron entradas por el "favor" de los dirigentes. "Alguien se las dio".
Entender cuándo y cómo se ha pasado el límite en el que un espectáculo que deja de ser deporte, con todos sus valores, pasa a convertirse en un ambiente de ira, violencia y rencor, resulta complejo. "El fútbol en sí no genera violencia, es un deporte maravilloso como todos los demás, somos las personas las que la generamos con determinadas conductas. Un estadio lleno de personas permite actuar bajo el anonimato lo que facilita que puedan excederse en ciertas conductas negativas que de verse en grupos más pequeños no podrían llevarse a cabo puesto que estarían señalados y seguramente rechazados", explica a El HuffPost la psicóloga del deporte Lorena Cos.
En la misma línea se manifiesta la también psicóloga deportiva Yolanda Cuevas: "Más que el fútbol es el escenario. Por un lado poderse esconder entre la gente y por otro la violencia que se genera motivando a los demás a gritar, insultar o retar a hacer cosas como lanzar objetos...el contagio emocional secuestra hasta las personas que en otros entornos no exhiben este tipo de conductas".
Por lo tanto el factor ambiente resulta clave a la hora del resurgimiento de esta clase de actitudes radicales, de ahí que la concienciación y las llamadas a la calma por un juego pacífico, resulten de suma importancia. Conscientes de ello, los por propios jugadores de ambos equipos también han llamado a la calma: "Que vaya todo en paz, como tiene que ser", ha declarado a Efe el delantero de Boca Juniors, Carlos Tévez, secundado por su rival en River, Franco Armani. "El fútbol es un juego, se tiene que vivir en paz, se tiene que venir a disfrutar", ha dicho el portero de 'Millonario'.
Pero por muchas buenas palabras que ambos intercambien, los dos son conscientes de que una vez celebrada esta final "rara" en Madrid, el problema no se acaba. "Se necesita una cultura y educación en valores que acompañe a los niños. Rara es la semana que no hay algún suceso violento en el fútbol base. El insulto, la agresión, el odio está normalizado como parte del juego y formas de defender unos colores. Hay que aprender a defender la camiseta de tu equipo con valores y no con violencia", explica Cos.
Por eso, las dos expertas apuntan a lo mismo a la hora de buscar soluciones: sensibilizar, sensibilizar y sensibilizar. "Pese a que sea lento y muchos se desanimen considero que es, junto a la formación, la clave. Empezando por los clubs de fútbol base y hasta arriba, pasando por cada uno de los miembros que formen el deporte de manera activa o pasiva. Si no nos concienciamos de esto terminaremos por cargarnos un deporte lleno de valores", apunta Cos.