Por qué en 48 horas se logró lo que fue imposible en seis meses
La velocidad del pacto entre Sánchez e Iglesias desmonta los vetos de estos meses tras "el correctivo" que les han dado las urnas.
Pablo Iglesias abrazó a Pedro Sánchez el martes en el Congreso. Lo vio en directo toda España. Y no habían pasado ni 48 horas desde el cierre de las urnas el 10-N. Pero no hay que ir muy atrás en el calendario para escuchar al líder de Podemos, también en la Cámara Baja, reprocharle al presidente en funciones que “es difícil negociar en 48 horas lo que no se quiso en 80 días”.
Con ese achuchón, ambos encaminaron al país hacia su primer Gobierno de coalición desde la restauración de la democracia en 1977. Y, de paso, se quitaron una máscara de reproches previos. Se acabó la función. El teatro duró 48 horas. ¿Pero por qué en julio dos días no fueron suficientes y en noviembre incluso han sobrado horas?
El acuerdo desmonta todos los mensajes que Sánchez ha mandado a los ciudadanos desde el pasado verano contrarios a gobernar con Podemos. Llegó a decir que no dormiría bien compartiendo con los morados el control del país. Pero los españoles volvieron a votar y los resultados han dado un “correctivo tanto al PSOE como a Podemos”, según describen a El HuffPost fuentes socialistas cercanas al Comité Federal del partido. La composición del Congreso no alumbra otra mayoría en el hemiciclo.
“Tanto el presidente en funciones como Pablo Iglesias tenían claro que lo que pasó entre abril y julio no se podía volver a repetir”, cuentan esas fuentes de Ferraz. En esos meses hubo un veto al líder de Podemos que ahora se ha roto.
El cambio de opinión de Sánchez respecto a la presencia de su adversario en la sala de mandos de La Moncloa ha potenciado un entendimiento rápido, a diferencia de lo que pasó después de abril. Así lo creen esas fuentes socialistas: “Si se empieza una negociación con un veto, la otra parte eleva el nivel de sus exigencias y se complica todo. Fue lo que pasó en verano”.
El peso de peores resultados
El desenlace del 10-N es peor para los socialistas y para Podemos que el del 28-A. Y para los morados ha sido aún más duro, porque se han dejado siete escaños al perder 635.744 votos. El PSOE sólo ha retrocedido tres diputados, aunque ha sufrido una sangría de sufragios mayor: 727.772 papeletas menos. En conjunto, a los dos partidos se les han escapado casi 1.365.000 apoyos en seis meses.
“Esos resultados han precipitado los acontecimientos”, comenta a El HuffPost José Antonio Zarzalejos. “Sánchez ha perdido ganando e Iglesias ha ganado perdiendo, porque el líder de Podemos ha roto el veto que pesaba sobre él y su partido va a entrar en una coalición”, reflexiona el periodista vasco, quien cree que el pacto es el fruto de una correlación de debilidades. “Ambos se han hecho el favor de acordar con celeridad y eso ha cortado de raíz la lectura negativa que se iba a hacer de sus resultados”.
Iglesias ha reconocido a sus militantes en una carta que tendrá que “ceder en muchas cosas” porque va a gobernar en minoría dentro de un Ejecutivo compartido con el PSOE. “Nos encontraremos muchos límites y contradicciones”, les advirtió.
El presidente en funciones ha hecho lo mismo este sábado. En una misiva a los acólitos socialistas explica: “El acuerdo ahora ha sido posible cuando una y otra parte nos hemos convencido plenamente [...] Ambos tenemos las garantías que necesitábamos. Para Podemos era crucial participar en el Consejo de Ministros. Para el PSOE era condición indispensable garantizar un único gobierno cohesionado”.
Fuentes socialistas, no obstante, aventuran que el líder de Unidas Podemos ha cedido por el sillón de vicepresidente. Desde el escaparate del Gobierno, además, Iglesias tendrá más fácil fortalecer a su partido, a cuyos militantes ya ha pedido que trabajen para que la formación eche raíces y sea “una herramienta fuerte y sólida, que esté presente en cada barrio y en cada pueblo”. Otro órdago al PSOE.
Zarzalejos no cree que las negociaciones entre ambos líderes comenzaran antes de las elecciones, “porque el presidente estaba convencido de obtener un mejor resultado electoral”.
Lo mismo apuntan los socialistas consultados: “Es cierto que había trabajo preparado y eso facilita el acuerdo. En Moncloa había escenarios con diferentes resultados. Pero los objetivos que se marcaron no se han cumplido y se ha trabajado en 48 horas, no antes, en este entendimiento”.
En el papel que rubricaron Sánchez e Iglesias, y en el que trabajaron sobre todo las portavoces parlamentarias de PSOE y Podemos, Adriana Lastra e Irene Montero respectivamente, se aclara que continúa abierta la negociación sobre la estructura y el funcionamiento de ese Ejecutivo.
Esa falta de concreción no convence al catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid Fernando Vallespín de que se haya negociado en menos 48 horas. “El acuerdo estaba ya prácticamente negociado. De lo que se trató en esas horas era de ver cómo se hacía público”, opina.
El politólogo defiende que el achuchón estaba planeado con más de 48 horas de antelación. “Es una decisión tomada desde el momento en que las encuestas apuntaban que la repetición electoral no darían más fuerza al PSOE de la que tenía”, zanja.
En Podemos creen que la premura del acuerdo se debe al cambio de postura del PSOE. “La semana pasada, por primera vez en meses, los socialistas admiten que quieren un Gobierno de coalición con nosotros. Eso hace fácil el acuerdo. Y rápido”, explica un secretario general autonómico de los morados. Un acuerdo que, según fuentes socialistas cercanas al Comité Federal, se ha alcanzado empezando “por las similitudes”.
No les ha quedado otra que embarcarse en esta aventura que, previsiblemente, dará inicio a una legislatura histórica e incierta. Y lo han hecho tan rápido, porque, según dice a El HuffPost el politólogo de la Universidad Carlos III de Madrid Pablo Simón, tienen que “armar una mayoría lo más sencilla posible”.
“Cuanto más tiempo pase, más dudas habrá en ERC, que ve cada vez más cerca las elecciones en catalanas. Si les tienen que apoyar, que sea rápido para que se pueda hablar de otra cosa, camuflado un poco por la Navidad”, piensa el profesor de Ciencia Política, quien no da tanta importancia al auge de Vox como impulsor del acuerdo.
“Hubo repetición porque el PSOE pensaba que mejoraba resultados y UP que no perdía. Constatado que los dos pierden votos y diputados no tiene sentido empezar con la presión”, zanja Simón.
La oposición a los socialistas coincide: “La realidad tras el lamentable espectáculo es que el PSOE y Podemos ya no tienen nada que rascar demorando el pacto, así que el acuerdo ha sido rápido y sobre un documento vacío, más allá de una serie de proclamas a favor del bien y en contra del mal”, ironiza una exdiputada de Ciudadanos que ha perdido su escaño, quien añade: “Todo fue un show. Iglesias creyó que podría obtener un acuerdo mejor posponiendo la negociación y Sánchez pensó que una repetición electoral le daría más poder.
Donde dije digo, digo Diego
El presidente del Gobierno en funciones sale perjudicado por lo que su excompañero y exrival por el liderazgo del PSOE, Eduardo Madina, denomina principio de contradicción. Algo que afecta a menudo a los políticos.
En julio, cuando en el Congreso se debatía la investidura de Sánchez y se negociaba un acuerdo en directo para todo el país, Madina se sinceraba ante las cámaras y dijo: “Yo lo llevaba fatal. Cuando sabía que tenía que decir una cosa que era la contraria de algo que dije nueve meses antes, me tiraba tres días tocado. Eran cambios sobrevenidos con los que no estaba de acuerdo por una decisión editorial de mi partido”.
Ahora es Pedro Sánchez quien dice y hace lo contrario de lo que decía hace meses: pactar con Podemos una coalición de Gobierno que sienta a Pablo Iglesias a su lado.
La velocidad de la política y de la información sobre ella, justificó Madina, hace que los políticos puedan decir exactamente lo contrario de lo que dijeron ayer “sin miedo” a que influya en la opinión pública, porque “nadie se acordará en dos semanas”.
Los españoles, no obstante, guardarán en la retina el abrazo entre Sánchez e Iglesias. Un achuchón rápido tras seis meses de reproches que también entrará en los libros de historia.