Por qué el regreso a Rusia del traficante de armas Viktor But es tan importante para Putin
De ser el “mercader de la muerte” que vendía a milicias, independentistas o yihadistas, a artista que se dedicó a dibujar en la cárcel donde cumplía 25 años de prisión.
El traficante ruso de armas Víktor But, que fue canjeado la pasada noche por la baloncestista Brittney Griner tras 14 años entre rejas, primero en Tailandia y después en Estados Unidos, pasó de ser el “mercader de la muerte” a artista que se dedicó a dibujar en la cárcel donde cumplía 25 años de prisión. Un intercambio desigual, en un momento en el que las espadas están en todo lo alto, de personas con condenas radicalmente diferentes en naturaleza y pena, que las circunstancias y la presión ha llevado a buen puerto.
But ha guardado silencio en los últimos años sobre su situación, mientras que su madre, Raísa, y su esposa, Alla, luchaban por la liberación de él escribiendo cartas abiertas tanto al presidente ruso, Vladímir Putin, como al estadounidense, Joe Biden.
En diciembre de 2021, dos meses antes de que Putin ordenara atacar Ucrania, expuso en Moscú una veintena de dibujos que muestran una faceta hasta ahora desconocida de él.
Una vida camaleónica y sacada de una novela
Su nuevo pasatiempo revelaba no obstante el carácter camaleónico que siempre le caracterizó: antes de artista y preso fue traficante de armas. Y antes de dedicarse a este negocio fue empresario.
Su vida, que parece sacada de un personaje de una novela y que inspiró la película El señor de la guerra en la que Nicolas Cage interpreta a But (Yuri Orlov), empieza a escribirse en 1967, cuando nació en Dusambé, la capital de Tayikistán, según fuentes rusas. Se graduó en el Instituto Militar de Lenguas Extranjeras en Moscú en 1991 y tras la caída de la URSS trabajó como intérprete para la Fuerza Aérea rusa en una base militar. Posteriormente se enroló en el Servicio Federal de Seguridad (FSB, antiguo KGB), donde alcanzó el grado de mayor.
En 1992 se marchó a Sudáfrica, donde se dedicó a “organizar el transporte aéreo”, de acuerdo con la agencia TASS. Tres años después aparecería en Bélgica, donde figuraba como propietario de la aerolínea Transavia Export Cargo y donde abriría además su primer negocio de flores y productos alimentarios, según el diario ruso Kommersant.
En 1998 se trasladó a los Emiratos Árabes Unidos, donde residía con su esposa y su padre, que ostentó también un alto cargo en el KGB en tiempos de la Unión Soviética.
Su nombre empieza a sonar
A mediados de los años 1990 empezaron a aparecer en medios informaciones de que su negocio incluía el tráfico ilegal de armas. En el año 2000 fue mencionado en conexión con el suministro de armas a Afganistán, los países de la antigua Yugoslavia y una serie de Estados africanos que eludieron las sanciones occidentales.
Aunque firmó sus primeros contratos en Afganistán, el ruso pronto extendió sus tentáculos a África (Charles Taylor en Liberia era uno de sus principales clientes) y Oriente Medio.
Washington acusó a But, que siempre ha negado ser un traficante de armas y del que se cree que vivía en el año 2002 en Rusia, de haber violado casi todos los embargos a la venta de armas impuestos por la ONU en las zonas de conflicto en África y Asia.
Según los servicios secretos de Estados Unidos, But encabezaba “una de las mayores redes privadas de aviones de transporte del mundo”. El ruso poseía varias empresas y aerolíneas: Great Lakes Business, Compagnie Arienne des Grands Lacs, Bukavu Aviation Transport y Business Air Services, entre otras. “Mis compañías se dedican a la venta de tecnología rusa”, señaló en una ocasión a medios rusos.
Se dice de él que es políglota, pues hablaría ruso, uzbeko, inglés, francés y portugués. Y supuestamente tenía en su poder cinco pasaportes, en los que figuraba con diferentes apellidos: Bout, But, Budd, Bont y Bulakin.
En todos los rincones del mundo
La ONU denunció en uno de sus informes que But trafica con armamento procedente de fábricas en Ucrania, Moldavia y Bulgaria, pero, en ocasiones, también ha transportado mercenarios a zonas en guerra.
En 2000, según Naciones Unidas, But vendió armas a la guerrilla angoleña UNITA por valor de 15 millones de dólares y también suministró equipos militares a milicias de Ruanda y Uganda.
Al ruso también se le relacionó con Al Qaeda, organización a la que supuestamente vendió armas antes de los atentados del 11-S, al igual que al movimiento talibán.
Su presunta mala reputación no impidió que EEUU negociase con él en varias ocasiones y situaciones. Por ejemplo, en Irak “la cooperación entre el Pentágono y Bout acabó una vez que Washington consiguió organizar la comunicación aérea con el contingente militar”, según el norteamericano Douglas Farah, coautor del libro El mercader de la muerte.
Su carácter camaleónico y su experiencia como agente del FSB, no le permitieron eludir eternamente la Justicia. En 2008 fue detenido en Bangkok por una orden de arresto internacional de EEUU.
En 2010 fue trasladado a EEUU y dos años más tarde fue condenado a 25 años de prisión por haber conspirado para matar a estadounidenses e intentado vender misiles tierra-aire a la extinta guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), entre otros cargos.
La importancia de su figura para Rusia
En la CNN, su editor de seguridad internacional, Nick Paton Walsh, ha explicado cómo lo entrevistó en 2009, después de meses de negociaciones, mientras estaba encarcelado en Bangkok. Lo califica como “políglota, locuaz, encantador” y capaz de “entusiasmarse con la lista de personajes políticos con los que tiene relaciones personales en todo el mundo”.
Este “hombre del saco”, como lo llama por la cantidad de acusaciones que hay en su contra, es “una rareza” porque, después de todos los delitos por los que ha sido señalado, el que lo llevó inicialmente a la cárcel fue el de conspiración y complot. Como Al Capone.
¿Y por qué es clave para Rusia? Aunque oficialmente era un traductor militar con pasado soviético, también hay acusaciones de que trabajó en la Inteligencia de su país y se convirtió “en un activo para ellos en el suministro de armas en todo el mundo para reforzar los objetivos geopolíticos de Moscú”. También se cree que “ha servido junto a altos rusos que ahora están cerca del presidente Vladimir Putin”. Esto podría haber explicado la intensidad con la que los estadounidenses lo buscaban. “Nunca fue un don nadie”, constata el analista.
Ahora, su intercambio tiene una doble lectura: da a entender que aún hay cauces abiertos entre EEUU y Rusia para negociar, aún en mitad de la invasión de Ucrania, vieja de nueve meses, y que se puede hablar de cualquier tema, incluso con amenazas nucleares sobre el tapete. “Esto es algo bueno para todos en el planeta. Significa que algunas cabezas frías prevalecen y los intereses básicos ganan”, indica el especialista.
Pero añade que el gesto “también muestra cierta debilidad por parte de Putin”. “En un momento en que hace alarde de una retórica nuclear agresiva contra Occidente, también está aceptando un acuerdo diplomático de alto perfil para recuperar una figura de enorme y compleja importancia para la élite de Rusia, la comunidad de inteligencia y el orgullo nacional”, indica.
“Este es un hombre del que muchos rusos comunes pueden haber oído hablar, y ciertamente tiene una importancia mitológica para la élite rusa. No es alguien a quien Moscú, parafraseando el feo eslogan de la invasión rusa en la que cientos de cuerpos de soldados han quedado esparcidos en el campo de batalla, dejaría atrás”, insiste.
Putin quiere ganarse el favor de ese tipo de personas y lo hará, posiblemente, al apuntarse ese tanto, pero “a costa de exponer su debilidad y su necesidad de mantener contenta a la élite militar en la que confía”, concluye Paton Walsh.