Por qué el 10-N no es el 28-A
El resultado puede cambiar; estas son las grandes 'novedades' de otoño.
¿Para qué ir a votar otra vez? Va a quedar todo muy parecido. Este mantra se repite entre muchos ciudadanos durante estos días después de constatarse el fracaso político y evaporarse una posible investidura de Pedro Sánchez. El martes quedarán disueltas las Cortes y tocará ir a las urnas por cuarta vez en cuatro años.
Pero, atentos, el 10-N no será el 28-A. Han pasado tan solo cinco meses, pero han aparecido nuevos factores y habrá nuevos en estos casi dos meses que quedan hasta coger la papeleta. Y los diferentes riegos preocupan ya en todas las sedes de los partidos, conscientes de que un baile de pocos escaños puede revolucionar el panorama tras la cita con las urnas.
La mayor preocupación ahora es precisamente el descontento entre los ciudadanos y su efecto en la participación. El fantasma de la abstención planea. En las pasadas elecciones hubo una movilización masiva: superior al 75%, la más alta en quince años en España. Esto benefició especialmente a la izquierda, que es más reacia a quedarse en casa y suele penalizar más a sus partidos.
Por ello, uno de los efectos que más preocupa entre dirigentes del PSOE y de UP es que el descontento dentro de la izquierda por no haber llegado a un pacto se pueda traducir en un fatídica bajada de participación. Teniendo en cuenta que los votantes de la derecha suelen ser más fieles. En la derecha avisan: “Las encuestas de ahora no valen porque no recogen el descontento”, reconocía en el Congreso esta semana un alto cargo de Cs.
Desde Moncloa y Ferraz están trasladando que no tienen miedo a la participación, pero los cuadros medios están muchos más nerviosos. Además, creen en muchos territorios socialistas que era más fácil explicárselo a la gente en julio -cuando UP rechazó la Vicepresidencia y tres ministerios- que ahora en septiembre. Por delante, mucha pedagogía.
No obstante, desde la sede federal del PSOE entienden que su partido se movilizará al máximo y que es un gran maquinaria electoral. José Luis Ábalos será el encargado de pilotar la estrategia, en coordinación con el jefe de gabinete de Pedro Sánchez, Iván Redondo. Y sus encuestas son más que positivas, esperando crecer respecto a abril.
En Unidas Podemos también están preocupados por la situación en la calle, pero entienden que a ellos se les dan bien las campañas y conseguirán despertar a la parte de su electorado que puede plantearse no ir al colegio electoral.
El bipartidismo está de moda... y a la espera de Errejón
Y este 10-N también estará marcado también por el posible ascenso del bipartidismo: PSOE y PP se ven al alza. Estabilidad, estabilidad, estabilidad. Este mensaje va a ser el más repetido por los dos principales partidos, que entienden que el electorado tras estos cinco meses puede castigar a los nuevos partidos.
Pero, ojo, también puede que haya más nuevos-nuevos partidos. Una parte de Más Madrid está convencida de que hay que dar el salto ya a toda España ante el hartazgo de UP y del PSOE. Por el momento, Manuel Carmena ha descartado encabezar este salto. Ahora todo está en manos de Íñigo Errejón, que está siendo muy presionado por parte de su círculo para que dé un paso adelante. El que fuera fundador de Podemos ha rechazado hasta ahora en público ese trampolín y siempre decía que no quería repetir los errores de ‘rapidez’ de Podemos. Pero siempre le ha gustado la política nacional y siente que hay una parte del electorado huérfana.
El principal daño se lo haría a Pablo Iglesias, pero también podría pescar en el PSOE -incluso entre los moderados de Cs-. Pedro Sánchez y su núcleo no están preocupados en público, de hecho el presidente llegó a decir en Al rojo vivo que Errejón dice y hace cosas “esperanzadoras”. Pero los socialistas madrileños ya sufrieron una competición contra él y la experiencia es que les quitó una parte de electorado -no sumando al final-. Otro riesgo de Errejón: sería bien recibido por una parte de la izquierda, pero también como un gran traidor divisor.
La aparición de Errejón revolucionaría totalmente a la izquierda. Lo primero a tener en cuenta es si se presentaría en toda España o si lo haría en algunas circunscripciones clave. Podría conseguir votos de los que hoy se alejan del PSOE y de UP… pero también podría suponer una división de voto. No hay que irse muy lejos, la derecha atribuye parte de su fracaso en abril a la aparición de Vox y la fragmentación.
Esa derecha tampoco es la misma que hace cinco meses. Así lo explican fuentes del PP: “Vox no significa lo mismo” y “Ciudadanos también ha evolucionado”. Casado ha aprendido muchos desde el 28-A y tiene en mente una campaña más conservadora sin fichajes polémicos y vendiendo la unidad de ese espectro con su idea de España Suma.
La sentencia del 1-O y la economía, estrellas emergentes
Además en el Partido Popular explican que esta campaña va a estar muy marcada por el resultado de la sentencia sobre el 1-O. Se espera para mediados de octubre y, además, se prevé una fuerte movilización en las calles del independentismo. El PP espera poder servir de nexo de unión y capitalizar la otra movilización: la del constitucionalismo.
Sin duda el tablero político estará marcado por el fallo del Tribunal Supremo, lo saben perfectamente en los partidos. El PSOE ya lo lleva advirtiendo y, de hecho, cree que votantes de la izquierda pueden apoyarles frente a la postura más ambigüa y pro referéndum de Unidas Podemos.
Otro de los temas que va a estar encima de la mesa durante el 10-N y que no se vio el 28-A será el nubarrón negro que empieza a amenazar la economía mundial. No es baladí la frase de Sánchez de que no dormiría tranquilo si hubiera ministros de UP en carteras como Hacienda o Seguridad Social.
Y esto conecta también con otra lucha: en el PSOE y en el PP calculan que hay hasta un millón de votantes de Cs que podrían cambiar su voto ante los giros que da el partido. En Ferraz reflexionan que pueden llevarse a aquellos ‘naranjas’ que han visto con pavor los pactos alcanzados con PP y Vox en comunidades como Madrid y Murcia; mientras que en Génova entienden captables a aquellos que ahora temen que Cs pueda darle la vuelta a sus palabras y se alíe con el PSOE tras la propuesta de abstención técnica.
Otro de los elementos clave es Vox. En el 28-A se convirtió en el gran monstruo amenazador que hizo que miles de votantes de izquierda salieran de sus casas. Pero ese factor del miedo se ha disipado bastante: perdieron su mitad de votos apenas un mes después en las municipales. Su entrada en el Congreso tampoco ha sido revolucionaria y la personalidad de Santiago Abascal no parece la suficiente, como podría haber sucedido en otros países, para captar a los descontentos en un opción populista y extremista.
Seguirá la guerra entre bloques, pero hay una diferencia: fue una lucha brutal cainita entre los tres de la derecha, pero ahora esa batalla dura se dará entre el PSOE y Unidas Podemos, y más si aparece Errejón.
Más diferencias: si en la otra campaña se hablaba de posibles pactos, aquí se trasladará la presión a quién puede desbloquear la situación y quién es el culpable. De hecho, en los partidos ya saben que habrá una presión brutal desde todos los ámbitos para que no haya otras terceras elecciones. Ahí todos se preparan para la carrera de ver quién puede aguantar.
Otras elecciones… Pero no se aburran. El 10-N no es el 28-A.