Por qué dejé de celebrar fiestas de cumpleaños para mis hijos
No recuerdo mi primera fiesta de cumpleaños, pero sí que recuerdo la última. Tenía 13 años, y un montón de amigos se amontonaron en el pequeño salón de mi casa para ver películas y tomar algo. Recuerdo que mi madre estaba sentada en la cocina quejándose, y que uno de los invitados robó una pulsera. Pero más allá de eso, no recuerdo nada. También estoy bastante segura de que solo lo recuerdo porque mi madre insistió repetidamente en que nunca más iba a celebrar mi cumpleaños.
Por cada cumpleaños que he olvidado, sin embargo, hay uno que recuerdo con total nitidez. Cuando cumplí los 12 años, mi madre me recogió antes del colegio y, cuando estábamos en el coche, me regaló un reloj de oro rosa con un robot dibujado. Me felicitó por cumplir un año más, y me llevo al centro comercial para que me comprara algo que me gustara. Este fue mi cumpleaños favorito y siempre lo recordaré. Y, a decir verdad, también es uno de los principales motivos por los que he dejado de hacer fiestas de cumpleaños para mis hijos.
Esto no quiere decir que no celebremos el cumpleaños de nuestros hijos. Para el sexto cumpleaños de nuestro hijo mayor, le dijimos que escogiera un lugar al que ir y a dos amigos: celebramos su cumpleaños llevando a tres niños a disfrutar de una aventura inolvidable. Henry eligió el acuario de Ripley (Canadá) y decidió invitar a su mejor amiga y a un par de amigos, de modo que nos abrigamos y nos dirigimos hacia el centro de la ciudad en un día de nieve para que pudieran disfrutar de esa aventura.
Entre las entradas, los peajes, la comida y un pequeño regalo de la tienda, acabé gastándome unos 120 dólares (101 euros), bastante menos de lo que me había gastado el año anterior. ¿Por qué no habíamos hecho esto antes?
Después de la excursión, comimos tarta con los niños y las mandamos de vuelta a casa para acabar el día cenando en familia. Me di cuenta de que no valía la pena celebrar una gran fiesta de cumpleaños con la casa llena de niños. Decidimos ir más allá con esta idea y celebrar fiestas de cumpleaños similares con nuestros hijos menores.
Lachlan y Angus cumplen años el mismo día (aunque no son gemelos) y, en lugar de celebrar una fiesta, les propusimos quedar con algunos amigos para jugar en un castillo hinchable y comer tarta. Más fácil imposible, y además no hubo que limpiar nada, ni se pelearon por los regalos (que suele ser lo peor de todo).
Es cierto que después de cada fiesta a la que van mis hijos me preguntan si el año siguiente pueden celebrar una fiesta de cumpleaños. Tampoco estoy diciendo que nunca más vayan a celebrar su cumpleaños a lo grande. Por ahora, lo estamos pasando bien llevando a nuestros hijos a actividades divertidas y aprovechamos el hecho de no tener que hacernos cargo de un montón de niños metidos en nuestra casa. Cuando los niños se hagan un poco más mayores y sean más independientes, no habrá problema en hacer fiestas de pijamas, noches de películas y cosas así, pero no tiene qué ser siempre solo en los cumpleaños, porque ¿qué hay de divertido en eso?
Este artículo fue publicado originalmente en Mommy Nearesty ha sido traducido del inglés por María Ginés Grao.