Por qué compartir fotos de niños en internet tiene muchos riesgos
Por Laura Cuesta Cano, responsable de Comunicación y Contenidos Digitales en Servicio PAD. Profesora, Universidad Camilo José Cela:
Esta aparente necesidad que vivimos por documentarlo todo, que incluso hace que dejemos de experimentar los momentos para captarlos con las cámaras de nuestros smartphones, no es algo tan nuevo. Lo que ocurre es que la tecnología ha facilitado, sin duda, todo.
Cuando uno se convierte en padre, la primera angustia emocional que aparece, especialmente por influencia del entorno, es que, como “aquello tan maravilloso no dura mucho”, debemos perpetuarlo para siempre, por lo que comenzamos a fotografiar cada uno de los instantes del pequeño lactante: el primer llanto, la primera caca, el primer baño, foto con la abuela, con la tía, con la tata, en la cunita, en el carro, encima de papá…
¿Quién no recuerda en casa esa antigua cámara de vídeo que luego hacía las delicias los domingos en familia reproduciendo las monadas del bebé? Y los años siguientes, la cosa no bajaba mucho el ritmo; en cada salón era común ver tomos y tomos de los clásicos álbumes de fotos decorando las estanterías. Algo que, siempre que había visita en casa, acababa siendo el colofón de la tarde… Era, podríamos llamarlo, el “sharenting analógico”.
Treinta o cuarenta años más tarde, lo que ha ocurrido es que la familia o los amigos ya no siempre vienen a casa, sino que los encontramos en Facebook o en Instagram, por lo que, para que puedan ver lo bonitos que están nuestros hijos, subimos todas las fotos a nuestras redes, una tras otra, como si fuera un documental.
Esto, que muchos ven como algo totalmente natural, ya ha recibido nombre como un fenómeno más de la era digital: el sharenting –share(compartir) + parenting (crianza)–, la publicación por parte de los padres de fotos de sus hijos en redes sociales.
El término lo empezó a usar el diario estadounidense The Wall Street Journal en 2003, pero esta tendencia empezó a crecer entre las familias de forma tan exponencial que en 2016 el Diccionario Británico Collins lo incluyó junto a Brexit como palabras del año.
Del mismo año fue el primer estudio sobre el fenómeno, “Sharenting, la privacidad de los niños en la era de las redes sociales”, en el que la abogada estadounidense Stacey Steinberg ya vio una relación directa entre la libertad de publicar cualquier contenido por parte de los padres en internet y la falta de libertad de los mismos en la decisión de hacerlo.
Cada vez que abrimos las redes es más común ver cómo los newsfeed se inundan de menores, desde recién nacidos hasta adolescentes a los que ya les cuesta sonreír en la foto para mamá, en un sinfín de decorados.
Esto ha hecho que surja una creciente preocupación entre muchos profesionales, psicólogos, tecnólogos, especialistas en delitos telemáticos o abogados de familia, que ven que, más allá del inocente acto de compartir los momentos más felices de nuestros hijos con nuestros seres queridos, se puede esconder un fin comercial al monetizar cada like en las publicaciones con alguna marca o, simplemente, que, debido al gran desconocimiento que tienen algunas familias sobre el mundo digital, pongan en riesgo la seguridad y privacidad de sus hijos.
Sin duda, el primero de todos, y más grave, es la facilidad con la que un pederasta o un pedófilo podría acceder a la fotografía de nuestro hijo, descargársela de nuestro perfil y utilizarla para cualquier fin ilícito (pornografía infantil).
Por ello, no se deben subir nunca a internet fotografías de los menores en las que salgan sin ropa, aunque nos puedan parecer inofensivas y familiares por estar en la piscina o en la playa, ya que nunca podemos saber dónde puede acabar ese contenido.
Otro es el acoso al que puede verse sometido el niño, especialmente en edad adolescente, por sus propios compañeros, al ver publicadas ciertas fotografías por sus progenitores, lo que conocemos por bullying, o en el caso de que, además, ese acoso se continuara a través de la red, ciberbullying.
Documentamos la nueva vida de un hijo prácticamente desde que está en el vientre de la madre, publicando la foto del parto con todos los datos, nombre del bebé, lugar del nacimiento, peso, etc. Por lo que, con el paso del tiempo, cualquier persona, podría suplantar la identidad del menor en la red, creando un perfil usando el nombre y fotografías del niño, para usurpar su identidad, y con ello elevando el riesgo de cometer estafas, fraudes, hackeos, robos y numerosos ciberdelitos en nombre del menor.
Como nos explica la periodista y experta en Seguridad Informática Mónica del Valle en su libro Ciberseguridad. Consejos para tener vidas digitales más seguras, en el caso de la suplantación, si alguien abre un perfil con el nombre, fotografía y datos personales del niño se produciría la usurpación de identidad, penada por el artículo 401 del Código Penal con hasta 3 años de cárcel.
También subimos fotografías de su primer día de cole, orgullosos y felices por captar ese momento, pero no nos paramos a pensar que estamos informando a desconocidos, posibles pervertidos o delincuentes entre ellos, del colegio al que va nuestro hijo, y por tanto la dirección y los horarios que tiene…
Pero si vamos más allá, ¿sabemos qué opinan los niños de ello? ¿Les preguntamos si están de acuerdo en publicar esas fotografías? ¿No tienen derecho a decidir? ¿Qué daño les puede causar en futuro ver toda su vida publicada en Facebook?
Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que los niños son personas y, como tales, titulares de derechos, como el de la propia imagen, consagrado en el artículo 18.1 de la Constitución.
Por tanto, la decisión de colgar una foto de los hijos en una red social pertenece a la esfera de la patria potestad. Y somos nosotros, los padres, dentro de este deber obligatorio, irrenunciable, imprescriptible e intransferible, los que estamos obligados a velar por la seguridad y el bienestar de nuestros hijos.
Cada niño es totalmente diferente y, por tanto, no sabemos cómo puede asumir este hecho. Para algunos será gratificante poder tener un álbum digital de toda su infancia y ver cómo lo fueron viviendo la familia y los amigos más cercanos, pero para otros, quizá los más retraídos o tímidos, podría suponerles serios problemas de autoestima esa sobre exposición.
Como sabemos, todavía no podrían fiarse del Derecho al Olvido de Google al 100 % para eliminar cualquier rastro que sus progenitores hubieran dejado en el pasado que les pudiera perjudicar en la vida adulta, por ejemplo de cara a conseguir un empleo, una relación sentimental o cualquier otra situación personal. Es su huella digital lo que está en juego.
Lo primero que nos podemos encontrar es que los progenitores estén separados o divorciados y sea una de las partes, normalmente el custodio del menor, el que realiza la publicación indiscriminada de fotos en las redes sociales.
Hemos vivido recientemente un caso público con estas circunstancias, y ante los hechos denunciados, como nos informa Delia Rodríguez, abogada de familia y fundadora del Bufete de Abogados Vestalia Asociados, el Alto Tribunal ha declarado que si uno de los progenitores quiere publicar fotos de los hijos en común en sus redes sociales y el otro se opone, deberá solicitar autorización judicial a través de un procedimiento de jurisdicción voluntaria. Además, el excónyuge podrá solicitar, vía judicial, que se borren todas las fotografías del menor publicadas en las redes sociales.
Este pleito duraría hasta que el menor cumpla 14 años, pues a partir de esa edad, es él, y no sus padres, quien debe dar su aprobación para que se publiquen imágenes suyas.
Otra moda es la de las madres influencers (se da menos el perfil padre influencer), que no famosas o personajes públicos, que en vez de tener perfiles privados en redes sociales vuelcan toda su actividad, incluidas las fotos de sus pequeños, en fanpages públicas, que son indexadas por los buscadores.
Y ahora viene el dilema que podría ocurrir: ¿Y si una marca de ropa infantil cogiera una de esas fotos encontrada a través de un buscador y la utilizara para ilustrar una camiseta de la próxima colección otoño/invierno? ¿Sería legal? ¿Y si la encontráramos en un blog sobre familia? ¿Qué podríamos hacer al respecto?
Tendríamos que ver si ha habido un fin delictivo o comercial en el contexto en el que se han utilizado las imágenes para emprender acciones penales o bien civiles, en los casos menos graves, por vulneración del Derecho a la Imagen de los menores y a la Intimidad.
¿Qué medidas tomar si decidimos compartir imágenes de nuestros hijos en Internet?
Por todo lo hablado, dejamos algunas recomendaciones para todos aquellos padres que quieran proteger la privacidad de sus hijos:
- Es fundamental que siempre comprobemos los ajustes de privacidad de las plataformas donde tengamos actividad y nos aseguremos de qué datos estamos haciendo públicos sobre nuestros hijos o si los estamos compartiendo solo con familiares y amigos.
- Por ello, es recomendable que configuremos nuestro perfil para que en redes como Facebook esté activada la opción para limitar lo que ven tus contactos.
- También deberíamos desactivar las funciones de ubicación y geolocalización a la hora de compartir las imágenes y no dar demasiada información sobre la vida privada del menor, sobre todo si no sabemos a ciencia cierta quién puede ver o usar esos datos.
- Vigilar de vez en cuando los buscadores, aquello que denominan egosurfing, pero enfocado no solo a nosotros, sino a rastrear por la red cualquier cosa (fotos o vídeos) que se pueda haber publicado especialmente de nuestros hijos en internet (redes sociales, foros, blogs, chats, etc.)
- Y si realmente queremos proteger su identidad y mantener su privacidad, aunque estemos subiendo una fotografía familiar a las redes sociales, la opción es tratar de que a los menores no se les vea la cara o procurar que salgan de espaldas…