¿Por qué arde España?
Las cinco causas que provocan los súper incendios.
Riba de Saelices, Valleseco, Sierra Bermeja, Navalacruz, y, desde ahora, también Sierra Culebra. Sus nombres han quedado en nuestra memoria unidos a las llamas, a la desolación de sus vecinos y de quienes disfrutaban de la naturaleza en esas tierras de Guadalajara, Gran Canaria, Ávila, Málaga y Zamora respectivamente. La superficie arrasada por el fuego en España ha ido
descendiendo en la última década, pero lo que sí crece de forma alarmante son los súper incendios.
Se considera un Gran Incendio Forestal (GIF) cuando arden más de 500 hectáreas de bosque. El de la semana pasada en Sierra de la Culebra, el más devastador de las últimas décadas, arrasó más de 30.000. Según un informe de WWF, estos grandes incendios no han parado de crecer en los últimos años. Suponen dos de cada mil de los conatos que se detectan, pero provocan el 35% de la superficie que arde en nuestro país.
Estas son las cinco causas principales de los súper incendios según expertos, organizaciones ecologistas y los propios bomberos.
1. Lo has adivinado: el cambio climático
El fenómeno, desde luego, no es exclusivo de España. Chile en 2017 fue el primer aviso. Luego llegaron Canadá, Bolivia, Suecia, Indonesia, Australia, Portugal, Estados Unidos… El 2019 fue el año récord a escala global en materia de incendios forestales. Marc Castellnou, analista de referencia en este ámbito, explica en un vídeo de una asociación de brigadistas forestales las características de los que denomina como incendios de sexta generación.
Éstos serían capaces de generar unas condiciones meteorológicas que se
retroalimentan y multiplicarían por diez la velocidad e intensidad a los de la generación anterior. Hemos pasado de incendios que quemaban a un kilómetro por hora a quemar a diez por hora. “De quemar 5.000 o 10.000 hectáreas en un día o dos, a incendios que queman 100.000 hectáreas en un día”, detalla. El primer causante estaría, en su opinión, en ese aumento de temperaturas vivido en las últimas décadas que ha provocado “bosques no sanos, bosques que
tienen más carga de combustible muerto”.
Mónica Parrilla, responsable de incendios de Greenpeace España, coincide con esta explicación. “El aumento de temperaturas y las sequías prolongadas hacen que las masas forestales se sequen, pierdan humedad y prendan más fácilmente”. Parrilla apunta que el cambio climático explicaría también que en los últimos años se hayan producido incendios en octubre o marzo en zonas
como la cordillera Cantábrica.
Desde Greenpeace alertan que asistimos a una pescadilla que se muerde la cola. “Los incendios agravan el cambio climático y el cambio climático intensifica los incendios forestales”. Pero esta vez la mordida la sufre todo el planeta, con la humanidad como víctima y verdugo al mismo tiempo.
2. España vaciada, España que arde
No es casualidad que varios de los últimos grandes incendios hayan sido en territorios que forman parte de la llamada España vaciada. El nuestro es el segundo país con mayor masa forestal de la Unión Europa, pero está muy degradada debido en parte al poco uso que se le da. Desde hace décadas la población abandona los pueblos, los campos, y por tanto también las zonas que lindaban con los bosques y que formaban ese mosaico en el territorio que hacía de cortafuegos natural y que ahora tanto se añora. Sólo el 17% de la población española vive en espacios rurales. A principios del siglo XX la proporción era casi la inversa. A día de hoy hay 4 millones de hectáreas menos de tierras de cultivo que en 1962, según recoge Greenpeace. Las
tierras destinadas a pastos permanentes descienden aún más rápido.
Todos los consultados coinciden: el abandono de la ganadería y la agricultura tradicional es la gasolina que convierte en imparables los incendios. Ferrán Dalmau, ingeniero forestal y consultor medioambiental, lo tiene claro. “Hemos pasado de la sobre-explotación al sobre- abandono. Hay que buscar un punto medio de aprovechamiento”. Al encerrar al ganado se deja crecer el pasto sin límites. Al dejar de cultivar la tierra, la maleza sustituye lo que antes funcionaba de límite natural del fuego. El resultado, según Dalmau, es que en 50 años se ha
duplicado la leña suelta que hay en nuestros montes. Así cada palmo de tierra que no se aprovecha o se cuida es una alfombra roja para que las llamas avancen.
Además, los distintos factores se retroalimentan. Castellnou señala que, a pesar del cambio climático, si no hubiera un “paisaje continuo” -en vez del anterior mosaico- no se podrían producir estos mega incendios. “El abandono rural que es la madre de todos los problemas”, sentencia.
3. Faltan recursos (en invierno)
España cuenta con cerca de medio millón de aeronaves y equipos de extinción más dotados que la mayoría de países. Gracias a esto, la inmensa mayoría de los fuegos afectan a unas pocas hectáreas. El problema es que si esa primera barrera no funciona y se crea un súper incendio casi no sirve de nada tener más medios, ya que en realidad el fuego se apagará sólo cuando deje de encontrar algo más que quemar. “Cuando uno de esos agarra no hay quien lo pare”, confirma un bombero de la Comunidad de Madrid que trabaja únicamente cuatro meses al año. “Las cuadrillas deberían trabajar en el monte para suplir lo que antes hacían los rebaños”, indica. Y pronuncia una frase que ya es casi un lugar común en el sector, “los incendios se apagan en invierno”, pero que no es
tan frecuente que se aplique.
Este madrileño vive en uno de los pueblos de la sierra y se está preparando las oposiciones a agente forestal “para tener una estabilidad”. Pero por el momento forma parte de esos equipos que las Comunidades Autónomas contratan de cara a la extinción solo en verano, por lo que tiene que hacer el trabajo de desbroce también en esos meses, con el cansancio y la pérdida de tiempo que esto supone en caso de emergencia.
Además, otro problema de estas contrataciones es que, si no encuentran otro trabajo estacional de invierno que lo complemente, profesionales de mucha experiencia acaban decantándose, por empleos permanentes durante todo el año.
4. Planificación anticuada o inexistente
Uno de los hechos más sorprendentes que se ha conocido tras el incendio de Sierra Culebra es que en esos días estaban sólo activos el 40% de los efectivos ya que la temporada de riesgo comenzaba según los planes de la Junta de Castilla y León a partir del 1 de julio. Parece evidente que la realidad climática en la que ya vivimos exige que se actualicen medidas como esta. “Los veranos se van alargando, así que el peligro también se va alargando”, razona la
portavoz de Greenpeace.
Pero la planificación que demandan quienes de alguna forma u otra combaten el fuego tiene más que ver con la ordenación del territorio y las políticas económicas. Según Dalmau, “se deben imitar los procesos naturales” para que “los montes se puedan usar” de forma sostenible. Para evitar que los súper incendios sigan devorando nuestros bosques, “primero pensar en el territorio, luego en la extinción”.
Los incendios se podrían apagar también con medidas económicas que mantengan a las personas cerca de los montes. Para ello, según el consultor medioambiental, es urgente “hacer que los productores tengan cómo vivir” y aprovechar más el nicho de empleo rural que ahora mismo estaría desaprovechado.
Una planificación territorial actualizada y con la mirada puesta a largo plazo que también reclama Marc Castellnou. “Como sociedad tenemos que entender que las decisiones de hoy van a crear el paisaje de mañana, y ese paisaje tiene que ser resistente a las nuevas condiciones”. Sin embargo, la atención política, social y mediática -este reportaje incluido- parece que sólo se activa cuando aún sale humo de los rescoldos.
5. Nosotros
Sí, sí, tú y yo también somos una de los factores que provocan los súper incendios. “Todos somos causantes, la gente de las ciudades influye”, apunta Pedro Armestre desde el otro lado del teléfono. Este fotógrafo lleva 17 años mostrando en imágenes la voracidad de las llamas y el valor de quienes se enfrentan a ellas. Y tratando de entender por qué siguen convirtiendo en cenizas nuestros bosques. “Hemos llegado a un nivel extremo en las condiciones del clima”. Y de eso a ver quién no tiene un trocito de responsabilidad…
“Mi cesta de la compra tiene que ver con los incendios. Los animales que ahora están encerrados en macrogranjas deberían estar en la naturaleza, actuando como brigadas anti- incendios”, continúa Armestre, quien ve en el consumo de cercanía y de temporada una primera acción al alcance de quienes vivimos en las ciudades para combatir el abandono de los montes.