Por fin
Casado ha estado brillante en fondo y forma. Sería un error colosal que este cambio hacia la moderación fuese flor de un día.
Cosas veredes, amigo Sancho… Por ejemplo, a Pablo Casado subido a la tribuna del Congreso de los Diputados para dar un discurso que le resitúa en el lugar que nunca debió de abandonar: la moderación. No hay una sola palabra de su discurso durante la moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez que no merezca la pena ser elogiada. Por primera vez desde que asumió la presidencia del PP, Casado ha demostrado tener las hechuras necesarias para ser una alternativa seria de Gobierno.
Casado ha estado brillante tanto en fondo como en forma, hasta el punto de que el único reproche que se le puede hacer es que su paso adelante haya llegado muy tarde, no sólo para él, sino para sus votantes en particular y los españoles en general. Desde hace muchos meses la política española reclamaba una oposición de Estado, a la altura de la crisis sanitaria, social, económica e institucional que sufre el país.
Sin duda el líder del PP ha sido el triunfador de la moción de censura de Vox. Ni siquiera el propio Casado ha ignorado que, en realidad, la jugada del líder de la ultraderecha no iba encaminada a destruir a Pedro Sánchez, sino a dinamitar el espacio electoral a la derecha que aún queda en manos del PP. O radicalizarse o moderarse. Esas eran las únicas dos opciones que, hasta ayer, tenía el conservador. Todo el mundo esperaba que eligiera la primera. Decantarse por la segunda le ha hecho crecer como político y consolidarse como alternativa de Gobierno.
Existe un lugar común en política según el cual las elecciones no se ganan en los extremos, sino en el centro. La realidad ha demostrado que, más que un lugar común, es un axioma, una verdad irrefutable. En los últimos años Casado ha coqueteado con Vox, hasta el punto de dejarse fagocitar en Andalucía, Madrid y Murcia con el único fin de mantener una cuota de poder que los electores le habían negado. Si París bien valía una misa, Andalucía bien valía abrazar ideas reaccionarias y rupturistas. Un rédito magro porque, al final, ni los votantes ni los propios diputados del PP llegaban a diferenciar a su partido de la extrema derecha. Lo que empezó siendo una influencia terminó en contaminación.
Casado debería echar la vista atrás y recapacitar sobre los beneficios que le ha dado la oposición destructiva que ha ejercido desde que estalló en marzo la crisis del coronavirus. Una estrategia suicida en la que, todo sea dicho, se ha visto superado por su compañera Isabel Díaz Ayuso. La moderación, el sentido de Estado y la responsabilidad institucional tal vez no den muchos más votos a corto plazo, pero un político alejado del ruido y la furia debe levantar la vista y observar el horizonte, no sus zapatos.
Cuando Pablo Casado se mire hoy al espejo podrá ver reflejado, por fin, al político conservador que la sociedad española llevaba tanto tiempo esperando. Bienvenido sea, aunque sea tarde. La política española ha vuelto a tener por fin un partido conservador digno y responsable. Sería un error colosal que este cambio hacia la moderación fuese flor de un día.
Y, mientras tanto, que los de los gritos, el insulto, la ruptura y la confrontación permanente se dediquen a lamerse las heridas. No hay lengua suficiente para calmar el bochornoso espectáculo que han dado los diputados de Vox con una moción de censura que sólo han apoyado los diputados de Vox. Sonroja hasta escribirlo.