Por fin una buena noticia en política científica
Desempolvo esta columna tras cuatro años de silencio. Abandonada la esperanza y agotada la protesta solo me quedaba el silencio.
Pero tras muchos años ha llegado, por fin, una noticia positiva en política científica: el nombramiento el sábado 18 de noviembre de Rosa Menéndez la primera mujer que presidirá el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el mayor organismo público de investigación de España.
La Dra. Menéndez, Rosa, ya ocupó, brevemente, una vicepresidencia en el CSIC, tras muchos años como directora del Instituto Nacional del Carbón. Es una investigadora productiva, tenaz, combativa y comprometida con la ciencia y su papel en la sociedad.
Su llegada a la presidencia del CSIC acaba con una clamorosa ausencia de mujeres en la ya larga historia del CSIC. Por fin la tétrica sala de juntas de Presidencia del CSIC acogerá un rostro de mujer en su galería de retratos de presidentes. Me imagino lo solo que se sentirá el retrato de Rosa en esa galería, por lo que espero que en breve se unan otras mujeres a esa galería, pues las científicas de valía no son más escasas en España que los hombres.
Las científicas españolas habían llegado a ocupar, ya hace tiempo, puestos de gran relevancia en cargos electos, como rectoras de universidades, pero la Presidencia del CSIC seguía siendo un incomprensible techo de cristal que por fin se ha partido. El carácter de designación por el gobierno de este puesto se había aplicado hasta ahora de manera claramente selectiva en cuanto a género. Aunque esta vez el dedo se ha inclinado hacia una mujer capaz no hay garantía de que esto siga siendo así en el futuro.
Urge que la Presidencia del CSIC se ocupe no por designación sino por un proceso de selección por un comité de investigadores de prestigio internacionales al que concurran candidatos y candidatas para ser evaluados con independencia de género, afinidades políticas u otras características irrelevantes al cargo.
Rosa se encontrará con una situación difícil, con un CSIC en estado calamitoso, casi comatoso, con una plantilla envejecida y en parte desanimada, atenazada por rigideces administrativas añadidas en los últimos años que hacen aún más difícil el uso eficiente de los recursos externos que se consiguen para financiar la investigación.
La capacidad de Rosa solo se podrá aprovechar si se alinea con políticas públicas que favorezcan la actividad científica, tanto en cuanto a recursos como en agilidad de las herramientas aplicables. Lamentablemente las evidencias del compromiso del gobierno con la ciencia siguen siendo mínimas, por lo que las esperanzas en los efectos de la buena gestión que estoy seguro que Rosa será capaz de desplegar han de ser mesuradas.
En cualquier caso, centrémonos en celebrar la primera buena noticia en política científica de la era Rajoy. Quizás podríamos contentarnos con decir: "Amanece, que no es poco".