Pongamos rumbo a una “mejor normalidad”
Necesitamos repensarnos. No nos conformemos con poner simplemente la etiqueta de “nuevo” a lo viejo.
La expresión de moda en cualquier reunión de Skype que se precie es la “nueva normalidad”. New normality para quienes quieran molar más. Unos aseguran que se trata de adaptar lo que ya veníamos haciendo, pero al entorno virtual. Otros presagian que va de no volver a relacionarnos nunca jamás. Nadie sabe con exactitud qué significa, pero esas dos palabras juntas nos hacen sospechar. No casan. No cuela. Hay algo que no funciona en ellas. Por un lado, es algo “nuevo” que nos lleva a sorprendente y original, pero también transmite algo que tenemos que comprar, a una técnica de marketing para embaucar. Y por otro, es lo que ya conocemos, lo de siempre. Menudo timo. Lo que el dichoso término viene a decirnos es que lo que viene es una mierda, pero nos vamos a tener que acostumbrar.
Una de las cosas que estamos viendo durante esta crisis es una incipiente (y preocupante) vuelta a la época de las cavernas. Con el miedo parece que los avances se repliegan y regresamos a lo conocido con el rabo entre las piernas. Volvemos a las mujeres confinadas en los hogares ocupándose de los cuidados y de las tareas domésticas. Volvemos al hombre como proveedor. Volvemos a la violencia de género en los hogares. Volvemos al paro y la vulnerabilidad en los trabajos más precarios. Volvemos al racismo y la intolerancia. Volvemos a las marcas que se lavan la cara a golpe de donación, pero siguen dañando al planeta y a las personas de otras maneras. Volvemos a los medios de comunicación que aumentan hasta el infinito el grado de sensacionalismo. Volvemos a los sistemas de control. Cuidado: la nueva normalidad puede suponer la pérdida de los derechos conseguidos y por los que tanto hemos luchado.
Si algo nos está pidiendo a gritos esta crisis es un cambio de modelo, pero no para volver a repetir los errores del pasado sino para mejorar. En lugar de seguir produciendo objetos y dinero a un ritmo frenético necesitamos situar los cuidados y a las personas en el centro. Debemos ralentizar el ritmo y detenernos. “Cuidar” significa procurar bienestar, pero el término proviene del latín “cogitare” que también significa pensar y meditar. Mientras que producir es algo que sucede hacia fuera e implica una dirección, pensar es algo que sucede hacia dentro sin que haya desplazamiento. Cuidar también tiene que ver con racionar y no desperdiciar. Poner más atención a quién y cómo se da. Cuidar implica un silencio, que significa quitar el ruido y hacer hueco. Abrazar (eso que tanto echamos de menos en estos momentos) es también hacer hueco a otra persona dentro de tu cuerpo. Cuidar es hacer comunidad, ampliar el concepto del yo sumando a los demás.
Aprovechemos este momento para poner también en cuarentena nuestra forma de relacionarnos. Construyamos políticas que nos cuiden, marcas que nos cuiden, medios que nos cuiden, trabajos que nos cuiden. Necesitamos repensarnos. No nos conformemos con poner simplemente la etiqueta de “nuevo” a lo viejo. Asumamos el reto que nos atañe como sociedad y pongamos rumbo hacia una mejor normalidad.