¿Podrá sobrevivir el ser humano a una inminente catástrofe climática?
Aunque el cambio climático supone, junto con el ISIS, la mayor amenaza de la seguridad mundial según un nuevo informe del Pew Research Center, la catástrofe que desatará el calentamiento global en el futuro es "mucho peor de lo que se piensa", advierte el periodista David Wallace-Wells, del New York Magazine.
En este aleccionador artículo, afirma que "los adolescentes de hoy en día vivirán para ver cómo partes de la Tierra probablemente se convertirán en zonas inhabitables, y otras, en zonas terriblemente inhóspitas".
Señala el permafrost del ártico, que se está derritiendo, como una señal alarmante: "El permafrost contiene 1'8 billones de toneladas de carbono". Esa cantidad duplica a la que hay ahora mismo circulando por la atmósfera proviniente de los combustibles fósiles. Cuando el permafrost se funda, el carbono se evaporará en forma de metano, un gas de efecto invernadero 34 veces más poderoso que el dióxido de carbono en cuanto a capacidad de caldear el planeta.
Pero el metano no es lo único que sería liberado: escondidas en el hielo yacen enfermedades que llevan millones de años sin entrar en contacto con el aire. Como el ser humano nunca ha estado expuesto a ellas, nuestro sistema inmunitario estaría completamente desprovisto de los recursos necesarios para plantarle cara a estas "enfermedades prehistóricas" si finalmente salieran del hielo.
Por si eso fuera poco, también hay un montón de virus a los que habría que hacer frente, como la gripe de 1918, que mató a 100 millones de personas. Los científicos han descubierto restos en Alaska y sospechan que el hielo siberiano contiene tanto virus de la viruela como de la peste negra.
Para más inri, el permafrost quizás se funda antes de lo que pensamos: la escala a la que avanza el cambio climático parece acelerarse con cada nueva investigación al respecto. Según el último estudio climático de Naciones Unidas, la mejor referencia en cuanto a análisis climáticos, el mundo no solo se está calentando más rápido, sino que los efectos también son mucho peores de lo que temíamos al principio.
Antes, dos grados centígrados eran el umbral que separaba lo aceptable del desastre climático, sin importar que desencadenara la migración de "decenas de millones de refugiados climáticos en un mundo que no está preparado para ello", escribe David Wallace-Wells. Ahora, sin embargo, las posibilidades de que nos mantengamos por debajo de ese umbral, un aspecto fundamental del Acuerdo de París, son escasas. Sobre todo desde que Donald Trump sacó a los Estados Unidos del Acuerdo hace dos meses.
De hecho, según una investigación publicada esta semana, solo hay un 5% de posibilidades de que la Tierra se mantenga por debajo de esos 2 ºC a finales de este siglo. "Nos encontramos más cerca de ese margen de lo que creemos. Si queremos evitar llegar, nos queda muy poco tiempo", advierte Adrian Rafters, investigador de la Universidad de Washington: "La gente debería estar muy preocupada".
Según el informe de Naciones Unidas, alcanzaremos una subida de 4 ºC en los próximos 80 años, y esa subida de temperatura nos aboca a unos cambios tan drásticos que no se han visto desde la última edad de hielo. Además, esos 4 ºC solo son la mediana de la predicción, porque el tope alcanza los 8 ºC.
Esos datos no tienen en cuenta los efectos de la fusión del permafrost ni el hecho de que, al haber menos hielo, también habrá menos superficie reflectante y más radiación solar alcanzará la Tierra, calentando aún más el planeta, como tampoco se menciona que, al haber más nubes, más calor quedará retenido, o que la deforestación provocará una menor absorción de dióxido de carbono:
"Todos estos factores aceleran el calentamiento y, además, la historia de nuestro planeta muestra que las temperaturas pueden variar hasta 5 ºC en trece años", argumenta David Wallace-Wells.
Con un incremento de 4 ºC, la ola de calor de 2003 en Europa que acabó con la vida de 2000 personas pasaría a ser la tónica general de los veranos. Si el incremento fuera de 7 ºC, sería imposible salir a la calle, especialmente en los trópicos, donde se llega con normalidad al 90% de humedad en aire:
"En las junglas de Costa Rica, por ejemplo, solo el hecho de caminar supondría un riesgo mortal. Y el efecto sería rápido: en unas pocas horas, el cuerpo humano acabaría cocinándose por dentro y por fuera", escribe David Wallace-Wells. Con un incremento de 11-12 ºC, "más de la mitad de la población mundial, tal y como está hoy distribuida, moriría por los efectos directos del calor".
Pero el calor no es lo único a lo que nos enfrentamos. Por cada grado que aumenta el planeta, la producción alimentaria cae entre un 10% y un 15%, lo cual significa que, si para el 2100 las temperaturas han aumentado 5 ºC, habrá un 50% menos de comida para una población cuyo número se habrá duplicado.
Además, la sequía convertiría las exuberantes cosechas de la actualidad en meros terrenos desérticos. A no ser que se produjera una repentina reducción de emisiones para el año 2080, el sur de Europa, gran parte de Oriente Medio, amplias zonas de Australia, África, Sudamérica y China se encontrarían en permanente estado de sequía, más grave incluso que el Dust Bowl que vivieron los Estados Unidos en los años 30.
Actualmente, ya hay 800 millones de personas en todo el mundo pasando hambre. Imaginad cuál será la cifra dentro de 60 años. Si eso no es suficiente alarma, un aumento de temperaturas también provocaría guerras, ya que mucha gente se vería forzada a emigrar conforme aumentaran su hambre, sed y molestias en general provocadas por el calor.
Según los expertos, por cada medio grado que aumentaran las temperaturas, las posibilidades de que surgiera un enfrentamiento armado aumentarían entre un 10% y un 20%. Eso significa que los conflictos bélicos se incrementarían en más del doble.
Todo lo anterior suscita la siguiente pregunta: ¿está preparada nuestra especie para sobrevivir a una inminente catástrofe climática?
En el pasado, este planeta ha sido testigo de cinco grandes extinciones que han hecho tabla rasa con la evolución. Todas esas extinciones en masa, salvo la de los dinosaurios, fueron provocadas por cambios climáticos.
La extinción más importante se produjo hace 252 millones de años y empezó con un calentamiento de 5 ºC desencadenado por el dióxido de carbono del permafrost. El 97% de TODAS las especies desaparecieron. Y, según los científicos, ese es el futuro al que nos estamos aproximando a toda prisa. Aunque a algunos todo esto pueda parecerle alarmismo irracional, muchos de los científicos de renombre que David Wallace-Wells entrevistó "han llegado discretamente a esta conclusión apocalíptica también".
Algunas personas han dejado caer la idea de que la longevidad de una civilización quizás solo pueda ser de varios miles de años, y la de una civilización industrial, de unos pocos cientos de años. David Wallace-Wells sugiere que tal vez esa sea la razón por la que nunca hemos encontrado vida inteligente en otras galaxias:
Pese a que el calentamiento global empezó en Inglaterra en los albores de la era industrial, más de la mitad del dióxido de carbono emitido a la atmósfera se ha generado en las últimas tres décadas, lo que quiere decir que el cambio climático nos ha conducido al borde del colapso planetario en el espacio de tiempo de una sola generación.
Pese a todo, muchos de los científicos entrevistados por David Wallace-Wells se muestran optimistas y aseguran que el ser humano dará con la manera de poner fin a esta locura por el simple hecho de que es nuestro deber: nuestra supervivencia depende de ello. Al fin y al cabo, "la necesidad es la madre de todas las invenciones".
Este post fue publicado originalmente en el 'HuffPost' Estados Unidos y ha sido traducido del inglés por Daniel Templeman Sauco.