Podemos: lo que pudo ser… la M que ha sido
Podemos apareció en el panorama político nacional unos pocos meses antes de las elecciones europeas de 2014. En mi caso, los conocí apenas unas semanas antes. Y mi primer contacto digamos físico con ese partido que dijo venir para cambiarlo todo se produjo en Bilbao, por donde estaba yo participando en un acto político de UPYD: cuando quise entregar propaganda política a una joven, ella, acelerada y nerviosa pero enormemente ilusionada, me respondió sin detenerse que llevaba prisa porque quería llegar a tiempo a un acto de Podemos.
Yo le sonreí como perdonándole políticamente la vida, y le deseé sinceramente suerte y buena tarde. Nosotros íbamos a terminar de asaltar definitivamente el bipartidismo... y ellos me resultaban simpáticos y divertidos.
Las vueltas que da la vida... y las que seguramente va a seguir dando. Podemos apareció para comerse el mundo, poner firmes a los recortadores sociales y a los corruptos de toda ralea, regenerar la vida política, ilusionar a los más jóvenes e incorporarlos a la acción pública y política, limpiar las instituciones, acabar con los abusos bancarios y pensar en y atender por fin al ciudadano marginal y desfavorecido: "Los de arriba y los de abajo"... y toda esa estrategia mediática meditada durante años. Cuatro años después apenas se distinguen de los peores de la clase.
Podemos apareció exhibiendo un verbo desacomplejado y valiente, en ocasiones excesivamente rudo e incluso violento pero siempre efectista y efectivo. A muchos les pareció justo y necesario ese nuevo modo de hacer supuestamente las cosas (o, al menos, de decirlas). Recuerdo la primera vez que vi a Monedero en un debate emitido en Tele 5: "Estos van a comerse el mundo", pensé; y observaba sorprendido, casi ojiplático.
Podemos prometió el cielo en la tierra, una nueva etapa donde gobernasen los débiles y reformas y medidas drásticas en beneficio de la mayoría; en realidad, no tanto justicia como venganza. Aún así, logró millones de votos en su primera participación electoral y, tras gozar del favor mediático y encuestas muy prometedoras, irrumpió en el Congreso con un número de diputados que ya nos habría gustado tener a muchos.
Durante meses recibió los parabienes de personajes de toda condición y personas de todo tipo decidieron apoyarlos en las urnas. Ciertamente, durante mucho tiempo no hubo programa de televisión ni de radio que no contara con algunos de sus omnipresentes líderes... y millones de personas decidieron confiar en ellos. Era un ciclón político, una marea imparable y Pablo Iglesias... el líder mejor valorado. Sin embargo, no queda nada de aquello. O queda todo aquello que se intuía bajo una vasta operación mediática de largo alcance.
Hoy un ciudadano me ha unido en la misma frase a Eduardo Zaplana y a Pablo Iglesias, copartícipes de un mismo universo de corruptelas, mentiras, incoherencias o caspa. Hoy Podemos se visualiza ya como aquello de lo que Podemos prometió salvarnos. No hace falta ser un lince para observarlo. Pablo Iglesias y compañeros nos prometieron un nuevo mundo. Y, durante meses, se mostraron como ejemplos de honestidad, coherencia y servicio público, frente a toda la casta dirigente que pululábamos por allá, sin ningún tipo de distinción, algunos trabajando 12 horas diarias y peleando contra terroristas y corruptos de todo pelaje.
Vinieron a salvar el mundo y a salvarnos de todos los males imaginables. No dejaron títere con cabeza, organizaron escraches y señalaron con sus dedos inquisitoriales a cuantos osaran ponerse a tiro. Pusieron en duda la democracia española, la transición democrática, todas nuestras instituciones y todos los partidos políticos, incluso aquellos que llevaban ya unos años trabajando ejemplarmente por España y los españoles.
Había casi que apartarse a su paso y rendirles pleitesía. Sin duda, prometían limpieza y parecían incluso dispuestos a ofrecerla: eran el pueblo decidido finalmente a tomar por asalto el cielo y el infierno. A nosotros nos barrieron, para qué vamos a engañarnos. Ahora se les ve finalmente el plumero: ni lo bueno era tan nuevo ni lo nuevo era tan bueno. O, como diría Sabina, "lo que pudo ser... la M que ha sido".
Dos años después, llueve sobre mojado. Recordamos los vínculos de Podemos con regímenes criminales, la beca de Errejón o el empleo precario fomentado por alguno de sus líderes. Kichi ha concedido premios a una Virgen de madera. Ellos que denunciaron todas las injusticias, defienden con uñas y dientes los privilegios forales y coquetean con Bildu, como si tal cosa. Durante todo este tiempo, ellos que venían a democratizar los partidos políticos, han defenestrado a algunos de sus líderes, protagonizado purgas varias e incumplido casi todo lo prometido. A la vieja usanza. Como los partidos viejos.
La demagogia y el populismo han sido su pan nuestro de cada día. Quien osaba pedir un préstamo a un banco era casi un corresponsable de los abusos del capitalismo y la crisis económica... menos cuando lo hicieron ellos. Todo era criticable hasta que lo hacían ellos. Donde dije digo, digo Diego. Y cuando hubo que proteger la unidad cívica de Cataluña, se pusieron del lado de los golpistas.
Ahora es la casa de Pablo Iglesias e Irene Montero. Pero no es la casa, realmente. Son las cosas que dijeron que harían y nunca hicieron. O las cosas que criticaron a tantos y hoy las hacen ellos. Es la incoherencia y la mentira.